Tantas palabras dichas y entendidas con la mente caen ahora para escuchar, solo escuchar.
Palabras que de tanto leer y aprender suenan gastadas. Entro en aquel lugar al que apuntaba la luna y ya no las necesito.
Y aunque pareciera que la existencia sin palabras debería quedarse vacía y sin sentido, encuentro la vida más allá de ellas.
En cada espacio sin palabras me encuentro y encuentro todo lo que ya estaba ahí; simple, cercano, sencillo.
Nos da miedo entrar en la vida que está más allá de las palabras pues la mente que nos guía sabe que dejaría de existir en un mundo en el que nada necesita ser dicho.
Un capitán que se resiste a morir y sigue viviendo en nuestra sombra, en los espacios que llenamos de palabras vacías e hirientes como cuchillos. Palabras que, como nosotros, han perdido su decencia y dignidad.
Mientras vivimos de verdad nada necesita ser dicho. Cuando verdaderamente estamos aquí las palabras no añaden nada sustancial.
Las palabras de sabiduría nos sirven de puente hacia la vida, pero para nadar en sus aguas no las necesitamos. O si. Pueden adornarnos la existencia como la adornan las flores, pero ya no son una escapatoria, un muro que nos previene del miedo a vivir.
Porque sí, tenemos miedo a la vida, a vivir, a sentir, a dejar nuestra persona, nuestras historias, nuestros sufrimientos, y empezar a ser nadie. A simplemente sentir la vida que somos.
Se necesitan muchas palabras todos los días para tapar la vida que como agua subterránea nos fluye por dentro. Palabras que crean historias y alimentan sufrimientos. Superficiales, sin vida, como flores de plástico que duermen en cementerios, palabras que no comunican nada.
Y es que la comunicación real no siempre necesita palabras, la auténtica conexión surge de los momentos sin palabras con uno mismo.
De esa unión íntima con lo que verdaderamente somos nacen entonces palabras verdaderamente bellas, como flores vivas que aún se alimentan de la tierra, que irradian vida y sanan al mundo.
Pretendemos entrar en la verdadera experiencia del mundo con una mochila cargada de conceptos y significados, pero en ese lugar tangible todas los vocablos están de más.
Los espacios de silencio son el nexo de unión con ese universo paralelo en el cual se siente aquí y ahora la savia de todas las cosas.
Si no hay espacios sin palabras no hay forma de experimentar la vida.
BIOGRAFÍA
Maite Bayona, es autora de cuatro libros publicados por ediciones Obelisco, que hablan de cómo conocer nuestra propia naturaleza de felicidad para disfrutar del momento presente.
Licenciada en filología anglogermánica, profesora de inglés y alemán en escuelas de Turismo durante algunos años, abrió más tarde su propio negocio, un pequeño spa urbano, con la intención de ayudar al bienestar integral de las personas uniendo las terapias del cuerpo y las de la mente. Fue ahí, sobre el año 2008 donde nacieron sus primeros talleres para conectar con la vida en el presente, que realiza desde entonces.
Es Instructora Practicum de MBSR por esMindfulness y ha aprendido también otras prácticas de meditación tibetana como el Chöd o el funcionamiento de la ley de causa y efecto o ley del karma en enseñanzas recibidas de libros y maestros sobre todo tibetanos. Con estos conocimientos adquiridos a lo largo de muchos años ha creado LoveSmileLive, un método en 8 pasos para ser feliz.
A través de su camino de aprendizaje sus principales maestros han sido: Lama Yeshe, Lama Zopa, Thich Nhat Hahn, Tenzin Palmo, Pema Chodrön, Jack Kornfield, Osho, Eckhart Tolle, Isha Judd, Byron Katie… siguiendo hoy en día las enseñanzas del maestro tibetano Lama Tulku Lobsang y de Mooji.