No se asusten ustedes, ni tampoco se emocionen demasiado; el título provocador responde a una estrategia simple.
Se trata de que me expulsen de algún concurso popular de cuentos, para así poder mostrar mi indignación en los medios y alcanzar la fama que merezco de una vez por todas. Lo siento, pero no he encontrado otro sistema para que me lean; llevo toda la vida escribiendo y publicando mi apreciable contribución a la cultura humana en Internet, y hasta ahora sólo he conseguido dos lectores fieles. No diré vuestros nombres, tranquilos.
De los concursos literarios, mejor ni hablar. Los que no te piden tres o cuatro copias de la obra en formatos rigurosos y por correo certificado, exigen quedarse con todos los derechos de autor sin asegurarte en absoluto su publicación. Me niego a ser el típico pobre iluso encelado en un laberinto de papel de impresora y programas desobedientes. Así y todo el obstáculo más insalvable de esta absurda carrera de obstáculos (¡en tiempos de Internet, por el amor de Dios!) se hace llamar “plica”. La plica consiste en un sobre aparte donde deberá constar, se supone que en papelillo interno (nunca queda claro), el seudónimo y el lema. ¿Lema y seudónimo? ¡Por favor! ¿De qué van? Odio la plica, es una de las cosas que más odio. Muera la plica. También odio Correos, dicho sea de paso.
Se supone que si lo que pretendo es alcanzar mis legítimos fines (como todo el mundo, supongo), tendré que acabar pasando por el aro. Sea, pasaré por todos los aros que hagan falta. Veamos uno cualquiera, un ejemplo al uso: por triplicado, Times New Roman, doce puntos, doble espacio, papel tamaño carta, una sola cara, mínimo dos páginas máximo tres, páginas engargoladas y numeradas, plica con lema y seudónimo. Dirección: “Museo Francisco Cossío (Venustiano Carranza núm. 1815, Col. Tequisquiapan, C. P. 78270, San Luis Potosí, San Luis Potosí). No se recibirán trabajos enviados a la Coordinación Nacional de Literatura”. Faltaría más, lo que ustedes digan. ¿Y el país?
Me río. Mi supuesta claudicación les estallará en la cara como una bomba de relojería. ¿Quieres plica? Toma plica y media… y también cuarto y mitad, y me lo envuelve todo en papel de periódico, a poder ser a doble columna y en tirada nacional, gran escándalo. Los medios de comunicación se pondrán las botas: nada atrae tanto al lector como un flagrante atentado contra la LIBERTAD DE EXPRESIÓN. Cuando, cómodamente apoltronados en sus jugosas sinecuras, desayunando café con bollos, los organizadores y miembros del jurado lean el follón que se ha montado por algo que ni siquiera recuerdan, se les caerán los ojos de las órbitas (espero que dentro de la misma taza de café). Sí, sí, sí, y sí. Mi venganza será dulce, muy dulce, como una bomba de pastelería.
Aunque evidentemente, para que esto suceda y mi plan llegue a buen puerto, es necesario que alguno de los mandamases concursales se escandalice, rechace con asco las hojas engargoladas de mi propuesta, y exija a los demás la retirada, el oprobio y el inmediato olvido del relato tan asquerosamente titulado que nunca debieron tocar sus manos y que, por cierto, ya está en la basura. Hay muchísimas probabilidades de que esto suceda, casi el ciento por ciento, pero uno nunca puede estar seguro, así que por si acaso tendré que rellenar esas dos páginas mínimo que exigen las condiciones. Y eso mismo es lo que estoy haciendo ahora, escribir esto que están ustedes leyendo, cualquier cosa, para que luego no salgan con que me han desestimado por no cumplir las bases.
Por otra parte pienso, no sé si con mucho o poco acierto, que algún jurado depravado pudiera sentir la tentación de leer lo escrito bajo tan sugerente título, en cuyo caso yo debería, por pura coherencia, o para evitar interpretaciones torticeras de mis legítimas intenciones, o incluso por cumplir con algún desconocido requisito legal predeterminado, debería, digo, en cierta manera, incluir en estas dos páginas algo relacionado con el título táctico, muy a mi pesar, por supuesto, ya que no soy para nada aficionado a estos jueguecitos. Háganse ustedes una idea, que nos vamos conociendo, me considero un escritor muy serio, creo que esto ya ha quedado suficientemente claro. Pongámonos, por tanto, a ello con profesionalidad. Analicemos (sin ninguna doble intención) el título.
El título en sí consiste en la simple amalgama de dos de las especialidades pornográficas más apreciadas en las redes del sexo, a saber, y en función de sus célebres siglas: HML y DPEC. Con mi plan perfectamente trazado me dediqué a profundizar en estos conceptos a lo largo de varias noches oscuras, con el ordenador encendido y el sonido en mute, no fueran a escuchar los vecinos algún simulado alarido, que a la gente le da mucho por pensar mal. Lo que viene a continuación es producto de aquellos desvelos, de horas y horas de bochorno ajeno, y de sentir cada poco el cuerpo propio sacudido por tensiones incómodas. Vayamos pues con una posible y veraz, en la medida de lo posible, reelaboración de lo que brotaba a chorros (luminosos) desde la pantalla.
Samantha Luxx, en el papel de exuberante vecina, toma el sol en tanga al borde de la piscina. Está boca abajo. Curvas mareantes. Se pone boca arriba. Las curvas se duplican tanto que casi se triplican. Se coloca de costado. Escena larga intentando desabrocharse el sujetador. Zoom. Tensión incómoda.
Leonardo Zass, vecino y sosías del espectador, aparece en escena, como de la nada y como si nada. Ambos sonríen y mueven un poco la boca, ya digo que el aparato está en mute, pero no importa porque se entiende todo muy fácil.
¿Te ayudo? Bueno, es que este suje, chico, me lo acabo de comprar y todavía no lo manejo muy bien. No importa, yo soy experto. No esperaba menos.
Tras de un breve forcejeo, las mamas quedan liberadas. Madre mía. Tensión incómoda.
¿Qué tal así? Mucho mejor. Muy bonitas. ¿Te parece? Mucho. ¿Me das un poco de cremita? Con mucho gusto. ¿Me pongo boca abajo? No, para este tema, mejor boca arriba. Ah, sí.
Manoseo largo y rotundo de zona pectoral, incluido algún desvío hacia regiones en teoría menos apetitosas, tales como hombros, costillas y vientre. A cada pasada del bajo vientre los dedos viriles incursionan un poquito más dentro del tanga. Tensión incómoda.
Date la vuelta. ¿Seguro? Haz lo que te digo y ya verás. Ay, ay, ay, la verdad es que tocas muy bien. Pues ya vas a ver ahora. Pero pensaba que ibas a seguir por arriba, me estaba gustando lo que hacías por abajo, ¿sabes? ¿Te quieres callar y darte la vuelta de una vez?
Zass es un auténtico profesional. Mientras la observa girarse, toma un cojincillo, lo ahueca y, dándole un pequeño cachete en cada cachete, lo coloca bajo su tripita. De este modo muy ensayado, el brutal culo volcánico de Samantha puede ofrecerse en toda su pompa. Tensión incómoda.
Ay, ¿qué me vas a hacer? Relájate, no seas tonta. ¿Me estás quitando el tanga? Mueve las piernas y ayuda. Oh, ah. A ver qué hay por aquí. ¿Me estás abriendo las nalgas? Relájate, que voy. Ay, oy. Chaca chaca (con el dedo anular, palma boca arriba).
Tensión incómoda.
Buf, qué agotamiento, creo que ya he cumplido más que de sobra. En cuanto ponga las conversaciones en modo conversación, esto rebasa con creces las dos páginas. Ahora solo queda esperar.
Breve BIOGRAFÍA:
Alberto Arzua, Bilbao 1954, feliz marido, padre y abuelo, licenciado en Ciencias Económicas, profesor de Programación Informática, guitarrista de Los Santos, profesor de Yoga, masajista de Shiatsu, comentarista en diferentes blogs y alguna radio, miembro de Noches Poéticas, monologuista, poeta. Ha publicado el libro de cuentos “Neurastenia” y el ensayo “¿Machista yo?”. Y poco más.