El libro cuenta con un prólogo y un epílogo situados en el presente, coincidiendo con la inducción de The Church en el Hall of Fame australiano (una mezcla de jardín del Parnaso y de museo rockero originalmente concebida en Estados Unidos que, cosa extraña, aún no hemos imitado en nuestro país) ...
Sabotearse es una de las actitudes características del malditismo. De forma premeditada o más o menos inconsciente, sabotear el propio talento, los frutos del mismo o los esfuerzos encaminados a obtener el reconocimiento es una reacción habitual en el artista maldito, muy extendida en el mundo del rock and roll debido a la juventud e inmadurez de muchos de sus practicantes. Tal es el caso de Steve Kilbey, bajista, letrista, cantante y principal compositor de la banda australiana The Church, como él mismo se encarga de recordarnos en su autobiografía con título extraído de un verso de su canción más conocida: Under the Milky Way, en la que ajusta cuentas en especial consigo mismo –pero no sólo- una vez instalado “sano y salvo” en la madurez.
El libro cuenta con un prólogo y un epílogo situados en el presente, coincidiendo con la inducción de The Church en el Hall of Fame australiano (una mezcla de jardín del Parnaso y de museo rockero originalmente concebida en Estados Unidos que, cosa extraña, aún no hemos imitado en nuestro país), cuando Kilbey se ve obligado a improvisar unas palabras tras haberse negado a preparar un discurso y, tras ganarse a la audiencia con su sentido del humor, un antiguo colaborador le reprocha con sarcasmo a viva voz el no haber sido tan afable cuando era joven. Entre uno y otro se desarrolla la narración en sentido cronológico desde la infancia del protagonista hasta la superación, allá por el año 2000, de su larga adicción a la heroína.
A diferencia de otros artistas que escriben sus memorias tras haber conocido el éxito masivo, The Church se encuadraría en la clase media del rock aunque con fundadas aspiraciones de acceder a la nobleza, algo que por momentos pareció suceder pero que en última instancia les eludió por una combinación de mala suerte, de falta de constancia y de torpeza por parte de sus integrantes, incluido el propio Kilbey, dada, por ejemplo, su frivolidad en el trato con los medios cuando un empujón por parte de ellos parecía el único requisito pendiente para saborear el éxito masivo: una broma a destiempo que aborta una inminente entrevista para un programa que ven 150 millones de sudamericanos, el abierto desdén hacia los todopoderosos miembros de la prensa musical inglesa que a la postre hacen y deshacen carreras. Otro rasgo diferenciador es que la perspectiva se ofrece esta vez desde un remoto país situado en el hemisferio sur ya que aunque nacido en Inglaterra, la familia del protagonista se trasladó a Australia siendo él un niño.
Something Quite Peculiar es el detallado repaso a la sucesión de aciertos y de sonoras meteduras de pata que caracterizaron la trayectoria de The Church y del propio Kilbey, tanto en lo artístico como en lo personal, narrado con distancia a caballo entre lo irónico y lo jocoso, haciendo gala de esa bonhomía un tanto campechana, tan australiana, y una actitud desenfadada (laidback) que él califica como “hippy”: la fragilidad de las relaciones sentimentales para un músico de vida inestable ávido de experiencias, la intensa y por momentos insoportable convivencia entre los miembros de una banda de rock, la caída en la heroína que ocupa dos capítulos en el tramo final y que eclipsaría a todos los demás aspectos de su vida durante los diez años que se prolongó .
Kilbey emplea un estilo coloquial, desenfadado, a menudo jocoso y rico en el empleo de argot, al modo del relato de un colega que por su trayectoria tiene mil anécdotas que contar y lo hace con gracia al permitirle la distancia reírse de sí mismo (self-deprecating), empleando la primera persona, interpelando en numerosas ocasiones al lector para buscar su complicidad e introduciendo algún pasaje de corte experimental como aquel en el que trata de transmitir la profunda soledad y la irrealidad que se adueña de la vida de un músico durante las largas giras.
Al margen de los temas habituales en el relato de una estrella del rock: los comienzos, las influencias, los procesos creativos, las giras, las grabaciones –Kilbey se centra en los pormenores de los ocho primeros álbumes de The Church, los que cimentaron su carrera durante la década de los ochenta gracias a un sonido que combina un rock de factura clásica con la psicodelia-, la relación con las casas discográficas, los contactos con otros artistas, los proyectos en solitario o al margen del grupo, los excesos, la habitual sucesión de altos y bajos, de aciertos y errores, de arrogancia e inseguridad, tiene el relato de Steve Kilbey también algo de novela de formación, de aprendizaje, como si su adicción a la heroína fuera la prueba definitiva de su incorregible estupidez, de su tontería congénita, y su superación equivaliera a la ansiada redención.
Pese al auge en los últimos años de la autobiografía musical como género editorial, ninguna editorial española parece haber mostrado interés por Something Quite Peculiar. Debe ser que The Church no tiene el suficiente tirón entre nosotros y ello pese a que en un momento dado, tal y como el propio Kilbey recuerda en el libro, pareció que su grupo acabaría despuntando precisamente en Italia y España en lugar de en Estados Unidos como inopinadamente sucedió. Una buen recordatorio de que el artista musical rara vez es capaz de leer o de interpretar su propia carrera cuando está inmerso de lleno en ella y mucho menos de controlar su destino.
Ficha técnica:
Something Quite Peculiar
Steve Kilbey
Hardie Grant Books
273 pags.
2014