Soledad, noche tras noche te construyo
Emilio Prados. Dos coplas al agua.
Ayer tuve un sueño horrible. Estaba en la cama durmiendo y suena el teléfono. Desde el trabajo de Susana me decían que no había ido a la oficina y ya eran más de las nueve. Yo no sabía nada. Como todos los días, Susana había salido de casa a las siete pasadas después de darme un beso en los ojos para coger el tren de las 7:35 y llegar así a tiempo al trabajo.
Aún despistado y adormilado acierto a marcar el móvil de Susana. Suena. Un tono. Dos tonos. No contesta. Tres tonos. Cuatro tonos. Seguro que no lo oye. Tendrá el walk-man puesto. Llamaré más tarde. Nervioso pero queriendo mantener la calma hacía tiempo tomando café y escuchando la radio. Había pasado algo. Las noticias se amontonaban y los rumores crecían. Atentado. Madrid. Trenes. Atocha. 7:35. Se me cae el café.
En ese momento me despierto del sueño. Eran más de las nueve. Rápidamente salto de la cama, cojo el teléfono y como en el sueño, confuso pero más nervioso, marco el móvil de Susana. Suena. Un tono. Dos tonos. Oigo algo que viene de la cocina. Tres tonos. Es un sonido de móvil. Cuatro tonos. Es el de Susana. Está dentro de una bolsa de basura negra con una etiqueta blanca que ponía: pertenencias de Gómez Torres, Susana . Cinco tonos. Cuelgo. Maldito sueño.