11 de marzo de 2004
Tengo ganas de llorar y no encuentro palabras que poner a mis lágrimas.
Esta hecatombe, esta inmolación gratuita de personas y familias, no hay dios, ni ideas ni intereses que la exijan. El espanto se convierte en sobrecogimiento y, todavía mudo, crece dentro de mí. Y me desorienta.
Parece que Matar, Asesinar, a algunos no les produce dolor. Ni culpa.
A otros, incapaces de aceptar que los humanos nos agredamos sin descanso, nos sorprenden siempre las muertes violentas:
El asesinato sobrepasa nuestra capacidad de comprensión y, por eso, se agranda el dolor.
Intento imaginar los resortes de las mentes que diseñan y ejecutan cualquier acto terrorista -donde calculan estrategias, sean de grupo o de estado, y las acciones se planifican como cualquier programa de trabajo- y me desoriento de otro modo.
17 de marzo de 2004
A algunos nos duele cuando los muertos son 'los otros': por eso nos manifestamos en contra de las guerras y en contra de cualquier tipo de violencia; por eso gritamos que los humanos -qué más da el sexo, la raza, el lugar, las costumbres...- tendríamos que llegar al menos a respetarnos (ya que cada día demostramos la imposibilidad de entendernos).
Cuando los muertos, los asesinados, somos 'nosotros', cuando cualquiera pudiera haber estado en su lugar, la emoción crece y nos inunda.
Pero cuando el dolor es por la muerte de seres alejados, de personas que viven en otras coordenadas, se produce una emoción también alejada, vacía del significado de la identificación.
Y así lo vivirán los terroristas asesinos -den órdenes, tiren bombas desde aviones o coloquen explosivos en los trenes-: para ellos los muertos son 'los otros'. Y, esta vez, nos ha tocado a nosotros ser 'sus otros': puros representantes de un estilo de vida y de actuación.
Cuando en otras ocasiones es ETA quien coloca las bombas o el tiro en la nuca, cuando son el marido o el vecino los asesinos, la incomprensión aumenta: su esquizofrenia es que pueden sentir como 'otros' a personas que son ellos.
20 de marzo de 2004
Estoy más que harta de que los políticos utilicen -da igual bienes que males- en su estricto provecho.
Estoy cansada de comprobar qué poco les importa a los políticos -a unos más, a otros menos, según las ocasiones y la perspectiva de quien les juzgue-, digo, qué indiferentes les son a los políticos las percepciones y motivaciones de los ciudadanos.
Y las actitudes de la mayoría de los políticos del actual Gobierno en funciones, y sus palabras, confirman no sólo su ineptitud para el cargo que han ocupado, sino también su irresponsabilidad como minúsculo ser humano entre humanos.