LUKE: nº 49 - Abril 2004
"Crónica de la infamia"
inés matute
Calor

Comentó el periodista que el silencio de antes de las bombas no era el mismo silencio de después. Pensé yo que si hoy somos supervivientes es porque la muerte, el once de marzo, viajaba en otro tren.
Y mañana, ¿qué? “Trenes rigurosamente vigilados” sólo es el título de una película de Jiri Menzel. No hay arcos detectores ni rayos X capaces de protegernos de quien está dispuesto a morir matando. Fuimos a Irak y ahora nos devuelven la visita. Con un souvenir macabro.
No pienso participar en la orgía de adjetivos. Creo que sobre ese atentado ya está todo dicho, y que lo que queda por decirse nos lo dirá, si tiene a bien, el portavoz del Gobierno en funciones. Pasadas y perdidas las elecciones, la ocultación de datos pierde sentido. Que sea ETA o Al Qaeda ya no es baza electoral. Lo triste es que los políticos necesiten una masacre para fotografiarse juntos y reclamar la unidad nacional.

A destacar: la actitud de quienes donaron su sangre, de quienes acudieron con mantas y consuelo, de quienes sembraron la calle de crespones, de aquellos que recogían los móviles que ya sonaban para nadie. Las lágrimas de quienes aseguran que en esos trenes íbamos todos.

Tibieza

Superada la conmoción, la realidad se impone y los dirigentes vuelven a su extraña cotidianidad: acusaciones, recelos y descalificaciones. Y una chispa de esperanza, tal vez manipulada. La esperanza del cambio. Otegui condena la matanza semanas después de la detención de un comando que se dirigía a Madrid cargado de explosivos. Esta no era la carnicería que los suyos tenían en mente, pero sí la de Nochebuena. Cuando el dedo señala a la luna, sólo los idiotas fijan la mirada en el dedo. Asesinos son todos y no hay terrorista con razones más legítimas que las de los demás. Pero no quiero dramatizar, no quiero polemizar, que bastante intoxicados estamos. Hablemos de cultura.
El pasado día 15 de marzo Zapatero comparecía ante los medios informativos afirmando que la victoria socialista promoverá no sólo un cambio de estilo de gobierno, sino un cambio cultural. Muchas personas vinculadas al mundo artístico vienen clamando, desde hace tiempo, por un cambio hacia un talante basado en el diálogo, por nuevas vías de entendimiento que favorezcan la convivencia dentro de la obligada nueva diversidad. Lógicamente, me parece esta una digna reclamación, pero dudo mucho que este clamor, ratificado por todos los integrantes del tejido social, tenga relación alguna con la labor que el artista desarrolla en su estudio, su tórculo o su PC. Entiendo que el bueno de Za debe, por lo tanto, referirse a otra cosa.

Recapitulando: Cineastas, actores, escritores, músicos y docentes se han manifestado a favor de un clima sociopolítico de concordia denunciando actitudes dictatoriales y partidistas que en poco o nada favorecían una buena salud popular, pero dicha protesta cultural, clave en determinados momentos del “régimen Aznar” – ante una guerra torticera que nos echó a las calles o tras un ataque terrorista de una crueldad sin precedentes – sólo atañe a la clase dirigente. El anterior gobierno entendió nuestros votos como un cheque en blanco: craso error. Dicho esto, no creo que convenga confundir una revolución cultural – que no veo llamada a producirse- con un cambio necesario. Si la cultura sale fortalecida interviniendo en educación (¿Cómo quedará el asunto de los distintos idiomas y dialectos? ¿Qué haremos con las clases de religión? ¿Será obligatorio estudiar arte en los colegios? ¿Tendremos que chapurrear inglés? ¿Cuántos ordenadores habrá por aula? ¿Se incrementará la partida de becas y ayudas? ¿Se favorecerá la integración del colectivo inmigrante?) gestión museística/galerística (¿Se abaratarán las entradas a los museos? ¿Adquirirá patrimonio obras dignas de mención? ¿Seguirán eligiéndose a dedo los cargos más importantes? ¿Quién nos va a comisariar?) y ministerial (¿Qué imagen queremos y debemos proyectar al exterior? ¿Qué nuevas leyes se aprobarán?) tanto mejor, pero no estoy dispuesta a lanzar las campanas al vuelo antes de que el PSOE ratifique con hechos sus promesas electorales. Que prometer no empobrece es algo que yo descubrí con 30 años. Los políticos lo descubren con el primer biberón.

Frío

Hace poco tuve ocasión de visionar un bello documental sobre el arte emergente en Cuba. Nunca he tenido al régimen de Castro por un paradigma de las libertades y el saber hacer, pero puedo asegurarles que el arte emergente cubano, en todas sus variantes- música, artes plásticas, fotografía y cine - me resultó infinitamente más interesante y vivo que los esperpentos que de un tiempo a esta parte se nos muestran en las galerías europeas. Clamar por un clima de libertad e igualdad resulta esperanzador, pero si hablamos de creatividad, prefiero desligarla del hecho de que nuestros gobernantes luzcan un trasnochado bigotito o tengan los ojos de color azul. Si el mundo cultural ha decidido convertirse en adalid de la libertad, bien por ellos y sus pancartas; a fin de cuentas, esto siempre ha sido así. Pero que no se queden ahí. Al margen de los espeluznantes acontecimientos sufridos por el pueblo español el pasado 11 de marzo, condenados desde todos los rincones del orbe, reclamo a los artistas menos gritos y más obras de calidad. Zapatero a tus zapatos, y vosotros, artistas, a demostrarnos que el arte está por encima y más allá de toda convulsión.