Se quedó allí
En el asfalto
Sobre un charco de sangre
Solitario en su grito
Sin un dios en la palma de la mano
De Poemas para estos días de sangre
Margarita Carrera (Guatemala)
La humanidad sangra.
Sangra Madrid. Sangra Nueva York. Sangra Jerusalén. Sangra Gaza. Y Cisjordania.
Y con la sangre que mana crece la intolerancia, crece el odio, crece el miedo. Como una mancha. Un charco negro que todo lo anega.
Demasiadas víctimas que nacieron en el país equivocado o tomaron un tren en el momento equivocado. O un autobús. O un avión.
Niños que arrojan piedras y reciben balas a cambio. Estudiantes que subieron a un tren y nunca descendieron por sus puertas.
Demasiados errores y equivocaciones. Demasiados muertos sobre el asfalto o la tierra. Demasiadas vidas derrochadas. Demasiada sangre y demasiados charcos.
Toda la sangre tiene el mismo color. Primero es roja y después negra.
La sangre seca es negra. El petróleo es negro. El terror es negro. El odio es negro. Pero también es negro el universo, y la noche, y nuestras pupilas, el interior de nuestro cuerpo cuando la luz no llega.
El ser humano no ha aprendido a convivir consigo mismo, a aceptar sus diferencias y sus semejanzas. No aprendemos. Cuarenta mil años no nos han enseñado todavía que la vida es un regalo, un frágil milagro de la naturaleza. Y seguimos odiando, temiendo y asesinando. Llenando este planeta de negros charcos.