Eso permite a los guionistas definir algunos aspectos de una crisis económica en ciernes, de una España con la religión como bandera, con un sistema policial que como otros muchos prefiere pasar por encima para no llamar la atención, con personajes bravucones y violentos pero tiernos ...
Después de ver “Que Dios nos perdone”, la nueva película de Rodrigo Sorogoyen, al espectador le entran ganas de sumergirse en su debut como director: Stockholm —un filme que se llevaría tres premios en el Festival de Málaga: mejor director, mejor actriz y mejor guion, y que tuvo que realizarse mediante crowdfunding—. La película había sido escrita a cuatro manos junto a Isabel Peña, una pareja que parece compenetrarse a la perfección como lo demuestra “Que Dios nos perdone”, con la que obtendrían el Premio del Jurado en el pasado Festival de Cine de San Sebastián.
Una sinopsis rápida: En el verano de 2011, con el movimiento 15M en pleno apogeo en Madrid y la llegada de miles de peregrinos para ver a Benedicto XVI, dos policías nacionales de caracteres muy distintos pero con una gran complicidad laboral, se adentran en la investigación de lo que parece ser un asesino en serie.
El planteaminento, simple pero efectivo, podría haber intentado imitar a cintas made in USA al estilo de “Seven” o “Zodiac” —que no hubiera sido un mal plan teniendo en cuenta que ambas son de David Fincher—; pero para qué alejarse de la realidad española si ésta hunde sus raíces en personajes más reconocibles, en espacios más castizos, en situaciones que muestran nuestra idiosincrasia. Eso permite a los guionistas definir algunos aspectos de una crisis económica en ciernes, de una España con la religión como bandera, con un sistema policial que como otros muchos prefiere pasar por encima para no llamar la atención, con personajes bravucones y violentos pero tiernos, con otros incapaces de comunicarse pero eficaces a la hora de desarrollar su trabajo, con rencillas entre compañeros, politiqueo de despacho... Y todo ello en una ciudad retratada sin tapujos, mostrando un centro de Madrid decadente, y a seres que intentan sobrevivir en el caos.
Si el guion está construido con acierto —sutiles los diálogos, frases que suenan reales, sin que se note que han sido escritas—, y la trama te lleva feroz hacia el desenlace —incluso pese a los trucos para mantener la tensión del espectador—, la presencia de un plantel de grandes actores logra que salgamos de la sala convencidos de que la película en una demostración de realidad: desde Antonio de la Torre —como el tartaja inspector Velarde— y Roberto Álamo —el resolutivo y violento inspector Alfaro—, pasando por María Ballesteros, José Luis García Pérez o Javier Pereira, por citar algunos.
“Que Dios nos perdone” se adentra en las raíces del mal, pero no sólo a través de la psicología del asesino sino —y este es quizás su mayor acierto— de la de aquéllos que buscan descubrir el rostro de quien ha decidido matar.