Fuimos un relámpago
que tocó los cálices
de los árboles
sin quemarlos
solo llenándolos
de calor y los llenó
de sagrada savia.
El otoño y a veces también
la primavera eras tú mirando las hojas
volando y siendo una más.
Con el fuego
converso a veces y es extraño
su don: arder y arder entre las olas
salvajes una y otra vez y, sin tregua,
con la luz que nos proporciona los días.