Cuando entré en casa ella no estaba. Su ropa estaba por el suelo, la había ido dejando caer en el camino hacia la puerta que daba a la playa. La rebeca verde hierba, el vestido de colores vivos como un cuadro de Gauguin, el sujetador blanco y las bragas a juego, como de niña de colegio, todo en orden decreciente a lo largo de la habitación. La depresión es algo que te ahoga, que te quita el aire como el agua. Miré desde la terraza, la vi desnuda y ya dentro del mar que parecía tragársela en las tranquilas aguas del atardecer, con el último reflejo del sol en las nubes. Corrí, nadé, llegué a diez metros de ella...; me miró y me pidió con los ojos que la dejara ir. De pronto su cabeza desapareció como si algo tirara de ella con fuerza. Llegué hasta ese punto que me sumergí y pedí a quien fuera que me dejara encontrarla o que me ahogara con ella. Al día siguiente nos encontraron en la orilla de la playa y los dos sonreíamos abrazados mirando al cielo sin verlo