María Elena Tolosa nació en Carrilobo (Córdoba, Argentina), pero desde adolescente vivió en Villa María. Formó parte del Grupo Paco Urondo y participó en numerosas mesas de lectura, ferias de libros y cafés literarios. Entre sus libros publicados destacan Llanura, soledad y recuerdos, Pájaros de papel, Vestigios, y Cuarto piso, título publicado en 2015, año de su fallecimiento.
Con Cuarto piso, María Elena Tolosa descubre su profunda mirada sobre seres ignotos, lluvias y soles, pero si los instantes de belleza poética conmocionan por su sensibilidad, las imágenes originales perfilan un personal poemario.
¿Qué nos despierta su poesía? Un deseo de rozar el lomo de un mundo que se revela en cada instante de soledad que se desprende del tiempo compartido entre las personas cercanas? ¿Entre los lectores de poesía?
María Elena Tolosa escribió un libro que es un testamento vital y literario. El lector puede leer los primeros quince poemas que se abren con el capítulo titulado Ella y vos.
ELLA Y VOS POEMA I
Se marchó entre los médanos
y el viento.
Poco a poco se entregó.
No fue su partida
el fatídico día de enero
cuándo la fiebre quemó su sangre.
Ella nunca se alejó del arenal.
En silencio iba muriendo.
La arena quemaba sus ojos y
las ráfagas despeinaban su cabello
dándole cachetadas en el rostro.
Pero estaba allí con su mirada clara
y el paso ágil
entre las dunas que la abrazaban.
Mujer de arena
nunca mas habrá otra
que ame ese desierto
en el que pudo esconder todos sus delirios.
POEMA II
La hora de la siesta
era propicia para visitar
el bajo.
El pantano estaba allí,
luego de las lluvias
con su barro viscoso.
Solo algún croar de ranas
aguardaba la noche
para el gran concierto.
Nuestros pasos inseguros
temerosos.
Tomadas de la mano
entre verbenas mancilladas
por el agua y el lodo.
No sé si aprendimos algo
en aquellas incursiones,
pero sí recuerdo
su pequeña mano apretando
la mía.
Siempre será así.
Ahora sé que esos momentos
no me enseñaron
a vivir sin ella.
POEMA III
Ella no cantaba
o muy poco,
pero soñaba.
Parecía que los sueños
se hacían realidad.
Dibujaba gaviotas
en un papel y lo rompía
“vuelan demasiado bajo”.
Quisiera elevarme
un poco mas
hasta alcanzar el viento con la mano.
Algo la detuvo
algo muy oscuro
parecido a la muerte.
POEMA IV
No dijo más.
La devoró la luz
que venía del bajo,
donde la arena y el viento
trazan remolinos
en las siestas del verano.
No hubo resistencia.
Sabía que jugaba a perder.
Afiladas garras,
rostro macilento.
Y las manos implorando
como siempre.
POEMA V
Porque llevas
los pies descalzos
caminas el bañado
rodeada de algas.
Los castillos de nubes
desaparecen
al croar de las ranas.
En la noche
abrigas su canto
y todo se diluye.
Ya no sueño.
Construyo torres
en el bulevar
en tu memoria.
Son hombres que pasan
tiñéndose de rojo
en la cúpula trinitaria.
POEMA VI
El pez se sabe presa
del ave predadora.
(Gustavo Tisocco)
Eras de color azul por las tardes.
No por el resplandor del sol
ni las violetas.
Te recuerdan así,
por tu pelo oscuro
y muy corto.
Ahora
todo lo llevó el viento
de los médanos
como cuando jugabas sobre
el piso rojo de pizarra
con la muñeca de trapo
que desechaste en la mudanza.
POEMA VII
Busco entre arenas y confines
el molusco perfecto
que potencie mi vuelo.
(Fabiana León)
Si la palabra despertara
el sueño
que arrancó la vida,
solo eso y
una figura nueva surgiera
de la piedra fría,
volverían los pasos
no las pesadillas
con ese buzo azul
incrustado en las horas.
Ya no más la espera,
ese aguardar sin sentido
destruyendo el todo,
cadenas de humo
atando aquello
se cortarían,
si la palabra fuera.
POEMA VIII
Cuando volábamos
en el columpio,
no existía muerte
ni mentira,
solo éramos vos y yo
errantes en nuestra casa,
rompiendo copas de arena
en las siestas
con el rostro manchado
de frutas maduras.
El viento no gemía
silbaba como canario.
Ahora que la vida te llevó
sé que existen esas cosas
que antes
no fueron.
POEMA IX
Renacer alguna vez
y germinar.
Ver el sol nuevo
respirar la ansiedad
volver a la mesa
donde se comía el pan
y nos convertíamos
en mariposas
a la hora de la siesta,
para volar
aún pudiendo caer
en la red.
Mariposa o flor
pero volver
en el lodo azul
del pantano
al pecado
que ya cometimos.
POEMA X
Dibujaré suspiros
en las alas de una paloma.
(Alicia Perrig)
Respira mi corazón
por el costado abierto.
Escucho las mismas canciones.
El aire castiga mi rostro.
Se marcharon las
horas aquellas
cuando te obsesionaban las mariposas.
¡Cuántas atrapabas!
Sentada en el pasto
sonreías después,
con tristeza
las decías adiós.
POEMA XI
Regresaba siempre de sus andadas
por la laguna.
Parecía traer secretos
y justificar su ausencia.
El bañado era otro mundo para ella.
Ojos mirando el bajo
pequeñas manos
en busca de otras.
Nos abrazábamos a sus piernas.
Nunca tuvo tiempo para alzarnos
y ese vacío aún se siente.
POEMA XII
Desde el suelo
veía la figura de
esa mujer
sobre la escalera.
Pintaba
la pared descascarada del cuarto
para la llegada de otro hijo.
Pensaba en las visitas.
Parecía no mirarme pero
decía “no ensucies tu ropa”.
Estaba allí,
como queriendo esconder
su vientre y su miedo.
Yo la miraba
como a un monumento
que traspasando el techo
llegaba al cielo.
¡Qué grande era esa
mujer esperando!
Más grande que el mundo
con su amor contenido
sin palabras.
POEMA XIII
Llevaba siluetas de sol
en su cintura,
acariciando al paso
los geranios
disipaba sombras.
Tenía manos de ángel
andar de gacela
y enrojecían con el llanto
sus ojos celestes.
Pasó por la vida recogiendo
lo que otros sembraron.
POEMA XIV
Sueño de pájaro
su sueño.
Siempre quiso volar
aún sin alas,
elevarse
como un barrilete.
Con las medias blancas
se enancó en la nube
y no regresó.
POEMA XV
Supe que eras carne
de otros huesos
y pensé que no valía la pena luchar
si yo permanecía muerta
mientras tu cuerpo
estaba lejos
embebido en el vino
que derramó el cáliz sagrado.