“La enfermedad es estar sentado bajo el faro mirando hacia ninguna parte”
Roberto Bolaño
Si tu intención es esta: es decir, no enamorarte perdidamente de una Mujer –esa mujer con mayúscula–, harás bien en leer atentamente las siguientes instrucciones y no saltar ninguno de los seis pasos de los aquí descritos.
- Elige una mujer con un nombre común –vulgar si es posible–, así podrás olvidarla después de pocos minutos. Algunas horas al máximo. Trata de que ella misma sea al menos poco llamativa, que pase en forma inadvertida por decirlo de un modo elegante. No te limites solo al nombre si es que puedes. Intenta elegirla con aspecto descuidado y si, poco a poco, descubres que cada cosa está en su sitio porque no hay otro sitio posible o si por error o por distracción tu elección cae sobre un nombre intenso y fuerte, sobre un elemento de la naturaleza hecha mujer, por ejemplo, te aconsejo escapar lo antes posible si no quieres sufrir las consecuencias. Rápido, sin pensarlo dos veces. ¡Escapa!
- El físico es importante, aunque parezca frívolo es así. No hablamos de una belleza clásica, eso no nos preocupa. Eso nunca ha embrujado a nadie. Hay cosas más sutiles e intensas: esa mirada penetrante y transparente a la vez, esa sonrisa envolvente que solo ella sabe regalarte o el simple y delicado timbre de su voz. Esos son los gestos que hay que evitar, esa es la intensidad que te quema las entrañas. Estatura media, pero físico imponente; parecen un angelito caído del cielo, pero tienen la fuerza de mil demonios juntos. Tal vez te recordará a Kali, la diosa india de las dos caras. Una de ellas despertará tu ternura, tu absurda compasión; pero no te distraigas, no bajes la guardia o perecerás en lo que ella se demore en girar su cabeza. Allí estarás tú, mirándote al espejo, temblando, tratando de entender lo sucedido, usando al máximo lo que menos te sirve en ese momento: tu cerebro. Si quieres preservarte single, será mejor que la evites a toda costa.
- Su cabeza, o mejor dicho lo que está dentro de ella: sus ideas, sus pensamientos, cómo los conecta entre sí y cómo los expresa. Su seguridad, sus convicciones y sus argumentos contundentes. Todo eso que una persona sensata –como tú y como yo– no dudaría en llamar atracción fatal. Eso que comúnmente se llama inteligencia. ¡Cuidado! Allí hay otro gran riesgo. Un enamoramiento intelectual, esos que crean una dependencia difícil de superar. Tu deber es evitarlo absolutamente, incluso a costa de declararte ignorante frente a ella y huir rápido por la vía de la estupidez. Pero te advierto: generalmente poseen un gancho izquierdo capaz de hacerte comer tierra antes de que tú hayas entendido el significado profundo de la primera palabra que ella pronunció. En ese momento verás la protección de tu dentadura que vuela por el aire, las gotas de tu sudor formarán una lluvia fina que te envolverá la vista y no te permitirán ver más allá de la punta de tu nariz, tu cerebro se nublará y curiosamente serás feliz por caer, como sobre una nube, justo antes de aterrizar en la lona. Descubrirás que la derrota por knok-out intelectual es dulce, pero implacablemente cierta y contundente. Un gancho con una potencia digna de un peso completo.
- Ya hemos hablado del físico, pero no de la sensualidad ni mucho menos del erotismo. Os advierto: aquí entramos en un argumento escabroso. Lo que las portadas de las revistas y los mass media nos venden por erotismo y sensualidad no tiene nada que ver con la realidad de estas mujeres. Ellas, sin mover un dedo, sin provocarte mínimamente, te poseen si no estás atento, y aún estándolo muchas veces lo logran–. Ellas tienen un sex appeal que va más allá de las modas o incluso de la edad. Cuando unas canas pueden ser más atractivas que una joven melena al viento. Cuando unas arrugas colocadas en el sitio justo pueden ser tan hipnotizantes como la Venus de Milo. Eso es una inequívoca señal de que ya es demasiado tarde. ¡No me digas que no te lo advertí! Como ves aquí no hemos hablado aún de sexo. Eso mi querido aspirante a single, eso, con una mujer de este calibre sería un manjar digno de los dioses del Olimpo, y digo sería porque me he cuidado bien de no caer en sus garras, a costa de no tener aún un banquete o una cena romántica con la misma Afrodita. En cuanto a tí, tú verás lo que haces. El pecado es siempre la máxima tentación para el sexo débil. De hecho, Eva fue la primera en pecar, fue ella quien nos mostró el placer, y nosotros, ingenuos, –por decir lo menos– pecamos dos veces: ante Dios y ante ella. Como ves, el sexo débil somos nosotros querido amigo. ¡Quién no lo crea que juegue a la ruleta rusa y verá!
- El corazón de estas mujeres es la verdadera fuente de la perdición. La caja de Pandora. Si lo miras de reojo, y en ese instante logras ver su interior –naturalmente porque ella te lo permite–, no habrá vuelta atrás. Es duro de admitir pero es así. Te embrujará de tal manera que pensarás que tu vida hasta ese momento era miserable. Hasta el punto de creer que inicias una etapa de realización total. Una etapa de armonía con tu ser y con tu tiempo. Ese viaje que podríamos definir como iniciático, no estará privado de sufrimientos y alegrías. De incertezas y hasta de angustias. Baste recordar el mítico viaje de Ulises para regresar donde su amada Penelope, narrado en La Odisea. Pero aquí la astucia no te salvará como al guerrero griego, aquí no habrá ninguna hija de Zeus para ayudarte. Si pensabas que ese libro hablaba solo de mitología, espera a encontrarte en esta situación: con tu musa irradiándose por tus poros, con su olor impregnado en tus fosas nasales, con tus ojos que ven solo a traves de los suyos y con su imagen completa y total grabada en tu cerebro. Un tatuaje hecho con fuego en la cúpula parietal de tu cráneo que te acompañará hasta el alzheimer. Como podrás imaginar, en ese momento será demasiado tarde para dar un paso atrás. Demasiado tarde para pensar o replantear teorías inútiles sobre posibles vías de fuga. En ese momento estarás completamente poseído por sus encantos, y lo peor de todo es que al final pensarás que ella no ha hecho nada. Que solo tú has sido el culpable, el ingenuo e incauto que se ha fijado en la mujer equivocada. En esa furia de la naturaleza femenina de las cosas que mágicamente se ha materializado.
- Llegado a este punto no te martirices, no vale la pena. Piensa en este punto como si fuese tu salvación. Tu credo personal. Probablemente estaba aliada con elementos naturales potentes y fuertes como ella. Con eclipses, tormentas marinas y hasta erupciones volcánicas. Aunque hubieses estado atento y con los cinco sentidos puestos en ello, no hubieras sido capaz de resistir medio segundo a esa energía cósmica avasalladora. ¿Estabas condenado? Probablemente sí. Si no es así, escapa, escapa ahora que puedes. No mires hacia atrás o arriesgarás a convertirte en una estatua de sal como en Sodoma. Corre, corre hasta perderte en los abismos masculinos del ser sin cuestionamientos inútiles. Si por el contrario ya caíste en sus garras, te recomiendo dejarte llevar por el corazón y no por tu cabeza. Respirar profundamente cada vez que la besas y le dices que la amas –cerrar los ojos en el momento del beso y atreverte a mirar los suyos en el momento en que le confiesas tu amor–. Disfrutar cada milímetro de su piel delicada, como si después de tocarla se fuera a desvanecer. Agradece a los dioses que la pusieron en tu camino y que alinearon los elementos a fin de que todo fuese posible. También a cada ser que lo entendió desde un principio y te brindó su energía de forma gratuita y desinteresada. Enciéndele una vela cada noche, aunque no le reces, pero en silencio y con discreción ponte de rodillas evitando que se dé cuenta. Finalmente disfruta de cada segundo junto a ella como si fuese el último de tu vida y prepárate a morir en paz.