María Jesús Silva y Antonio Maura
El 4 de noviembre de 2016, en la librería Enclave de Madrid, se presentó el libro Los sentimientos encontrados, diario de un poeta y editor (2005-2007) de Kepa Murua.
Luke publica los textos leídos en el encuentro con el autor del libro por la poeta María Jesús Silva y el escritor Antonio Maura.
Los sentimientos encontrados de Kepa Murua, es un libro con registro de diario. En alguna de las páginas del libro aparecen unas palabras que resumen perfectamente este período que transcurre entre los años 2005/2007
Soy editor y soy poeta (...) Si tuviera que definirme, podría decir que soy un idiota venido a menos.
Los sentimientos encontrados de Kepa Murua, es una confesión de sus deseos, necesidades, obsesiones, disputas, alegrías, viajes, sueños, desengaños fracasos, decisiones por tomar, decisiones duras, en algunos momentos, que tendrán una repercusión para el resto de la supervivencia que comienza a partir de esas decisiones. Este diario nos muestra las emociones de una vida, y lo que la rodea, en el cuso de esos años que se narran en el libro.
Desde mi lectura, creo que hay dos reflexiones importantes sobre las que el autor medita y valora una resolución, no quizá la mejor, pero sí la adecuada al momento que vive.
Por un lado, el cierre de la editorial Bassarai, que él dirige. La responsabilidad al intentar cuadrar números con horas y la franqueza al ver que el resultado no es suficiente para mantenerse y finalmente tomar la decisión de cerrar.
Por otro lado, la serenidad ante la ruptura de la relación sentimental con su mujer, el dolor que supone enfrentarse al derrumbe del amor, a la separación de su hijo de forma temporal, a la soledad que se avecina tras el divorcio... La aceptación de esto como parte del aprendizaje de la vida: un comienzo y un fin, irse y regresar.
Dos sentencias importantes que él concluye con estas palabras:
El tiempo que acaba con todo menos con la poesía
En este diario Kepa Murua nos acerca a otras artes como la pintura o la fotografía, al cine de Kim Ki Duk, de Polanski, a sus lecturas personales, las que están en su mesita de noche, y también a las que tiene que leer y valorar para la editorial. Así vamos descubriendo en este diario a un gran número de autores y de obras. También aparece el registro epistolar en la correspondencia que cruza con otros escritores y editores, y todo lo que ahí se decide, se debate, se sentencia y se dicen.
Nos acerca a otra de sus pasiones como es la música, un recorrido por diferentes intérpretes que van desde el jazz a Quuen’s,o a la clásica de Biber por ejemplo. Nos descubre instrumentos como la Kora, mezcla de arpa y laúd:
7 DE MARZO (2006)
Paso la tarde escuchando música. Diario de Malí, de Ludovico Einaudi y Ballaké Sissoko, es la historia de dos amigos que hablan lenguajes parecidos, pero a la vez diferentes, y es el encuentro de un viaje personal por el desierto y la luz de Malí a través de la música. El diálogo es libre, armónico. Las cuerdas de la Kora y las notas del piano suenan en un tiempo sujeto a las reminiscencias de una tradición invisible (…) página 152
Nos invita a bailar:
19 DE ENERO (2005)
Sí, la poesía tiene mucho de música, pero lo que pocos saben es que la poesía se acerca con naturalidad a la danza y se confunde con ella. Ya lo decía Solonov: <
Creo que este libro muestra el lado más humano de este editor/escritor/ensayista/novelista/poeta porque nos acercamos a él y a su día a día, podemos verle tomar café, paseando por la playa, hablando con su hijo o pensando en sus cuestiones personales.
El libro acaba el 30 de diciembre de 2007 con unas palabras que concibo como provocativas, felices, esperanzadoras pese a lo que ha pasado y frente a lo que inevitablemente tendrá que enfrentarse.
‘No te preocupes, habrá tiempo para todo lo demás’.
María Jesús Silva
Con un título como el de “Diario de un poeta y editor” se podría esperar que, como en otras memorias de editores, nos encontremos ante un anecdotario de autores más o menos conocidos y la justificación de un empresario que debe encontrar un raro equilibrio entre el comercio y la obra literaria. Todo lo contrario: en este libro de Kepa Murua apenas hay críticas o chascarrillos de poetas y escritores, y las páginas dedicadas al negocio del libro son escuetas y, más que nada, sólo sirven para dar pie a reflexiones más hondas. Sorprende también en este libro que, sobre el cúmulo de libros editados y escritos, sobre las numerosas ferias del libro a las que asiste con su editorial Bassarai, los viajes y los encuentros y desencuentros con escritores, las crisis familiares, el hombre que nos narra su vida a pequeños, aunque intensos sorbos, es una persona radicalmente sincera, directa y humana. Esta actitud del poeta ante sus propios versos y los de otros es la integridad y la reflexión:
“La poesía tiene mucho de música, pero lo que pocos saben es que la poesía se acerca con naturalidad a la danza”, dice en la entrada del 19 de enero de 2005, al inicio de los diarios recogidos en este volumen. En esta afirmación me recuerda al ‘espíritu danzante’, de Nietzsche, que más allá de las palabras, se mueve bajo un ritmo que aúna música y ritmo, y que excede a la palabra con la vida que brota de su interior. También en una entrada del 3 de febrero afirma: “La poesía y la música, un alma de doble fondo.” Estos pequeños apuntes pueden darnos una idea del tono de este libro, de su indagación sobre la vida a la par que de la poesía y del arte. En numerosas ocasiones Kepa Murua sitúa paralelamente las palabras ‘arte’ y ‘vida’ en sus innumerables variantes, pues la vida para el poeta es la materia de su arte y el arte el sentido de su vida. Imposible separarlas entonces, pues en toda experiencia de un creador se exalta la una y la otra como dos caras de una misma moneda. ¿Qué es el arte sino la sublimación de la vida, y para qué sirve la vida sino se vive con la intensidad de los sentimientos que nos proporciona el arte?
Cuando Kepa se autoanaliza como hombre múltiple, envuelto en libros, que conoce desde sus mismos orígenes—como creador y como productor—, afirma (1 de junio de 2005): “Soy un poeta metido a escritor. Un escritor independiente, y un editor que, con la calidad de lo que publica por delante, intenta situarse en la realidad sin ningún tipo de prejuicios.” Pero, ¿cuál es la actualidad del libro en este país?, ¿dónde están sus lectores, las ayudas institucionales a la cultura? No hay que mirar muy lejos para darnos cuenta de la dura realidad a la que debe enfrentarse un escritor y un editor en un país en el que más de la mitad de la población, según las últimas encuestas de CIS, no lee ni compra libros. Sin embargo, Kepa Murua responde a esta situación, a este llamémoslo ‘campo devastado’ de la lectura, con la fuerza de su voluntad, su trabajo constante y una sobriedad más propia de un anacoreta:
“Un rasgo importante para sobrevivir como editor es la austeridad. El editor debe ser generoso con los autores, debe ser feliz entre libros, mimarlos, cuidarlos, pero debe controlar sus gastos. Esos que llegan en taxi no son editores, esos que van al Palace no son los mejores editores. Debe coger el metro, reservar una habitación en un hotel limpio pero modesto, encargar una cena frugal, apenas trasnochar, beber un poco, no fumar, cuidar su cuerpo para que la mente esté en forma. Pagar lo necesario a los traductores, lo justo a los autores, eliminar gastos de teléfono o de transporte innecesarios, controlar el correo, gastar lo justo y vivir dignamente con una nómina al alcance de sus necesidades. Solo así podrá ser un buen editor, un día sí y otro también. Y debe saber elegir a sus amigos y confiar en sus distribuidores y libreros, después de haberlos visitado previamente.” (14 de octubre de 2005).
Pero junto al editor, en este libro nos encontramos también con el poeta, como una dualidad no siempre compatible, pues como nos recuerda en la entrada del 20 de octubre de 2005, “el mundo del libro no es el de la literatura.” Y no deja de sorprender la visión crítica del autor, y no sólo de los libros que vaya o no a publicar, como de los suyos propios, que ve preferentemente con la mirada de los que le leen, y se lo comentan por carta, en críticas o en comentarios fugaces. De los libros de los otros caben destacar autores—muchos debo reconocer que no los he leído—noruegos, daneses, alemanes, franceses, argelinos, brasileños o chinos y, ¡cómo no!, españoles y euskaldunes.
Entre los brasileños, que son los que mejor conozco, las apreciaciones de Kepa son las de un lector lúcido, de un buen degustador de la voz poética y de un conocedor de los entresijos de la psique humana. Habla de Ferreira Gullar, de quien publicó Murmullos (Barulhos), en la traducción de José Morella, o de Clarice Lispector, de quien no publicó ningún libro, con palabras certeras y ajustadas. Otras veces, sus opiniones están mezcladas con apuntes de la propia vida del autor al que se refiere como es el caso de Constantino Kavafis sobre el que, el 18 de febrero de 2005, escribe:
“Kavafis hablaba solo y gesticulaba por las calles de Alejandría los últimos años de su vida. Antes hay un poeta histórico, un poeta de la memoria, otro de los sentidos, pero, en su intimidad, coexiste el poeta religioso con el solitario que a duras penas supera sus problemas de identidad. En el fondo, las contradicciones del hombre afloran en su escritura… Era un tacaño, pero no era un hombre austero, era un poeta que dejó que el arte le comiera a trozos su vida, y fue un filósofo que a su manera vivió aparentemente sin entusiasmo. Ese es el don de su palabra, la distancia que impone sobre una realidad que le envuelve con todos los sentidos. Por esa razón, la historia más cercana, la de hoy o la de mañana por ejemplo, no altera el significado de su poesía, que es atemporal sin pretenderlo. Él fue el primer poeta moderno que experimentó con el valor de la corrección hasta dejar el poema acabado.”
Hay otros, muchos, poetas, narradores y ensayistas que encontraron un hueco en las ediciones de Bassarai. A todos ellos, Kepa Murua le dedica unas líneas en estos diarios. Entre los españoles, he querido recoger sus opiniones sobre dos escritoras: Luisa Etxenike, en cuyos libros “el mundo de la violencia que aparece diluida en el ritmo de los acontecimientos suaviza sus consecuencias ante el lector porque, aunque parezca contradictorio, sus novelas acaban con finales abiertos y esperanzados donde el espectador dispone su interpretación al servicio de una narración personal.” O de Pilar Salamanca, cuya novela La isla móvil publicó porque, como escribe en la entrada del 5 de octubre de 2005, “pocas veces una novela conjuga voces paralelas, incluso voces contradictorias, en un plano literario y con esa naturalidad que arrastra al lector a dejarse atrapar por la historia.”
Como he sugerido antes, Kepa Murua habla también en este diario de su producción artística, aunque prefiere hacerlo con las palabras de los otros, por lo que apenas destacaré algunos aspectos. En primer lugar, Kepa Murua es un vasco cuyo idioma materno es el euskera, pero eligió el castellano para su escritura, pues fue el idioma de su escolarización—drama de tantos vascos eusko-falantes—, y, en segundo lugar, este hecho, que le distancia de los poderes políticos nacionalistas y de amplios sectores radicales vascos, le acerca a otros idiomas con enorme frescura y desinhibición: “mi cultura literaria y lectora, a diferencia de mis colegas españoles, es europea y plural, porque me interesan en igual medida otros lenguajes y expresiones como son los propios del cine, del arte, de la música o de la filosofía.” No sólo, pues, se trata de los diferentes idiomas—danés, alemán, inglés, portugués, etc.—, sino de otros medios de expresión artística. En este sentido, Kepa ha ‘compartido’, como dice, libros con escultores (Cuando cierras los ojos), con fotógrafos (Flysch e Itxina), con pintores (Poemas del caminante) y con músicos como el libro-disco Poemas y canciones. De todas estas experiencias, como de sus poemarios y de sus ensayos sobre poesía, quedan registros en este diario.
Estamos, pues, ante un autor, un creador, poeta, ensayista, narrador, que toca todas las variantes del arte literario y que se aúna con el de la edición en un recorrido que va desde la idea original, que engendrará una obra hasta el punto final, el objeto mismo del libro, pasando por un análisis de las obras que han pasado por sus manos o de las personas que los han escrito, a quienes retrata con pluma certera, serena, evitando todo desaire o prejuicio. También está el Kepa Murua viajero que describe Quebec, Nueva York, Buenos Aires, São Paulo o Londres con pinceladas de poeta y de pintor, como ocurre en la primera entrada del libro (4 de enero de 2005), donde anota: “Londres de noche, un paseo por el Támesis. Las luces de la ciudad como un cuadro donde la lluvia se mezcla con el brillo del agua.” También se encuentra en este diario al hombre solitario, al ser humano lastrado por el desamor y el desaliento, que afronta la separación de su pareja, así como al luchador que continua empeñado en construir una relación humana y sentimental satisfactoria. En todo caso, más que una novela, como algún crítico ha señalado, o una autobiografía, este libro semeja un autorretrato, que no es lo mismo. Las autobiografías, como las novelas, son narraciones con un tono, donde los recuerdos se manipulan—consciente o inconscientemente—para ofrecer un prototipo del personaje, para forjar un retrato ideal. Sin embargo, los autoretratos se consolidan en un breve espacio de tiempo y sólo muestran el momento del ‘yo’ en el que el pintor ejecuta su obra. Igual que sucede en los autorretratos de Rembrandt, Goya o Van Gogh, por nombrar tres pintores de tres épocas y estilos diferentes que han destacado en este cometido, Kepa Murua nos da, con pinceladas breves, casi puntillistas, los detalles de sus estados de ánimo, los tonos, colores y gestos que le definen como ser humano en esa especifica situación vital que le ha tocado vivir. Y lo hace, como en el caso de los pintores mencionados, con una radical sinceridad. Quien quiera conocerle le encontrará en estos diarios y también quien quiera conocerse a sí mismo, puesto que todo hombre puesto en pie, que se afronta a sí mismo, es él y cada uno de nosotros, como réplicas todas y cada una de un mismo modelo.
Antonio Maura