Javier Fernández Rubio (Santander, 1966) es periodista y editor. Licenciado en Ciencias Sociales y de la Información por la Universidad del País Vasco, ejerció el periodismo durante 26 años, primero en El Diario Montañés y después en El Mundo Cantabria, ocupando sucesivamente en este último los cargos de redactor jefe y subdirector. Ha colaborado y publicado en numerosos medios audiovisuales y escritos: como el diario.es, El Mundo, El Cultural, El Magazine, El País, Abc, El Correo, Cantabria Económica, y la Agencia Colpisa, por citar algunos ejemplos, y es habitual en tertulias y programas de radio y televisión. Es fundador y director de El Desvelo Ediciones, una editorial de carácter literario radicada en Santander, desde hace siete años. En su editorial también es el responsable del diseño de las publicaciones, una actividad que desarrolla bajo el sobrenombre de Bleak House y que le ha hecho merecedor en dos ocasiones del premio al Mejor Libro Editado en Cantabria, concedido por la Consejería de Cultura de esta Comunidad. Sus libros también fueron finalistas previamente del Premio Visual al mejor diseño editorial. Ha publicado también cuatro libros propios, de los cuales dos son poemarios: ‘Cosas que solo suceden cuando a ti te pasan’ y ‘Lamberto Ricci’; y ha recibido el premio Ana María Cagigal, que concede el Ayuntamiento de Santander, por un relato sobre mujer. Todo ello puede resumirse en una pasión por el libro y la letra escrita, desde que allá, siendo adolescente, descubriera un mundo tan real como la realidad, pero más limpio: la literatura.
Lamberto Ricci, un libro de poemas de Javier Fernández Rubio
Lamberto es el personaje protagonista de una mínima estructura narrativa que da pie a los poemas.
Los poemas se dividen en tres partes, que van progresando sobre el dolor del amor, el dolor de la guerra y el dolor de la muerte.
Aunque cada poema sea autónomo, el libro alcanza un efecto acumulativo al final en un discurso breve sobre la trascendencia.
Poética
Desde el Siglo de las Luces, nuestra cultura está prendada de la ciencia hasta el punto de que se ha generado un pensamiento mágico en torno al poder de ésta. Creemos que la ciencia tiene o alcanzará respuestas para todo, pero la ciencia es un burdo escalpelo para el misterio que envuelve nuestras vidas. El misterio, llámese Dios, llámese Eternidad, nos está vedado y la ciencia se aproxima a él de la mano de un materialismo que, por definición, tiene un límite cuando salta de lo material a la conciencia. El arte, y la literatura en este caso, no son ciencias, pero pueden contribuir a desvelar el espacio del misterio con su único instrumental, el lenguaje, tan pobre él, tan insuficiente para ahondar en lo profundo. Y dentro del campo de la literatura, la poesía es el género por antonomasia para adentrarse en ese campo inconcreto que condiciona todas nuestras preguntas. Habrá quien crea que la narrativa y el ensayo también pueden contribuir a ello, pero creo que la poesía tiene un componente misterioso, un poder taumatúrgico inexplicable, frente a la racionalidad de la prosa y la no ficción. Por ello, puede decirse, y así me muestro convencido, que la poesía es un misterio con el que el hombre se adentra en otro misterio. La tarea está condenada al fracaso, vaya por delante. Desvelar qué hay más allá del pesado cortinaje que nos impide ver lo Eterno es una tarea aproximativa, pero no conclusiva. Pero en esta tarea fallida, la poesía es reina absoluta, muy por encima de otros campos y, por supuesto, muy por encima de la ciencia, que podrá hacernos la vida más larga y más cómoda, pero que nunca podrá responder a la pregunta de qué es vivir y por qué estamos vivos.