Es difícil mantener una industria como la cinematográfica sin caer en la repetición. Y no lo olvidemos: Hollywood entendió hace muchos años que lo suyo era una industria, un negocio. El cine y la calidad unidos podían relegarse a pequeños artefactos puntuales o a directores emparentados con el cine de autor. Pero no nos equivoquemos: América hace buen cine si entendemos que éste es una forma más de entretenimiento. Para pensar o reflexionar sobre la vida ya tenemos las películas francesas. O chinas. Pero, como decíamos, es difícil mantener una industria, sin que caigamos en las repeticiones: los remakes, ese gran concepto, que aunque no sea nuevo parece cada vez más actual. No olvidemos, por ejemplo, que Luna nueva (His girl friday, 1940), con Cary Grant y Rosalind Russel, y dirigida por el gran Howard Hawks, no sólo era una adpatación de una obra de teatro (The front page) sino que fue la segunda de las cuatro versiones que se filmaron. Y la tercera, Primera plana, de 1974, estuvo dirigida pro Billy Wilder e interpretada por Jack Lemmon y Walter Matthau. Casi nada.
Pero retornemos a la actualidad. Se ha anunciado la nueva versión de Ben-Hur, que ha dirigido Timur Bekmambetov, a partir de la novela original de Lewis Wallace, con el británico Jack Huston (en el papel de Judah Ben-Hur), Toby Kebbell (en el de Messala) o Morgan Freeman (como Ildarin, el dueño y entrenador de los caballos de la famosa carrera de cuadrigas). Ben-Hur ya fue llevada al cine en varias ocasiones, la más conocida en 1959, protagonizada por Charlton Heston y dirigida por William Wyler. Han pasado casi sesenta años y se mantiene aún como una película enorme (la escena de las cuadrigas sigue siendo espectacular), repleta de momentos brillantes de buen cine (más allá de sus once premios Oscar). Por qué entonces una nueva versión y no limitarse a homenajes como el de la carrera de vainas de La amenaza fantasma. Conociendo el antecedente de una película como Ben-Hur, llevar a cabo un remake podría acabar en engendros como las versiones de Charada (La verdad sobre Charlie, en 2002), Psicosis (la de Gus Van Sant de 1998 quería imitar plano a plano la original de Hitchcock pero en color) o Desafío total (en 2012, con Colin Farrell en lugar de Schwarzenegger), por citar tres ejemplos. Y es que, a veces, sobran las imitaciones.