Un día esa mujer le pide a ese hombre que le haga una fotografía con el móvil, ella se ha quedado en el paro hace dos días, tiene que actualizar su currículum y necesita una imagen actual, se ha duchado, se ha secado el pelo, luego se lo ha peinado y se ha maquillado y cuando ha estado lista ha posado sonriente para él, ...
... hasta diez fotografías le hace ese hombre a esa mujer, unas más cerca, próximas al primer plano, y otras más lejos, que no van más allá del plano medio, que combina en unas con la mirada frontal y en otras con el rostro de medio perfil, después las repasan una a una hasta que finalmente alcanzan un acuerdo consensuado entre risas, de la fotografía en la que esa mujer transmite más energía y vitalidad, elementos necesarios, le dice ese hombre, para que a quien tenga el currículum en las manos le cause una primera buena impresión, al fin y al cabo la imagen es la puerta de entrada en estas cosas, le remarca esa mujer, y es cuando ella enciende el ordenador y se pone a lo suyo, al tiempo que él se va a buscar a los dos niños al colegio.
Un día ese hombre quiere llevarle unas flores a esa mujer, entra en una floristería, la tendera le pregunta, qué tipo de flores le gustan a la afortunada, y ese hombre se queda perplejo, no sabe responder, la tendera, ante su prolongado silencio le pregunta si está bien, sí, estoy bien, solamente un poco mareado, le responde, no sé qué flores elegir, la tendera le ofrece una silla para que se siente, al otro lado del mostrados, farfulla que se nota que es la primera vez que ese hombre le regala flores a esa mujer, él se sienta y ella le pregunta, a ver, qué signo del zodiaco tiene, ¿yo?, no, usted no, ella, ¿es importante?, pues claro, ¡qué cosas dice usted?, no sé, ¿en qué mes nació?, en marzo, ¿antes o después del veinte?, antes, entonces es piscis, después de todo va a ser usted un hombre con suerte, ese hombre medio sonríe, y la tendera le explica que las mujeres Piscis son amorosas y románticas, ¿me equivoco?, no, así que las flores que usted le regale deben ser delicadas, con ellas no conviene abusar de los colores chillones y hay que tender siempre que se pueda a los tonos rosados, ¿ le parece bien?, sí, como usted vea, y la tendera escoge media docena de lirios y media docena de rosas, que mezcla con tallos verdes todavía tiernos, ¿ve que bonito ha quedado el ramo?, sí, ya verá como hemos acertado, la tendera le dice el precio, ese hombre paga y se va.
Un día esta mujer está llorando, mi madre se acerca e intenta consolarla, en vano, porque esta mujer se rompe todavía más cuando mi madre le pregunta, a quién ha perdido usted, a mi hija, responde entre sollozos, mi madre la coge del brazo y se la lleva a uno de los bancos que hay junto a la fuente, yo me acerco a la lápida del nicho, que está en la misma altura, segundo piso, que la de mi padre pero cuatro posiciones más a la derecha, leo el nombre de la hija de esta mujer y debajo las fechas de nacimiento y defunción, y pienso en que toda la vida cabe en la elipsis del guión que separa ambos años, toda su biografía, absolutamente todo, todo lo que le aconteció en la vida, en el caso de la hija de esta mujer, transcurrida entre 1972 y 2016, tenía mi edad, me digo, y la miro en la fotografía, es la imagen de una mujer guapa que emana energía y vitalidad, un plano medio frontal, paradojas de todas las tumbas, reflexiono, esas fotografías que los demás eligen para representarnos de por vida, incrustadas en el mármol, llega mi madre, que ha dejado sentada y más tranquila a esta mujer en el banco, y me dice, no somos nada, fíjate la hija de esta mujer, se había quedado en paro y que enseguida la llamaron de un sitio, estaba contentísima, había llamado a su marido para decirle que ya tenía trabajo y volviendo a casa de la selección de personal se mató en un accidente de tráfico, y no me cuenta más porque llega ese hombre con dos niños varones de entre diez y doce años, y mi madre y yo nos retiramos hacia la tumba de mi padre, vemos como ese hombre coloca en la tumba de esa mujer un ramo de lirios y de rosas, con tallos verdes todavía tiernos, y como esta mujer regresa del banco, ha recuperado la compostura, abraza a los niños con una media sonrisa y le dice a mi madre que son sus nietos, mi madre se acerca y le dice, vaya nietos tan guapos que tiene usted, y continúan hablando de sus cosas las dos, mientras, por un lado, ese hombre y los niños permanecen quietos y en silencio delante de la tumba de esa mujer, y por otro, yo, retirado de la escena, cojo la libreta de notas donde me gusta escribir ficciones y empiezo a ponerle palabras a esta historia.