Poemas

DECIDME

Decidme si estaré en el canto
de algunos de vosotros, en vuestra
frente funeral, al lado de vuestros
labios o en la prosa gastada del sermón.

Decidme si enturbiaréis el aire,
en homenaje, porque así
me conocisteis.
Me fui haciendo
hombre junto a vosotros,
en la compañía y en lejanía,
a base de recuerdos, censurada
vida, golpes de página,
lucha siempre por vivir.

Decid si cuidaréis de los míos,
dulces réplicas felices de mí,
ausente ya la gracia, el amor,
aquello que más me hacía ser
y para lo cual vivía.

Decidme si estaré en un rincón
de vuestra noche, cuando en la calma
de los vuestros, con el viento
y el frío en lo más cruel de la noche,
emane como aparición, con mi mejor
rostro, en compañía de los míos,
promesas de aquello que pude ser.

LA FATIGA SUCESIVA

Constancia de la luz
en la germinación,
silenciosa labor,
nocturna y pasiva,
estirada, tamiz
del sol, especulación
con la temperatura,
esmero de la mano,
la fatiga sucesiva,
el amor, el reflejo
de las manos de un niño,
la saliva del beso
en la eterna juventud.

Podemos comprar cabellos
cenicientos, mas lograr
el grado de experiencia
para desgranar la tarde,
asomarse al vértigo
de la vida, la gran vida
que permanece callada,
eso si que estaría
muy, muy cerca del arte.

LA MADERA

La madera está prieta, seca y dura,
tiene tajos profundos, sospechamos,
le invade nostalgia del licor,
la sustancia aleada, materia
con la que la vida es más feliz,
o feliz simplemente, y le puede
la nostalgia, cierta fertilidad
desaprovechada, el desamparo,
la melancolía de las raíces,
el sabor de la tierra en los mismos
grises huesos; extraña la penumbra
y los sonidos de los demás seres
en la noche, bajo un fuerte olor
a muchas miserias, engrandecido
por la voluntad de más y más sol,
ramas y leyes, inmutables, firmes,
prietas, secas, como esa madera.

HAY CALOR AÚN

Escucho la sentencia obstinada
de la lluvia, el peso gris del agua,
la dureza animal del hidrógeno,
lo violento que puede ocurrir
sin amenaza. Me dejo llevar
por la multitud y echo de menos
a mis hijos, su mano breve y siempre
abierta. Echo de menos mi infancia
mientras fuera de mí el cielo sangra,
la noche esparce vientos de semillas,
distancias enteras. Parece ser
la hora del derribo, el impulso
final, la lucha, las contemporáneas
maneras de agregar sentimientos
justo cuando más vacío estás.
Y echo de menos mi juventud,
la meseta sin fin del horizonte,
la magia de mil veranos, la fe,
sobretodo la fe, el inmenso campo
de energía que hoy se hubiera abierto
paso entre la gente, es seguro
que habría dejado de llover,
me digo, es sólo una hipótesis,
no me importa si he firmado o no,
si estoy de acuerdo o no: me he llegado
hasta estos hombres, mujeres, sólo
por el calor, el calor nada más,
el sentido de comunión, me uno
ahora a ellos unos minutos
únicamente por la calidez.

La manifestación ya se disuelve:
vuelvo de nuevo a sentirme huérfano.