nº 184: mayo-junio 2018

Mariposas

Claudia Capel

claudia capel

Estaba enamorada de ti
cuando me mataste.
Me daba miedo el mundo
el pasado, mis padres
la gente, cruel, el futuro.
Me daba miedo todo
menos tú y nuestra casa.
Nadie nos hacía daño
en nuestros metros cuadrados
sin abrir la puerta
sin hablar con otros
sin compartir la trampa.

Ya no te quería cuando me mataste.
Teníamos dos hijos
y un perro en el patio
un perro que no entraba en casa
porque nosotros y los animales
no hacemos lo mismo.
Dos hijos, uno nuestro y otro mío.
Al nuestro lo dejaste huérfano de madre
y al mío también lo mataste.
Dicen los ángeles
que nos encontraremos en el cielo
sin nombrarte.

No te conocía cuando me mataste.
Tampoco conocía a tus amigos.
Me eligieron al azar.
Uno sale a cazar jirafas
y no importa cuál es
porque todas somos iguales
tenemos la misma piel
la misma cara los mismos huesos
todas andamos por ahí
provocando al destino
todas andamos por ahí
libres como si fuéramos asesinos.

Eras un gusano cuando me mataste
igual que yo, hundidos en el barro
en el turbio silencio de la humedad
en la mugre cotidiana de las cosas.
Gusanos que no nos parecíamos
en nada.
Yo era frágil como mi historia
y tú, enorme como el tiempo.
Me mataste y me condenarán
porque algo habré hecho pero
mientras se pudren tus manos
yo sigo escribiendo.

No estabas solo cuando me mataste.
Sabías que la vida, los vecinos
las costumbres, la justicia, la historia
los bares, las escuelas, los secretos
las cosas de familia, los libros sagrados
te acompañan.
Sabías que el gusano se come los sueños
además de la carne y los huesos.
Lo que no sabías cuando me mataste
es que el corazón predica en el desierto.
No sabías que volvería para contarlo
en cada mariposa, con todas las palabras.

Ya no existe el silencio.

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© 2018 Luke

ISSN: 1578-8644

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