LUKE nº 178 mayo-junio 2017

Ana María Freire

Las madres

Mariana pasó momentos muy difíciles antes que naciera su bebé.

lasmadres

Recuerdo el día cuando el doctor le indicó que debía hacerse los análisis para confirmar el embarazo. En ese momento pensó que sería una madre soltera, que su hijo no tendría un padre, y se aterró. Fue cuando pasó por su mente la idea de evitar que naciera el fruto de su relación amorosa.
Le expliqué la maravilla que es tener un hijo; un regalo de la vida.
En las primeras semanas estaba muy confusa. Sus indecisiones la entristecían.
Una mañana sonó mi celular. Era ella. Atendí y me dijo: «Tomé la decisión más importante de mi vida». Por un instante temblé pero después por el tono de su voz, intuí que el tema del aborto había concluido.
Los meses que siguieron fueron muy duros. A medida que el tiempo trascurría veía el crecimiento del vientre, sentía los movimientos del bebé.
La esperanza la fue transformando en una auténtica futura mamá Ella rehusó conocer el sexo. Me pareció bien, porque no era lo más importante. Cuando llegó el día agradecí al Cielo que me permitiera acompañarla.
Le dieron el alta a los dos días del nacimiento de Esteban.
Cuando entramos a su casa recordé mi propio regreso, con mis hijos gemelos. Sentí la misma soledad que en aquel entonces había oprimido mi alma. Traté de olvidarla encendiendo el equipo de música.
Al otro día y sin ganas tuve que despedirme de ambos, prometiendo que volvería pronto.
Hablábamos por teléfono todos los días. Había pasado casi un mes cuando volví a verlos. Al llegar, desde el jardín oía el llanto hambriento de Esteban. Ella me recibió con él en brazos.
Me alegró encontrarla tranquila y feliz. Nos sentamos.
Esteban succionaba del pecho de su madre el néctar sagrado. «Se recibe tanta ternura al amamantar un bebé que la lactancia parece una recompensa al gran esfuerzo del parto».
Nos miramos las dos y luego ambas miramos a Esteban. Mariana dijo:
-Jamás pensé que recibiría tanto amor. Las horas más dulces de mi vida, las estoy viviendo junto a él. Mientras lo alimento, me mira y acaricia mi seno con su manito. ¡Fijate, mirá! parece agradecerme con la sonrisa. Él, es lo más hermoso que hubiera perdido sin tu consejo.
«Es un trueque intransferible y secreto entre madre e hijo» pensé.
Observé por largos minutos el intercambio de mimos. El dedo índice de Mariana recorría el pequeño rostro de Esteban, como queriendo asesorarse de que estaba ahí, entre sus brazos. Él la miraba sin parpadear, grabando la imagen de la madre en sus ojos. El ángel que solo tienen los niños se durmió entre nosotras.
Y pensé: «¡Qué indefensos somos!»

Poética

Aunque soy creyente sin ser devota de alguna religión; leí muchas veces las palabras que ella escribió. Siempre me orientaron en el camino de la vida.

“No permitas jamás
que alguien venga a tí
y se aleje sin ser mejor y más feliz”

Madre Teresa de Calcuta