Una de las voces más atractivas de la actual poesía hispana ofrece un libro sobre el amor de pareja y la maternidad, pero también sobre qué frágil es nuestra intimidad ...
Título: Alumbramiento
Autora: Elisa Martín Ortega
Colección Cálamo Poesía; 18
80 páginas
210 x 140 mm
Rústica cosida
ISBN: 978-84-96932-99-9
ELISA MARTÍN ORTEGA (Valladolid, 1980) es escritora y profesora de literatura, además de desarrollar una labor investigadora centrada en las relaciones entre la cultura judía y la literatura hispánica, con un marcado interés por los estudios sefardíes. Es autora del libro El lugar de la palabra. Ensayo sobre Cábala y poesía contemporánea (Ediciones Cálamo, 2013) y de una traducción del Cantar de los cantares (2013). En colaboración con Gustavo Martín Garzo y Cristina García Rodero, escribió la colección de ensayos Los siete pecados capitales (2014) y, en el ámbito de la literatura infantil, el álbum Lo que sabe la luna (2016), ilustrado por Alfonso Ruano. Doctora en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra (2009), en la actualidad ejerce la docencia en la Universidad Autónoma de Madrid. Desde 2012 publica un blog sobre la maternidad y la primera infancia. Ha publicado los poemarios Corazón huido (2003) y Ensueño (2009), que mereció un accésit del Premio Jaime Gil de Biedma. Alumbramiento es su tercer libro en este género.
Elisa Martín Ortega se pregunta en el poemario Alumbramiento por la fragilidad de nuestros espacios y tiempos más íntimos en la vida contemporánea. «Los niños llegan al mundo cuando ya hemos vivido, vienen a colmar un deseo y a la vez a destruirlo con su sola presencia, se encuentran con nuestra pasión y nuestras heridas: nada está de verdad preparado para recibirlos», explica la autora. Sus poemas «hablan de la intimidad, de esa estancia invisible que solo a veces somos capaces de convocar, de la intimidad de una mujer con su amante; de la intimidad con el propio cuerpo; de la intimidad de una madre con su bebé (…) La verdadera intimidad es frágil como la más efímera de las flores. Saber protegerla es un arte». En ese sentido, para Elisa Martín Ortega, «la escritura necesita un cuidado similar, un espacio vacío, una distancia».
PRELUDIO DE AMOR
I
Nada hay en los pliegues
de mi cuerpo. Nada hay que presienta el deseo escondido, acurrucado
como un ovillo sobre mi vientre.
El deseo se recoge y se posa en un regazo:
es ligero, pero en mis manos pesa; pesa como la gran pluma del ave sobre sus tiernas crías.
Nos protegemos. Yo le caliento,
y él me devuelve su sombra, ingenua sombra de amor que se ha hecho pena de tanto no anidar
entre mis pliegues,
de tanto recogerse y preguntarme:
¿es verdad que me quieres?
II
(Silvia y bebé)
No sé quién vive en ti ni tú lo sabes.
Pero las dos
lo envolvemos en el frágil hueco de nuestros sueños,
y allí crece
a la vez que en tu vientre; allí recorre
los límites
de su misterio.
Cuando es todo latido, cuando nada se sabe, cuando el corazón bebe agua en el pozo de la vida,
solo entonces sentimos el calor de la primera noche,
de la primera voz, del primer beso.
Quizá, quien vive en ti todo lo sabe, quizá sus minúsculas manos
nos traigan el secreto, invisible secreto,
de lo que no se dice,
de lo que calla el cuerpo.
III
Te toco muy de cerca
y solo me revelas tu inocencia: descubres el secreto
de la quietud, la calidez,
el don del aire.
Te abrazo y tu inocencia llena mis manos
de pan y de peligros.
Son mis manos las que abren el camino a tu profundidad ingenua.
El miedo que en mí late es el dolor
del corazón dichoso, su última coraza,
la llave que posees de mi alma.