ISABEL BLANCO OLLERO
Natural de San Sebastián y residente en Pamplona desde el año 1984. Gestora cultural y poeta. Miembro fundador del Grupo Ángel Urrutia del Ateneo Navarro. Ha dirigido la Galería de Arte T-16 con proyectos culturales y exposiciones, así como trabajos de edición. Colabora habitualmente en prensa e interviene periódicamente en radio con programas culturales y trabaja en proyectos de Igualdad. Coordina Clubs de Lectura e imparte talleres literarios en colaboración con ayuntamientos y asociaciones. Colaboraciones en diversas antologías y revistas nacionales e hispanoamericanas. Algunos títulos de poemarios publicados: Tacto de Miel (2001) Desde las Ondas (2003) Salmo de tu cuerpo (2009) La permanente costumbre del Adiós (2011) El cuaderno de Montparnasse (2015) La dádiva de los extraños (2016). Creadora de los cantoemas –proyecto de difusión de la poesía– cuyo resultado fue la edición del Cd. Estación de Hendaya (2009) junto al compositor Pedro Planillo.
ENTRE SIGLOS
Es como si fuese amor
tu cercanía de lobo en celo:
aullándole a la luna de los espejos.
Intuyo en ti
el patio oculto de mi llanto
y las rosas que se niegan a nacer.
Es verdad que es como si fuese amor tus naufragios,
mis huellas de agua nieve en tu cuerpo,
las arenas de tus mares tan cerca de mí.
Pero bien sabes que todo estalla de soledad
por mi vastísima tristeza.
Es como si fuese amor,
sólo eso, como si fuese amor
y no este desierto que es una hoguera congelada.
MI NOMBRE ES SALWAH
Es posible que se acerque el mediodía
y que yo ni siquiera contemple la tarde.
Me acunan todas las madres antiguas,
me aguardan las absoluciones del tiempo.
Mi nombre es Salwah.
Como en un carnaval en el centro de un bosque
nos ordenan por números disfrazados
y máscaras entrecortadas, ávidas de cielo,
de una sancionada verdad en las cumbres internacionales.
Pero todo es mentira, cloro de ciudad
donde la noche es metralla que desviste
infancias y el cuerpo más níveo de la esperanza.
Pero, dime, dónde la luz y el milagro de las madreselvas,
me puedes decir dónde la parábola
que sostenía tu boca y tu pluma firmando acuerdos
y tareas salvadoras. Dónde acampáis, en qué susurro, en qué garganta
ocultáis el manifiesto de vuestros dioses parlantes.
Y te digo, mi nombre es Salwah.
Yo sigo cerca del polvo, a la sombra de los mares
que no reconocen a sus ancestros. Mares de engañosas ubres
para con niños leves. Niños pájaros, niñas niebla,
niños agua.
Y yo habito junto a las vías de un tren derrotado,
junto a la herencia sin alma de la vacuidad. La misma
que florece de vergüenza en las reglas
de todas vuestras naciones.
Mi nombre es Salwah. De esto hace ya tres años
y el color que nos incendia a los desplazados
ya no anhela más patria que aquella
que amorama el enemigo.
Dónde la parábola que sostenía tu boca y tu pluma.
SUCEDE
Sucede que esta mañana ha nacido con tu nombre
que las horas de la ciudad saben de tus señales y deseos,
de las luces de neón, de los días de danza y aliento,
de las tardes y las madrugadas de las aguas
donde su cumplían olas con tus signos.
Y todos los temores de desvanecen
en la seguridad de una conciencia renovada
donde el viajero del pasado es ya un desvarío
y surge la despedida del miedo,
tal vez sea para siempre.
No ignoras que es como el más leve temblor
y a la vez, la más poderosa victoria de tus días.
Fuera de tiempo, existe sólo el tiempo. La desnudez blanca
donde la nada es sólo una palabra,
porque anida un nombre en tu interior, una victoria
que no es inventada,
un anhelo, un afán que construye las horas nuevas de tu mundo,
que sabe de ti y de tus cosas,
un año nuevo que se te acerca
libre de complejos porque es un niño.
Todo viene como recién creado
y anhelado, como las miradas claras
donde se despierta el rumor naciente de la dicha.
Por fin observas el desmayo definitivo
de algo que se parece a la tristeza.
UNA MAÑANA SIN OJOS
Una mañana sin ojos
es algo que se ciega en la piel
y abre la mirada de la tristeza
Así algunos días de este verano
donde el galope de los seres impunes
nunca se detiene
Desayunan juntas las horas
y su ebriedad
sus limitaciones
sobreviven en la soledad
del horizonte
Es tiempo de amanecer
y yo aún me encuentro
aguardando su reflejo.