El hacedor de titulares

No es muy habitual que dos periodistas dejen a un lado el interés de sus medios de comunicación y decidan compartir la investigación de una noticia. Tampoco que dos autores escriban a cuatro manos una novela y el lector no pueda distinguir la autoría de los capítulos. Porque El hacedor de titulares en una historia sobre dos periodistas —Alberto Pilares y Erika Doval— firmada por dos escritores —Álex Oviedo y Elena Sierra—, lo que podría llevar a pensar en paralelismos. Los hay, sin duda. Se nota que Oviedo y Sierra saben de lo que hablan, del periodismo cultural, disfrutan de las opciones que les da relacionarse con creadores pero también son capaces de colocar su ojo afilado en el gremio como lo harían los periodistas clásicos. Las referencias a Lou Grant o a Luna Nueva marcan la pauta de esta novela de engaños, de ironía, de fino sentido del humor.

Sus autores la definen como una “falsa novela negra”, quizás porque El hacedor de titulares se nutre de los estereotipos de las novelas de género sin llegar a serlo. Gumersindo Gutiérrez es un escritor de éxito, que viene a presentar su nuevo bestseller. No se sabe demasiado sobre él salvo que sus dos últimas obras se han colocado en el top de las más vendidas. La sintonía entre el escritor y los periodistas servirá para que este les confiese algunos secretos: su empeño por salir del olvido literario, la búsqueda de un nuevo nombre que le catapulte al éxito, el abandono de todo lo que hasta ese momento ha sido su vida. La repentina muerte del escritor pondrá a Erika y Pilares en el camino de otra serie de incógnitas, que la novela va desgranando con pulso firme.

No se trata, como decíamos de una novela de intriga, tampoco de una novela negra, sino que la investigación policial sirve de excusa para hablar sobre periodismo, sobre la crisis de la profesión —y de un país que se acostumbró de pronto a acrónimos como los ERE para referirse a los despidos—, pero también sobre las corruptelas que esconde la política cultural de cualquier ayuntamiento, temas no tan habituales en nuestra literatura. El sentido del humor, latente en todas las páginas o la exageración de algunos de sus personajes —incluso de los nombres utilizados para ellos— convierten la obra en una sátira sobre el periodismo pergeñada por dos escritores en buena sintonía. Una novela sencilla, bien escrita, que se lee con una sonrisa en la boca con dos protagonistas de largo recorrido.