nº 183: marzo-abril 2018

Poemas

Guadalupe Mondragón

Guadalupe Mondragon

BIOGRAFÍA

Nací en el Estado de México pero soy de Guerrero, México (1992). Mis intereses vitales son la lectura, la escritura, la fotografía, beber café de Atoyac, comer enchiladas verdes, caminar y correr con o sin mapa. Estudie Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); Editora de la Revista Académica Teotlaco sobre Escritura Académica y formación inicial en investigación en el Colegio de Ciencias y Humanidades plantel Oriente (CCHO). Actualmente escribo un diario.

POÉTICA:

Escribo para no morir.

Lo que no murió: Diario

I
Carlo Coccioli y el inicio de un diario

“La escritura de Tioni es su retrato; lánguido y pueril”.
Carlo Coccioli

Hace poco llegue al café que frecuento en la calle Regina del Centro Histórico de la Ciudad de México. Es un espacio pequeño poblado de silencio y olor a cardamomo donde se puede leer sin premura. A eso he venido: a leer y por lo visto, también a escribir.

De la mochila roja saqué un atril azul y Mi diario, libro de Carlo Coccioli que compré hace un par de sábados en el Callejón de los libros, entre el Palacio Postal y Palacio de Minería. Observé la portada, recorrí sus colores y letras como si acariciara una mariposa o las venas de una mano masculina; como si se tratara de un ritual lo abrí, leí las primeras palabras, pasé las primeras páginas que alguien más también había pasado y quizá con una navaja o tarjeta telefónica deshizo el intonso. Comencé la lectura del diario, apreté con cierta delicadeza el libro. No sirvió de mucho traer el atril, ya no pude soltarlo y dejar de leer hasta el párrafo 32 donde encontré la oración que ahora uso de epígrafe, así como la necesidad de escribir sobre ella.

Coccioli escribe que en un diario las fechas, los nombres y los lugares no son determinantes por su tiempo y espacio definidos porque “todo está mezclado”. Es verdad, el tejido continúo en la misteriosa tela de la vida es como un bucle que nace y forma danzas en su cuerpo giratorio donde se repiten y entretejen infinitamente diversas voces. Sin embargo, cuando escribo hay un tiempo y espacio específico, como este día en el café Regina, con cierto matiz, color, recuerdo y encuentro. Escribo las fechas, horas y lugares no sólo porque me gusta, también porque hacen presentes los momentos en los que me he sentido más viva que nunca. Como ahora. Escribir, entretejer palabras, me lleva a un puerto en el que camino. Escribir es autoretratarme, crecer. Por ejemplo, no me gusta lo que escribí entre los 18 y 20 años. ¿Diré lo mismo de este escrito en un mes o cuando tenga 30 años? En poco más de una semana cumpliré 24.

Si la escritura es mi retrato, lo que escribo dibuja los andamios de eso que voy siendo y dejando de ser. Muestra los caminos a los que me inclino, diversos rumbos en constante andar, bifurcaciones que me invitan a las formas de la vida. ¿Hay algo más claro que la escritura? Para Balzac, sí. La vida misma, esa qué pasa cuando leo. Sin embargo, cuando leo y escribo no se me va la vida; me ayuda a aclarar un poco más la vida que vivo.

¿Cuál es el retrato de mi escritura? No es disciplinada, matutina o nocturna. Es un llamado violento de sobrevivencia. Es una necesidad que se hace presente hasta en sueños. A veces siento que ella, la escritura, es una entidad independiente de mí, pero nace en mí… ¿o nazco en ella? Pareciera que tiene voz propia y yo sólo transcribo lo que grita y celebra. Pareciera… En las mesas situadas a mi derecha algunos profesores y estudiantes celebran su exposición fotográfica. Ellos hacen otro tipo de retratos.

Recuerdo a Cortázar, en Rayuela leí “Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”. La esperanza como la escritura son la vida misma defendiéndose. Una forma de continuar viviendo. La escritura es una de las expresiones que tiene el hombre para defenderse a sí mismo. Ese decir la vida como desde el fondo de un pozo o a la orilla del mar. La escritura es una forma de ser y estar, y muchas veces marcharse. No puedo sujetar el vuelo del alma, cualquier vuelo, porque me elevo con él. Sin embargo, miro las hojas rayadas, blancas, mojadas o amarillentas por los años sin presencia, las servilletas sucias como piedras hablantes donde la tinta reposa en su firme trazo. Seguro mañana habrá más papel, servilletas, cuadernos y guardas donde escribir, pero aquí está toda mi alma. Si el alma no se puede ver, seguro la podemos leer, porque alguien la ha escrito.

Café Regina, Centro Histórico de la Ciudad de México. Sábado 5 de noviembre de 2016. 18:22 horas.


Río de preciosa alegría

a Jorge.

Quién no ha sentido caer

el peso de la pluma, la tinta

esa imbebible agua de las palabras

como pájaros en llamas,

mar de peces enfurecidos,

árbol de flores hablantes

En la palabra la presencia inquebrantable

La mano, nido de palabras

que alberga la caída,

tatuado navío del alma

He sentido caer

el peso del cielo las palabras

y me vierto en hojas

fuerte de símbolos azules

trazos, curvas y líneas con senderos

de mis añoranzas celestes

He sentido caer

el peso de mis palabras

y mi cuerpo se forma

de letras palabras

semejantes a las que a él lo forman

palabras que guardan amorosamente

los libros marítimos

y poemas caminos

y canciones resucitadas

y bailes sexuales

y comidas encebolladas

y bebidas debidamente embriagantes

y besos fuertemente amachimbrados

y abrazos perpetuos

y hoteles desfallecientes

y golpes calientes

y más…

y lugares pisoteados

y decisiones restringidas

y andares libres entrelazados

y noches y madrugadas y días

y otra vez noches

que dicen su nombre y mi nombre

y los nombres que se van

y los nombres que se quedan

Hoy puedo escribir

que en mi alma, esa navegante

he sentido formar

ríos de profundo llanto de palabras y cantos

ríos de preciosa alegría de palabras y aventuras

¡Vida!

De metro Pantitlán a Cuatro Caminos. Viernes 23 de octubre, 2015. 9:59 horas


Escribir

Soy incapaz de escribir
de dibujar algunos nombres secretos que gritan,
que son invocaciones de la memoria
El olvido no existe

Al escribir me retrato en líneas azules
llamas del pensamiento
y del inventario de presencias
Pero hay algo que no queda escrito

¿Por qué escribir? ¿por qué no morir?
Escribir es vivir, responder al tiempo
y al silencio extraviado
Es un encuentro de caminos
donde mi resistencia es una sombra
que camina a mi lado
sin enfriarse totalmente

Escribir es como orar al anochecer
ante los golpes inesperados, un deseo de liviano despertar
A fin de cuentas una forma de seguir,
la escritura no termina, retrata su andar
Nace en mí y nazco en ella
y puedo vivir un poco más

Café Regina, Centro Histórico de la Ciudad de México.
Miércoles 1 de diciembre, 2016. 20:02 horas.

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