BIOGRAFIA:
Manuel Felipe Álvarez-Galeano (Medellín, Colombia, 1987). Sus orígenes e infancia se remiten a El Peñol. Filólogo hispanista de la Universidad de Antioquia. Poeta, ensayista, narrador, traductor y conferencista. Docente universitario de griego, italiano, portugués, latín y distintas materias humanísticas. Ganó el tercer premio en el XI Concurso Internacional Bonaventuriano de Cuento y Poesía, en Cali, Colombia; Accésit en las ediciones 2014 y 2106 del Concurso Internacional “Puente de Palabras" en Rosario, Argentina; mención de honor el Concurso Internacional “Mil poemas por la paz de Colombia” en Cali. Recibió espiga dorada y diploma como embajador cultural de Las Américas en Tembladera, Perú y condecorado con el Premio Literatudo “Monteiro Lobato” de Brasil. Sus poemas han sido publicados y antologados en once países y traducidos a cuatro idiomas. Ha publicado los libros El carnaval del olvido en Málaga, España (2013); Recuerdos de María Celeste en Medellín (2002) y la novela El lector de círculos en Chiclayo, Perú (2015). Ha participado en varios congresos y festivales de Latinoamérica.
El “Boom” literario en América Latina es un prisma de visiones y perspectivas que responde a las demandas circunstanciales del momento y espacio que representa. No es, por tanto, una respuesta casual, sino un artefacto histórico que se desinhibe explosivamente y se funda como un constructo social con distintos actantes: el autor, el editor y el lector. Más allá de esto, hay una maquinaria comercial que encuentra en la literatura un método de darle relieve a un nombre, a través de una apuesta que puede tener vencedores y vencidos. En todo caso, dicho concepto que se sustenta desde su particular origen en la onomatopeya, ha tenido su percepción favorable y desventurada, tal como señala Donoso (1998, 13): “[…] significa estallido; pero el tiempo le ha agregado el sentido de falsedad, de erupción que sale de la nada”. El “Boom” es uno de los cocteles más estirados del siglo XX que tiene invitados con carta oficial, otros que se sienten invitados, otros que no quieren posar en las fotos y, finalmente, otros que no son invitados y que serían detonantes, según varios estudiosos, en la sostenibilidad del concepto, siendo Herra (1989, 3) una de esas figuras reflexivas que desmenuzan dicho momento artístico y social: “Muchos hablaron del ‘Boom’, unos para defenderlo otros para detractarlo, unos porque se consideraban parte de él, otros porque se sentían excluidos”.
En definitiva, este momento marca un compás que ubica a la narrativa latinoamericana en un patrimonio con antecesores y herederos o la “internacionalización de la novela latinoamericana” (Herra, 1989, 3) como diría José Donoso, el celebrado autor chileno de El lugar sin límites, quien hablaría de varias categorías como “proto-boom” que incluye autores inmediatamente anteriores; un “junior-boom” de una efervescencia más fresca y juvenil; el “petit-boom de la novela argentina” y un “sub-boom”, cuya obra no goza de una mayor trascendencia internacional (Herra, 1989, 18-19). A propósito, dicho autor plantea la aristotélica discusión por el acto de negar como ejercicio de validación, cuando afirma: “[…] se debe más que nada a aquellos que se han dedicado a negarlo”.
Más allá del significado que germina la obra de García Márquez, Fuentes, Vargas Llosa y Cortázar, Herra (1989, 4) discute la consecuencia de este concepto, arguyendo que hubo autores que merecieron, dada la calidad de su trabajo, tal reconocimiento, Manuel Puig y Jorge Amado, por ejemplo. De esta manera, contiende la reforzada limitación del “Boom” que desconoce la relevancia que pueden tener autores que se suscriben más allá de su evasión mediática o su negación a los cónclaves del espectáculo que, en síntesis, representaría los factores externos del “Boom”. Además, desconocería el significado de obras poéticas, ya que en esta ruleta importa la demanda de un público lector que crecería de manera exorbitante y se justificaría en lo que Herra (1989, 4) menciona: “[…] es la narrativa la que atrae más público lector”. Las circunstancias que cita esta autora especificadas en el ostensible crecimiento demográfico y urbanístico permite estimar que: “Así, aparece en los ojos de los escritores urbanísticos una nueva problemática que hace desplazar su enfoque del campo a la gran ciudad” (Herra, 1989, 5). El narrador ya se fija en un antropocentrismo y prensa al sujeto moderno en un azar de difuso gregarismo, que excede el precedido folclorismo, ya que hay el surgimiento de una intromisión más intensa del “yo”, lo cual sería detonante en las lecturas de Hesse y Camus: “Los escritores entran en conflicto con el psicoanálisis y con el existencialismo, todo lo cual provoca en los narradores una nueva visión del mundo” (Herra, 1989, 5).
Esta misma ocupación piensa el sujeto social desde una dinámica más consecuente con un carácter global y se vincularía con España en un proceso de amalgamiento y sucesión al realismo social surgido en la posguerra. Ante esto, Gracia (2004, 47) describe el panorama tras la guerra civil y qué factores se dieron o entorpecieron la recepción, inicialmente, de obras latinoamericanas: “España es entonces territorio esquivo y hondamente receloso, cuando no directamente enemigo de toda modernidad”. Esto se daría por el conflicto identitario que explota, simultáneamente, en España y Latinoamérica, aunque en distinto marco, ya que en la segunda se dispone un ejercicio de más amplitud y, por ende, bajo un flujo más modernizante, según plantea Gracia (2004, 49) sobre los autores del “Boom” y su influencia en España: “[…] decidieron la presencia en Hispanoamérica una mentalidad rigurosamente moderna”, por tanto, esa influencia latinoamericana impregnaría una benignidad que se haría más que atractiva para España: “[…] van a intervenir en un proceso cultural como agentes del cambio histórico de la mentalidad y la sensibilidad del español medio” (Gracia, 2004, 49).
Uno de los factores, según señala Herra (1989, 5), que los nuevos narradores imprimían a la literatura “[…] es la concepción de la obra literaria como un artificio […] deja de ser un documento político o geográfico […] y se convierte primordialmente en un producto literario”. Es un plano que instrumentaliza la escritura y la dispone como artefacto que, indefectiblemente, responde a las demandas de un mercado. Se sostiene la idea de que el “Boom” es un fenómeno que permea a otros estamentos de la cultura más que responder a una constancia estética, como sucedió en semejantes movimientos reactivos como el nadaísmo en Colombia. Sin embargo, Herra (1989, 6), aclara que “Esto no quiere decir que la novela haya perdido su función social, moral o didáctica, sino que es, antes que todo, una obra de arte”. Aunque no hay univocidad o estricta uniformidad estética, como se vería en las vanguardias, sí hay actitudes remantes y caracteres que imprimen una recurrencia diatópica, por ejemplo, Herra (1989, 6), señala que: “[…] el absurdo, lo azaroso, la sinrazón, predominan en el acontecer narrativo”. Además de eso, se subraya que el “Boom” adopta un ejercicio experimental que las narraciones, juegos temporales, experimentaciones sintácticas, una renovación, o mejor, alteridad en el discurso racional de instancias estilísticas anteriores.
La construcción de un público lector que, definitivamente, es el que le daría ese valor demanda-producto a las obras latinoamericanas se estrecharía en la noción de que “El más importante de los caminos de reconocimiento de un autor es el que parte del lector” (Herra, 1989, 13), tal como cita de Rodríguez Monegal, quien es figura fundacional de este concepto. Esta importancia del lector sugiere una lectura acuciosa de las demandas que fueron sagazmente intuidas por los editores, quienes visualizaron el surgimiento de una urdimbre sostenible de lectores: “La editorial Seix Barral […] supo aprovechar muy bien el “boom” ideológico promovido por Cuba y por la izquierda latinoamericana y se convirtió en líder del mercado del libro” (Herra, 1989, 15). Esto exhibe la idea de que el “Boom” tiene como factor determinante la industria y el mercado literarios hasta el nivel de que algunos consideren a Carlos Barral “[…] como el creador del “boom”” (Herra 1989, 15). Sin embargo, el “Boom” no fue corresponsal indispensable de las nuevas editoriales; muestra de ello es la crisis de estas en los setenta: “[…] con ello se desmiente el mito de que el “boom” fue el gran negocio de los editores” (Herra 1989, 15). No obstante, dicha importancia se solidificaría en el surgimiento de revistas y concursos literarios. Dicho artilugio de popularidad no es producto inmediato de la segunda mitad del siglo XX: “Los orígenes de la popularidad del “boom” se remontan a fines del siglo XIX cuando por vez primera la literatura hispanoamericana fue aceptada en España […] hablo, por supuesto, del Modernismo” (Herra, 1989, 17).
Esta instancia artística y sociohistórica es un momento que ara nuevos cultivos artísticos y que engalana la identidad latinoamericana con una significativa ubicación en la literatura mundial, más allá de las negaciones, validaciones y polémicas que aun siga generando tras el peso histórico luego de 1972, cuando, supuestamente, decae el “Boom”, aunque, quizás, es el momento exacto en que firmó su eternidad.
Bibliografía:
Herra Monge, Mayra. El" boom" de la literatura latinoamericana: causas, contextos y consecuencias. Universidad de Costa Rica, Sede de Occidente, Coordinación de Investigación, 1989.
Gracia, Jordi. "Una larga celebración: las letras españolas e Hispanoamérica entre 1960 y 1981", La llegada de los bárbaros: La recepción de la literatura hispanoamericana Nuevos narradores hispanoamericanos: la herencia del “Boom” J.Javier Fernández Díaz 2 en España, 1960-1981, Barcelona, Edhasa. 2004: 47-81.
Donoso, José. "Historia personal del “boom”." Madrid, Alfaguara, 1998.
ISSN: 1578-8644
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