nº 182: enero-febrero 2018

Y si no se llamara Ángel González (diez años después)

Jkar Landa

juankar landa

Jkar Landa (Donostia, 1963). Inquieto, ingenuo y polivalente agitador cultural. Ha colaborado en los últimos treinta años en diferentes publicaciones musicales del país, especialmente en Euskadi (EGM, Liberación, DV y Deia). Como cantante y músico ha publicado una docena de álbumes en bandas como Iguales y Tu, Sanchis y Jocano, Gruppo Dos, y en solitario, además de haber participado en el proyecto colectivo “Gainsbourg Gainbegiratuz”. Su penúltima creación se titula “Kardinales”: un collage de música, literatura e imágenes. Acaba de musicalizar poemas de Cesar Vallejo, y prepara el cortometraje con su formación “Para Ke Engañarnos”, con los que actúa en directo.

El poeta. El poeta y el profesor. El poeta, el profesor y el agitador. Y también el noctambulo incansable. El abajo firmante con su vaso de ginebra, y el cantor de boleros con uno de whisky, tres décadas después. Y los miles de versos que empiezan a andar por el Oviedo del Ensanche, con un padre ateo y un ama de casa de clase media; buscando a un hijo/hermano muerto y aprendiendo a tocar unos acordes de guitarra a manos de un legionario. Ángel González Muñiz nace con las muertes de la Guerra Civil y muere con la vida del siglo XXI. Postguerra, para él un “clima de vencidos”, mientras se entrega a las lecturas de Dostoievski, Chejov o Stendhal. Apareció una noche de 1956 en las tertulias de la casa de Carlos Barral, y se sentó con un coñac alejado de la charla. Lo tomaron por un policía, y unas semanas después se llevaba el premio Adonais con su primer poemario “Áspero Mundo”. “Para que yo me llame Ángel González / para que mi ser pese sobre el suelo / fue necesario un ancho espacio / y un largo tiempo”, escribió años después.

…y el profesor. Había estado recluido en un sanatorio de León, reposando su tuberculosis. Barajó sus inquietudes entre el periodismo y la música, pero terminó como funcionario de Obras Publicas de Madrid. La dictadura le había hecho “fieramente humano”, su compromiso no le hizo radicalizarse en el Partido Comunista, pero su esperanza le llevó a Estados Unidos, a dignificar la derrota como profesor de literatura hispánica en la Universidad de Nuevo México de Alburquerque en los años 70. Regresaba en vacaciones para estar con los amigos, para traerse algunas estudiantes, hasta que una de ellas, Susana Rivera, se hizo su compañera. Con algunos de sus coetáneos, como Gil de Biedma, lideró la poesía de la experiencia, un territorio donde la visión personal se infiltra en la huella de la ironía y de la coloquialidad. Su generación reconoció el sobresaliente de su vida y sus versos, “en Alburquerque comprendí que Ángel González es la clase de poeta que me gusta: aficionado a las mujeres, a los licores, al tabaco, a la noche hasta el punto de no hacerle demasiados ascos a la visita a comisaria, a la trova hasta el punto de no detenerse en el ripio”, afirmaba Juan Benet. Te llaman porvenir / porque no vienes nunca, se atrevió a escribir el poeta.

...y el agitador. Cuando Benjamín Prado comenzó a diseñar la biografía de Ángel González supo que era un pesimista con ganas de seguir siéndolo mucho tiempo, y tuvo en cuenta las lecciones de ese mejor amigo, José Manuel Caballero Bonald: la ironía, toda la ironía como infracción contra los biempensantes y los abstemios. La desesperanza también podía ser un arma cargada de futuro, desluciendo a Celaya o parafraseándole de manera impar. Dijo José Agustín Goytisolo que sus versos de amor eran para destrozar el corazón de una reina antigua o para poner salida a una moza asturiana o congoleña. Deshojando sus poemarios, hay mucha incertidumbre, aunque él prefiriese llamarlo “ocultación de la realidad”. Diez años antes de su muerte, ingresó en la Real Academia Española con un discurso que emulaba a su paternal Machado, antes había recibido el Príncipe de Asturias, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y en 2004 el Internacional Federico García Lorca.

Con su tiempo y contra su tiempo, así escribió Ángel González. Nada es lo mismo / habrá palabras nuevas para la nueva historia / y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde

…y también el noctambulo incansable. Y después de muchas horas de grabación, entre la piscina y la playa de Rota, Luis García Montero publicó un año después de su muerte “Mañana no será lo que Dios quiera”, una biografía novelada del poeta. Y con su viuda, Susana Rivero, tuvieron sus más y sus menos, algunos de los escritores que formaban parte de la Fundación ovetense del escritor, maldita herencia. Pero Ángel González, el poeta, el profesor, el agitador, tenía 82 años cuando acudió a una cena con sus amigos de letras (Almudena Grandes, Chus y Concha Visor, Javier Rioyo, Joaquín Sabina...) bebiendo, riendo y cantando hasta las cinco de la mañana en un piso madrileño. Horas después dejaba huérfanos a muchos de sus amigos y admiradores que acudieron al cementerio de la Almudena para despedir a Dios, a Ángel González, ¿a quién? Todo lo consumado en el amor /no será nunca gesta de gusanos

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