Antonio Maura, Carlos Nejar y Kepa Murua
El pasado 16 de octubre tuvimos la oportunidad de reunirnos en la Sociedad Bilbaína junto al poeta brasileño Carlos Nejar, el poeta vasco Kepa Murua y el escritor Antonio Maura. Se leyeron poemas del libro de Nejar, "Os Viventes", aún inédito en español. Se evocaron las figuras de Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Miguel de Unamuno, Gerardo Diego, Virginia Woolf y, junto a estos grandes nombres de la literatura, se recordó también el de Amarildo, el pedrero, hombre humilde, anónimo, que desapareció en tiempos de la dictadura militar brasileña. Se habló también de la infancia y de los pájaros, de los bienaventurados pájaros. Y de poesía, de la palabra y de su inmenso poder.
Carlos Nejar es un poeta brasileño, pero sus orígenes familiares son europeos, su apellido significa "carpintero" en árabe, pero sus ancestros son judíos. Su libro Os Viventes está dedicado a grandes figuras de la cultura y el pensamiento, pero también a la gente de la calle, a los humanos de a pie, que aún siguen viviendo pues han levantado su morada en la memoria.
Carlos Nejar es un poeta de la palabra: "la palabra es mayor que nosotros", dice. "La palabra asusta". Su poesía se levanta con poderosas alas de águila y emprende el vuelo a unas alturas desconocidas desde donde avista lo humano y lo viviente, el planeta con sus cordilleras y océanos, con sus abismos y, a lo lejos, los sistemas distantes donde reside lo desconocido. La palabra mueve los astros y es porque el amor anida en ellas.
Con el peso de agua de las palabras, Nejar emprende su vuelo poético, un vuelo preciso, pues el poema ha de ser exacto, matemático—cualquier exceso lo mataría—, donde lo importante es el ritmo, el impulso de la voz y del corazón.
La poesía está hecha de palabras y cada una de ellas es semejante a una piedra que se arrojase a una laguna de aguas calladas, donde desencadena una serie de círculos concéntricos, unos dentro de otros, como significados que rodean el Universo.
En la voz, a veces solemne, a veces sugerente, de este poeta vibra el aliento de los profetas bíblicos, de los grandes épicos que, como Homero, recorrieron los caminos, las veredas y las sendas iluminando a las gentes e inaugurando pueblos. Carlos Nejar— bíblico y épico, europeo y americano, árabe y judío—es, en definitiva, un poeta total, cósmico.
En sus poemas descubrimos las voces de los seres que poblaron la tierra y está la huella de lo sagrado. La única herencia que podemos dejar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos es una palabra que nos supera, pues en ella alienta el soplo divino. Sólo un profeta tiene su energía, sólo un épico su grandeza, sólo un poeta contemporáneo es capaz de traducir su mensaje a una lengua comprensible, a un canto que hombres, mujeres y niños pueden recordar y entonar.
La poesía es pura vida, pues se sustenta en el vuelo de las palabras.
Y siempre, como en los círculos concéntricos del lenguaje, repetimos las mismas voces, los mismos términos, las mismas ideas, como si no fuéramos capaces de escaparnos de la íntima realidad que nos envuelve: una realidad que es también verdad, una verdad que nos cubre como una túnica.
La poesía es como un cristal: reflejo en el tiempo.
La poesía camina, tiene un espíritu que discurre como las aguas de un río, es la respiración del pensamiento.
Carlos Nejar habla y su voz se dilata en círculos cada más amplios, y cuando llega a abarcar el cosmos vuelve a nosotros para circunscribirse en una identidad tan nuestra como universal. La palabra nos supera, porque viene de lo más alto. Y por eso los pájaros de Juan de la Cruz vuelan sobre la Morada del Viento, que es donde vive el poeta.
La palabra nos supera y nos asusta: nos arrastra en su vuelo.