Obra : Naranjas
Relato : José Manuel Botana
Técnica : Composición Fotográfica
www.josemanuelbotana.com
Desde la esquina, miro la nueva calle inaugurada por el alcalde hace unos días. Hay una ferretería con un hinchable gigante que el viento tumba sin ninguna contemplación, al lado una vendedora de zumos artesanales coge con sus pequeñas manos las naranjas del saco y las lanza una a una hacia un cubo de agua grisácea donde flotan como los turistas en las playas, otra más golpea y hunde algunas de las que ya disfrutaban del baño, las deja reposar unos cinco minutos y grita a un niño pequeño, de unos seis años con la altura de uno de cuatro que está dormitando, apoyado en un exprimidor mecánico con brazo de color rojo.
- ¡Brian José, las naranjas!
El niño tranquilamente extrae las naranjas del cubo, las va rajando por la mitad con la cadencia de un vals de Strauss, las coloca cuidadosamente en el exprimidor mecánico, la señora baja el brazo del exprimidor y el líquido naranja se desliza cual dragón chino hacia la botellita de 250 ml. sin marca. Hay un coche aparcado en la acera, un tipo en chándal gris y quemado por el sol de Los Andes se acerca. Me está dando la espalda, pero veo claramente que le está diciendo algo al conductor, el viento levanta la parte de arriba de la chaqueta del chándal y queda al descubierto un cuchillo de cocina con mango de 26 cm. de la marca “los hermanos”, extiende la mano y el conductor lo esquiva, alejándose.
- Yo no me hago responsable – dice el del chándal gris mientras yo me escondo y el conductor se pierde de vista.
Brian José se acerca al coche, es poco más alto que las ruedas pero lo investiga como puede, mientras desde la acera el hinchable se retuerce para atraer clientes, la vendedora de zumos artesanales espera lo mismo. Sentada. Y el del chándal gris extiende la mano hacia otro conductor, recibe una moneda y le corrige la tarifa. El niño me ve y se le iluminan los ojos, grita algo entre quechua, inglés y español que no consigo entender, levanta la cabeza mirando al cielo, las nubes han dado paso a un sol de atardecer y la silueta del niño se recorta dentro del asiento del conductor, ahora no le veo, escucho sonidos en la cerradura, intento ver algo pero no veo nada.
- ¡Brian José, las naranjas! -grita la vendedora de zumos sentada en la acera con pollera roja.
La puerta se abre, alguien entra en el coche y mira debajo de los asientos, abren la puerta del copiloto y aprovecho para escapar hacia los pies del hinchable.
- ¡Brian José!
El niño se acerca a la señora por detrás, sabe lo que tiene que hacer, asesinar más naranjas. Está anocheciendo, se acuesta en el suelo con el saco de naranjas a modo de almohada, ha sido un buen día y sólo queda menos de un cuarto. El conductor compra tres botellines de cerveza en la ferretería, ahora sí veo su rostro, el hombre del chándal gris se acerca desde el otro extremo de la calle, sabe que va a tener que ser duro si quiere cobrar. El conductor se toma los tres botellines de golpe y cruza la calle sin mirar dirigiéndose hacia su coche. Intenta introducir la llave para abrir la puerta pero no entra en la cerradura y comienza a insultar al hombre del chándal gris y cuchillo de cocina de 26 cm. Le grita ladrón. Ya es tarde para retroceder cuando está justo a la distancia de un gancho de derecha en el mentón y el conductor le pega dos tiros en el pecho, el niño señala con la boca abierta, la vendedora de zumos se levanta sobresaltada, arrastra al niño con el saco de naranjas calle abajo y desaparecen del lugar antes de que el conductor arranque. Yo miro hacia arriba. Hay que ver lo grande que es el hinchable.
ISSN: 1578-8644
LUKE social