Federico Spoliansky (Buenos Aires, 1970)
Posee un Master en Dirección por el London Film School y es Licenciado en Psicología por la UBA. Publicó los libros Atlántov, Duda patrón y El agujero. Recibió el Primer Premio Nacional Iniciación de Poesía, Ministerio de Cultura de la Nación (Bienio 1991-1992), el Primer Premio del XVII Concurso de Cuento de la Municipalidad de Puerto Madryn/Fondo Nacional de las Artes, 1994. Ganó una de las becas María Rosa Bemberg en 1991, organizado por Festivales Musicales de Buenos Aires. Ha dado clases de historia de la ópera y de la música vocal de cámara en la Biblioteca Nacional, AMIA, Museo MAR, Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes. En 2017 ganó una beca de Formación (Letras) del Fondo Nacional de las Artes. En octubre 2018 fue Visiting Scholar de Brown University (Providence, USA).
FICHA TECNICA:
Título: Duda patrón
Autor: Federico Spoliansky
Editorial: Alción Editora
Año: 2010
ISBN: 9789876461719
La melancolía se alimenta de las sobras de una lata de anchoas, los restos de una anchoa que puedan encontrarse en una bota.
Me gusta el trote del caballo, la esclavitud de la arena, los collares de Birmania. Siempre que entro en detalles lo hago mal. Si en lugar de escribir cantara liberaría a las mujeres cuello de jirafa, al caballo del bozal. Dejaría a los párpados caer sobre las fundas, sería un níspero, una palta o la cáscara de un coco, no detendría la soberanía del viento. Quedaría el agua, los restos del día, las torpezas del día son el día, no sería necesario desterrarse.
Da miedo pensar que un bozal o una ristra de collares puedan impedir el trote. Ser testigo.
Solo el eco del río puede competir con un fuelle de acordeón, el aleteo de un pez en su acuario.
Es una síntesis decir amor, te amo, azalea versus lila, preguntarse: ¿qué nos diferencia?, ¿en dónde se encuentra el pensamiento de una azalea con el de una lila?, donde hay orangután, ¿no hay hombre?, ¿no hay piel de hombre y azalea, lila de hombre, magia y hacer?
Así me dirijo ante el desafío: Cuando se abra el cielo y la luz rebote contra la cabina de teléfono en la que nos escondimos, ¿qué resto de luz va a dejar que se vean los metros de tela que nos separaban?
Un beso dividido en ocho versos es definitivo, no hay retroceso, es un beso escrito, marca el paso un timonel. No fue sólo un beso dividido el que no retrocedió, no retrocedió el hastío en la selva ecuatorial, tampoco una estampida de tortugas bajo el sol.
En tierras de colonia y hugonotes, los dueños y criados salen a ventilarse en vísperas de calor, baldean los pisos con agua y jabón en pan. Tienden las sábanas en patios y baldíos, si escasean los broches usan cordones y hebillas. Bailan, patinan sobre losetas de piedra hasta la fanfarria, no es borrachera, es un trance que desconoce la hambruna, la vida en feriado. Ebrios en azafrán.
Escribo frente a las orillas del río Nevá, he dejado las ventanas abiertas, una ventana es algo trágico si es una real ventana, si se ve lo que se aleja. Un barco avanza sobre agua opaca, el eco de aguas brillantes reverbera detrás. Un hombre cae desde una fortaleza. ¿Cómo defenderse en los valles, las montañas, los cañones submarinos? ¿Quién rescatará el cuerpo, los rulos? Sentado sobre el alféizar parezco alejado pero no lo estoy, formo parte de ese dolor.
Es una hora de luz sin sol, el sol posee la fuerza de la amargura por tener que abarcarlo todo.
Las olas chocan contra los bloques de cemento, devuelven agua congelada al golfo. El río me da de beber, soy un cocker sediento, bato las orejas. Un patinador se arroja al aire, una cresta lo recaptura, el filo de los patines se ancla en ranchos de hielo que nunca serán devueltos al mar.
Ubicado entre Rusia y Finlandia. ¿Qué pinturas habrá en Finlandia? He vivido sin conocerlas y acá estoy, sin necesidad de cruzar. Nunca dejé de ser el rinoceronte que escribe, un poco más ciego que antes y calvo. La travesía del rinoceronte es la travesía del torpe, la única en la que no me ausento. El párpado derecho está más caído, es el maestro platero rehusándose a pasar un momento fuera de la mesa de trabajo. Avanzo a paso de maestro platero.
Una ola vieja pide morir sin que la retiren del mar, deja su lugar a las primeras aguas que trae la lluvia, las más frescas. Existe el frío, también la renovación del ámbar, la resina de los fósiles se hunde en el Báltico. No podría arrojarme a estas aguas, competir.
La vejez es una melodía, un tobogán inundado por champán, no enferma ni muere de vieja, llega un punto en el que deja el barullo y se hace firme, se estanca o aventura.
El anonimato de los elefantes, de un viejo pintor, de una cachetada, ha sido una vida de íconos sin dios. Así de anónima apareció su mirada bajo la lámpara de querosén, los campos de girasol en las patillas, la expresión de tristeza irreparable, la infinita paciencia.
La miscelánea de pobres y abolengos hace que todo sea posible.
Londres se presenta como una cantimplora para todas las razas, el imperio liberó a los esclavos, se fertiliza la paz. Otros esclavos inmigran, se recrea lo foráneo, San Jorge y el Dragón, se lotea la identidad. Los cuerpos que sólo conocieron un ave en la frente deambulan por bocas de subte y andén. Es el usufructo que dejó la guerra, el desconcierto de pieles curtidas bajo otro sol. Londres es tolerante, generosa, se subalquilan cuartos en edificios del municipio, se copian llaves, es ilegal.
—No es ilegal saberse tramposo —sostuvo mi tatarabuelo inglés. Y se trasladó. Cambió asma y patria por traficar opio en Shanghái.
Siempre hay algo encerrado en la boca, tres patos pasan a caballo por donde camino y yo encierro con mi cámara la mirada de un mono, la piedra que le cae encima.
Espero un momento de gracia, una línea ocupada, una duda patrón.
ISSN: 1578-8644
LUKE social