De temblores es una novela de amor. Un texto breve pero intenso que ahonda en la problemática tratada por Kepa Murua en sus novelas anteriores y que en cierto modo serviría de conclusión o final de ciclo. Una suerte de epílogo sobre el tema del amor enfrentado a la libertad del individuo o, dicho de otra manera, el amor y sus consecuencias para un hombre contemporáneo que es algo más que un mero receptor pasivo, una víctima propiciatoria del único tema que al parecer nos interesa. Porque la cuestión a tratar, la pregunta que se intenta responder, es si somos algo más que personas que aman y son amadas. Si hay algo además o por encima del amor. Si la vida sin amor tiene algún sentido. Demasiados impedimentos que concluyen con la certeza de somos incapaces de amar, porque el amor ha cambiado tanto en los últimos tiempos que resulta irreconocible.
Para abordar el tema del amor, Kepa Murua utiliza en su obra diferentes estrategias narrativas. En su primera novela, Un poco de paz, asistimos al amor fundacional mediatizado por la historia familiar del personaje, dependiente todavía de la figura paterna. El método utilizado es la parodia, con el descubrimiento de un manuscrito revelador al estilo de los best-sellers. En la segunda novela, Tangoman, vivimos la peripecia de un hombre feo pero dotado para el baile y el amor circunstancial, un trípode humano que consuela a mujeres mayores y que se enfrenta a su propia desdicha y marginalidad: toda una sátira con momentos cómicos y delirantes. En esta tercera, sin embargo, emplea un método más sutil: la confesión, con un enrevesado paralelismo con su propia biografía. En De temblores, el protagonista es un escritor, de 50 años, con el pelo rapado, que usa sombrero, que viaja con frecuencia al continente americano… y si nos dejamos engañar por las apariencias, o si hemos leído las dos primeras entregas de sus Diarios, podríamos concluir que se trata del mismo Kepa Murua. Sin embargo, el protagonista se llama Rubén, no es el autor, no es un álter ego, sino esa máscara que con frecuencia utilizan los escritores, ese juego tan suculento de la falsa-biografía, donde se usan datos verdaderos mezclados con otros que no lo son, un tour de force en el que se confunden deliberadamente las cosas para comprometer e implicar tanto al que escribe como al lector que conoce en parte su obra. Un método arriesgado, duro, que Kepa Murua sabe resolver con gran maestría narrativa.
Formalmente hablando, De temblores no es una novela que huye hacia otro texto como en el caso de Un poco de paz, ni tampoco contiene un personaje estrambótico que se traslada a su propio interior a modo de refugio estilístico, como en Tangomán, sino que es un ejercicio de desnudez total, con un estilo contundente, basado en capítulos cortos con un enunciado orientativo, con párrafos muy breves, de un solo golpe de voz, alternados con diálogos de una crudeza tal que impide cualquier desvío. Lo que hay es lo que hay. El texto ha sido pulido hasta la exasperación. Si en vez de leerlo lo escucháramos grabado pensaríamos que estamos asistiendo a la declamación del alma de una persona, y digo declamación porque hay una evidente intención musical y poética en el texto. No solo por los ritornelos empleados, que se repiten a lo largo de la novela, en especial ese: “De temblores está hecho el amor”, que aparece en lugares clave en diferentes capítulos, sino también por los bucles en los que la memoria regresa a un punto anterior, a un texto ya mencionado, para darle un nueva lectura, para avanzar en su interpretación. Un estilo dinámico que impide que las palabras se solidifiquen, de manera que si al principio esos temblores son los propios del sexo, a continuación serán los de la indecisión y el miedo de los amantes, y más adelante los de un terremoto emocional que todo lo transforma. Es el mismo temblor evolucionando y dimensionándose según nos vamos adentrando en la novela. Una novela con mucha más complejidad de la que aparenta y que, al final, contiene una vuelta de tuerca muy eficaz que nos permite reinterpretar lo leído.
La historia de amor que nos cuenta De temblores no es una historia de amor al uso. No es nada convencional. Contiene todos los elementos de las historial de amor, por supuesto, pero debajo de su aparente simplicidad esconde una reflexión más profunda y necesaria: ¿Qué le hemos hecho al amor, en qué lo hemos transformado, por qué sentimos que se nos escapa de las manos? Estamos hablando de un amor idealizado, sublime. Ese es el tipo de amor que busca Rubén a lo largo de toda la novela, porque, como decía Auguste Comte: “Si el amor no pude dominar, ¿cómo va a hacerlo el espíritu? Si no entendemos el amor, ¿de qué sirve entender todo lo demás?”
En este sentido De temblores entronca con la mejor literatura europea de los últimos tiempos. En lo fundamental, no dista mucho de las preguntas que se hace Michel Houellebecq en Plataforma: “¿Los europeos del Viejo Continente hemos perdido la capacidad de amarnos entre nosotros y necesitamos buscar o recuperar el amor en otras latitudes?¿Tanto ha cambiado nuestra sociedad para que seamos incapaces de amar y ser amados?” La respuesta es obvia: sí. Por una parte, las religiones puritanas y controladoras de nuestro pensamiento han perdido su fuerza a lo largo del último siglo, y los sistemas políticos y las trasformaciones sociales han dotado el individuo de un poder decisorio que antes no tenía. Por otra parte, el surgimiento de los métodos anticonceptivos ha liberado al sexo de la esclavitud de los matrimonios forzados, y la progenie abundante y encadenadora. Y en tercer lugar, la liberación femenina ha convertido a uno de los dos elementos del amor heterosexual, la mujer, en alguien activo, cuando antes era casi siempre pasivo. Marxismo, anticoncepción y feminismo dieron un giro copernicano al amor, y el capitalismo actual ha terminado por liquidarlo, al menos en su sentido más puro. Nos encontramos por tanto en una era de re-definición de uno de los conceptos vitales del ser humano.
En De temblores, Kepa Murua, a través de los pensamientos y conversaciones del personaje central con sus diferentes amantes, nos aproxima al amor actual. En la novela aparecen al menos seis mujeres, destacando Dacia, de origen indio pero adoptada y educada por occidentales, una mezcla de amante, madre y refugio, y Rosale, suramericana, bastante más joven que el escritor, la otra protagonista del libro, que representa el amor crepuscular, la oportunidad tardía de afirmar o negar el amor, un nuevo comienzo y en cierto modo una involución. Entre todas ellas forman el currículum amoroso de Rubén, una experiencia en principio desencantada pero que busca su redención, porque en el fondo desea amar, desea reafirmarse como individuo a través del amor. De este modo retrata lo que es el amor actual, no exclusivo, que reside en diferentes personas, una por cada fase o etapa del individuo. Es por tanto un amor de duración limitada, que se consume con intensidad y luego se desecha.
Sobre todo ello se interroga a lo largo de la novela el escritor protagonista debatiéndose entre el deseo antiguo y la realidad contemporánea. Y cree que el motivo de sus desvelos reside en el hecho de ser diferente, ser escritor, someter la realidad a un exceso de observación y cuestionamiento. A eso juega con Rosale, su nueva y joven amante, a la demolición del amor y de sus posibilidades por el eficaz método de querer afirmar su existencia. Comienzan a amarse poniendo en tela de juicio si el amor es posible, posible para ellos y posible en sí mismo. Y la pregunta que se hace el lector es si existe algo capaz de soportar semejante escrutinio, porque los personajes no se entregan a ese sentimiento, sino que lo analizan y así lo destruyen, socaban sus posibilidades naturales, lo falsean a través de la mente. Si hicieran lo mismo con el sexo, no llegarían ni a la cama. El amor no se piensa, se hace. Intelectualizarlo es un error. Y nunca se debe oponer el amor a la libertad individual.
A lo largo de toda la novela diferentes mujeres acusan al protagonista de ser una persona egoísta, alguien incapaz de amar, porque sólo se ama a sí mismo. Sin embargo, Rubén se defiende constantemente y al hacerlo se delata. Además utiliza a su nueva amante, Rosale, para esconderse y refugiarse en una sospechosa autocomplacencia. Quizás en eso reside el problema de Rubén, y por extensión de todos nosotros: demasiado individualismo, demasiado narcisismo, demasiadas corazas para los sentimientos, cuando el amor requiere un cierto abandono, la aceptación de la dependencia, la debilidad, la posibilidad de perderse, de alienarse sin miedo en brazos de otra persona. Y para eso es necesario ser adulto, no esperar siempre una retribución, una recompensa. Como decía Erich Fromm en El arte de amar: “En una cultura en la que prevalece la orientación mercantil y en la que éxito material constituye el valor predominante, no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna el mercado de bienes y de trabajo.” Sin embargo, “en el amor es fundamental dar, no recibir”, “aunque existe el malentendido común de suponer que dar significa renunciar”, “que dar sin recibir es una estafa”, cuando “el acto mismo de dar, es una prueba de mi fuerza, mi riqueza y mi poder”.
En De temblores, a pesar de los esfuerzos del Rubén por ser empático con las mujeres, el punto de vista es siempre masculino. Siempre está a la defensiva, como el hombre actual que teme perder sus privilegios y que jamás admitiría que no sabe cómo desenvolverse en un terreno de igualdad anímica y sexual. No quiere ceder terreno sino aprovecharse de las circunstancias para mejorar su posición. En el fondo, comete el mismo error que Freud con su materialismo fisiológico, al ver en el amor exclusivamente la expresión o la sublimación del instinto sexual. El amor dura para Rubén lo que dura el deseo, nada más. Si alguien le exige otra cosa, esa persona no es conveniente. No parece saber que el amor comienza a desarrollarse cuando amamos a quienes no necesitamos para nuestros fines personales. Rubén no sabe amar porque tampoco sabe vivir. No es extraño que piense que el amor es la unión de dos soledades, cuando en realidad es el antídoto contra la soledad. Como hombre contemporáneo, que no comprende que los tiempos han cambiado, no ha sabido superar la pérdida de la polaridad sexual, que sirve para el erotismo pero que no sirve para la vida fuera de la cama, donde hay dos personas, dos seres humanos que buscan juntos un sentido a la existencia. Rubén es tan inmaduro como nuestra sociedad, y representa sus contradicciones a la perfección.
Si algo nos aporta De temblores es un retrato descarnado de cómo se va desarrollando esa evolución, ese acercamiento entre los sexos, visto desde el interior de un hombre y algunas mujeres que buscan una salida al laberinto sentimental en el que seguimos encerrados desde el principio de los tiempos. Una novela valiosa, que también incluye una crítica feroz de la situación lamentable de los inmigrantes, y que se disfruta mejor con los precedentes de Un poco de paz y Tangoman. Literatura contemporánea, buena literatura, que formula muchas preguntas y nos deja a nosotros, los lectores… seguir haciendo más preguntas.
FICHA TECNICA:
Título: De temblores
Autor: Kepa Murua
Editorial: El Desvelo
Colección: El legado del Barón
Ilustración portada: Andrea Conde
PVP: 19 €
Francisco Taboada: (Bilbao, 1957) Escritor y pedagogo. Sus últimos libros publicados son el poemario Frontera de carne (Arte Activo, 2015) y la novela El pozo séptico (Ediciones Oblicuas, 2015). Blog: Palabras dactilares