LUKE nº 181 noviembre-diciembre 2017

Isabel Alamar

Entrevista a Jaime Siles

jaime siles
Foto: © Germán Caballero

El poeta, crítico literario y filólogo valenciano Jaime Siles nos cuenta cómo se siente tras haber ganado el premio Andrés Bello 2017. Y responde también a otras cuestiones interesantes dándonos una visión clara de su vida y también de su obra.

Aunque son muchos ya los logros y los reconocimientos conseguidos, me interesa sobre todo este último, ¿cómo se siente Jaime Siles tras haber ganado el premio Andrés Bello a principios de agosto de este año 2017?

Es un Premio inesperado, que se otorga en el otro lado del Atlántico y que supone un reconocimiento no a un libro concreto sino a la obra en su totalidad. Como, además, lleva el nombre de un insigne polígrafo, político, universitario y gramático ejemplar, el hecho de recibirlo no puede sino llenarme de alegría al tiempo que lo acepto con absoluta humildad, pues el nombre de Andrés Bello en su grandeza oscurece por completo mi propia nimiedad.

¿Hay un momento concreto en el que Ud. descubre que es escritor o quizá lo va descubriendo poco a poco? En cualquier caso háblenos de ello.

Antes que escritor yo me he sentido y me siento poeta y filólogo, pues eso, ambas cosas, constituye el conjunto de lo que soy y determina el centro de todas y cada una de mis distintas actividades. El término escritor debe aplicarse, más que al poeta o al ensayista, que casi siempre suelen ser además otra cosa, al novelista, que –este sí– es el verdadero escritor, pues es el que de verdad escribe y para el que la escritura constituye un –y nada menos que– su auténtico trabajo. El poeta también trabaja la escritura –claro– pero lo hace de muy otro modo y casi nunca vive de este oficio sino de algún otro, que es el que como profesión ejerce. Pero, volviendo a tu pregunta, te diré que tanto el poeta como el escritor se van haciendo paralelos a su propia escritura. De modo que no puede decirse que sean escritores para siempre ni tampoco siempre sino sólo en el momento de escribir y cuando están –y están sólo– escribiendo. Es una cuestión que me ha apasionado mucho y con la que he relacionado siempre el problema de la identidad de la persona poemática, que sólo aparece en uno en el momento de escribir y luego, acabado el poema, se esfuma y desaparece, suplantada por la persona empírica a o real que cada uno es y que suspende su yo cuando la persona poemática aparece. Para algunos ésta es la verdadera identidad del poeta, pero no la del hombre, y entre una y otra se genera una fuerte tensión, pues todo poeta querría estar habitado por –y ser– siempre su persona poemática y no la que cada día es. Pero también conozco casos de lo contrario: poetas que se sienten más a gusto en la piel de su persona real que en el cuerpo y voz de su persona poemática, que les exige acaso una aceptación de partes de sí mismos a las que querrían renunciar por la dolorosa experiencia que les supone. Como verás, hay muchos tipos de poetas y de poemas, aunque haya también quienes en su dogmatismo querrían que hubiese un solo tipo de poesía, de poeta y de poema. Lo que no se ajusta ni a la historia literaria –que demuestra precisamente lo contrario– ni a la riqueza y continua variación de la realidad. Quienes así piensan son víctimas o exponentes del totalitarismo del pensamiento único, que, como a tantas cosas, por desgracia también ha llegado hasta la poesía.

¿Hasta qué punto le han influido todas las lenguas que conoce a la hora de crear su obra?, ¿y sus vivencias?

Las lenguas son modos de ver, maneras de imaginar o imaginarse y, en mi caso, les debo el haber contribuido a generarme distintas personas poemáticas. T.S. Eliot decía que un poeta debía saber, al menos, cuatro lenguas: dos antiguas y dos modernas. Yo he traducido de nueve, aunque no en todas ellas he experimentado ni experimento la misma intensidad. El griego y el latín son las que más me han influido y configurado. Luego, el francés, el italiano y el alemán. Mis vivencias existen claro, pero no se es poeta por tener vivencias –pues todo ser humano las tiene– sino por saberlas expresar. Las vivencias no se pueden separar de la verbalización que hacemos de ellas: si ésta es imprecisa o errónea, nuestra manera de sentirlas también lo es. De ahí lo importante de analizar con el máximo rigor toda vivencia, reduciéndola a su máxima esencia y luego, una vez hecho esto, convertirla en sentido a partir precisamente de la creación o recreación de ella o de sus imágenes.

¿Y cuáles son los grandes temas a los que le gusta una y otra vez en sus poemas?

Más que propiamente motivos o temas, un poeta suele tener obsesiones que se articulan en sistemas y que acaban formando su cosmovisión: su idea del mundo y del yo. En mi caso estas obsesiones –que generan lo que tú llamas temas y que a veces sólo son motivos– son, sobre todo, dos: la identidad y el lenguaje .Y, a partir de ellos, se generan multitud de subtemas como la continua alucinación del yo frente al tiempo y la no menos continua permeabilidad del tiempo y del espacio. Digamos que me extraño de mí mismo, que siento extrañeza y a la vez nostalgia o perplejidad de mí y que eso pone en movimiento una serie de mecanismos que son por los que discurre el poema.

Uno de los poemas que más me gustan de su obra poética es la “Tragedia de los caballos locos”, y, afortunadamente, podemos escuchar en varios enlaces de Internet y de su propia voz este poema, dejo aquí al menos uno de los enlaces: https://www.youtube.com/watch?v=p2Kfv8QYBkA . Cuéntenos cómo nació este poema…

Ese poema que tú citas es uno de los más antiguos míos. Se publicó en 1969 y lo escribí –creo recordar– en mayo de ese mismo año. Su primer lector fue el poeta Marc Granell, gran amigo mío y por eso se lo dediqué. Fue algo así como una súbita visión que seme impuso y que tuve que transcribir: aquellos caballos piafantes estaban dentro de mi cabeza, corrían por mi habitación y levantaban no pocos de mis fantasmas de entonces con sus patas. Es un poema de amor juvenil, lleno de ecos de Virgilio, Ovidio y los expresionistas alemanes. En las lecturas públicas lo suelo leer porque muchas veces el público me lo pide.

Cuál es ese poema, p. e., que se sabe de memoria y que considera una maravilla o prodigio de la Literatura. O alguno de esos versos que tanto admira….

Me sé muchos poemas de memoria, pero no los míos sino los de otros poetas a los que admiro y en los que he aprendido y aprendo sin cesar. Me limitaré, pues, a citar aquellos versos que siempre me acompañan: “Como las generaciones de las hojas, así las de los hombres” de Homero, o la maravillosa Priamel de Safo, en la que dice lo que para otros es lo más hermoso y, frente a lo que ella, afirma que lo más bello para ella es el objeto de su amor; o éste de Píndaro: “el hombre es el sueño de una sombra”; o éstos otros de Catulo: “los soles pueden morir y volver a nacer der nuevo / pero a nosotros, una vez se nos acaba la breve luz del día, sólo nos queda una sola noche que hemos de dormir eternamente”. No voy a seguir porque no acabaría nunca.

Está claro que la poesía es una de sus grandes pasiones, por qué. Qué le ha aportado a su vida. Y qué cree que Ud le ha aportado a ella.

La poesía ha sido un modo de vivir y de entender y explicar la vida. Sin ella la vida habría sido demasiado roma. La poesía añade profundidad, si no a las cosas, sí a nuestra mirada de las cosas y, en ese sentido, nos hace ser y sentir más y nos enseña a ponernos en el lugar del otro, a ver la realidad desde los ojos y la piel del otro. De modo que, por así decirlo, nos civiliza. Lo que hace unos años se quiso imponer como asignatura en la Enseñanza Secundaria con el pomposo nombre de “Educación para la ciudadanía” es algo que la poesía había hecho desde siempre, pues desde Homero la épica venía cumpliendo esa misión: la de educar cívica, intelectual y moralmente al ciudadano. Pero hoy vivimos en una sociedad infantil, inculta y enferma. En cuanto a su otra pregunta, no sé si he aportado algo o nada a la poesía, y tampoco me importa, porque lo significativo para mí es todo lo que ella me ha dado a mí, que es incomparablemente mucho más de lo que yo haya podido darle a ella.

Qué otras artes le gustan especialmente. Qué es lo que más le apetece hacer a Jaime Siles cuando se encuentra con algo de tiempo libre.

Me han interesado mucho la pintura, la arquitectura y la música. La pintura, siempre y desde muy pronto, ya que en mi familia ha habido varios pintores y conozco bien los pinceles y me encanta el olor del aguarrás. La arquitectura la descubrí en mi época de Viena y, durante los siete años que allí viví, llegué a conocer bastante bien la creatividad que había dado forma a aquellos edificios de finales del XIX y principios del XX que, como sus creaciones musicales correspondientes, constituyen la base de nuestra modernidad. Pero en mi tiempo libre lo que me gusta es la jardinería y el cine: en este orden. La jardinería me ocupa muchos fines de semana de febrero a octubre; el cine, también. Y siempre me he esforzado por compaginar ambas aficiones.

¿Cómo es un día cualquiera en su vida?

Un día de mi vida es como el de todos los demás. Madrugo: me levanto a las 6:45. Desayuno con mi mujer (mis hijos ya no viven en casa). Sobre las 8 suelo estar ya en mi despacho de la Universidad. Algunos días doy clase y tengo atención de alumnos; otros no, y aprovecho para estudiar en la Biblioteca, que es un lugar mágico y tranquilo, en el que nadie te molesta y donde te mides con la enorme cantidad de libros que hay allí. Ir a la Biblioteca es sentirse como Orfeo en su descenso al Hades: uno va a allí a hablar con los muertos –que eso es leerlos– como vieron Séneca y Quevedo. A mediodía suelo comer con mi mujer. Por la tarde –si no tengo clase– me quedo en casa, y estudio y leo hasta las ocho. A esa hora casi siempre salgo a alguna reunión o acto social y voy a una exposición o a una conferencia. Ceno bastante pronto y me suelo acostar no muy tarde. Como ves, todo es de una rutina casi monacal, pero nunca un aburrimiento, pues eso es lo único que mi padre me prohibió: me prohibió que me aburriera, y puedo decir que, haciendo lo de siempre, nunca me he aburrido, pues también en la rutina hay aventura si uno la sabe encontrar.

¿Por qué merece la pena la vida ser vivida sobre todo para Jaime Siles?

Porque no es nuestra: nos la han dado y la tenemos que devolver y entregar.

Me parece que recientemente ha publicado más de un libro en el extranjero, nos podría ampliar esta grata noticia.

Sí: hay libros míos traducidos, desde hace años, al italiano, al alemán y al francés. Poemas sueltos han sido traducidos a más lenguas. A lo que creo te refieres es a la traducción al inglés de un libro mío de literatura infantil, titulado El gliptodonte y otras canciones para niños malos, que se publicó en España en 1990 y que ahora –en una edición de cuarenta mil ejemplares– sale en Estados Unidos en inglés.

Cuáles son sus planes de futuro más inmediatos. ¿Algún nuevo proyecto en el horizonte que quizá ya pueda ir adelantando a sus lectores?

Como te he dicho antes, tengo un nuevo libro de poemas en prensa, que espero salga en 2018, y otros dos más, también de poemas, comenzados ya, además de un libro de ensayos breves que confío se edite también en el próximo año.

Y, en cuanto a antologías, en Chile se ha publicado una amplia antología de mi obra poética, y en Granada sale este mismo mes otra muy amplia.

© Isabel Alamar, 2017


AIRE ACABADO

Ni un pájaro sonaba en el aire acabado
Vicente Aleixandre

Transcurre por la luz
hacia sí mismo un pájaro.

Florecen en sus alas
el tiempo y el espacio.

Florecen en el aire
pico, plumas y pájaro.

Florecen en la nada
como un abecedario

cuyos signos borraran
cualquier significado.

Lo que queda es tan sólo
su azul sombra vibrando.

Lo que queda es tan sólo
su vacío lejano.

O ni eso: una gota
de sangre en el ocaso.

En el lienzo del cielo
todo es un naufragio.

Los pájaros, nosotros.
Nosotros y los pájaros.

(Jávea, 18/7/2017-Kamionka Wielka 7/8/2017)