LUKE nº 176 enero-febrero 2017

Vivimos en un cuerpo
que es del tiempo.
En la mente que no descansa
y que encuentra los vínculos
de todas las cosas
como si no hubiese azar.
A menudo no percibimos la silueta
de las manos frente al límite de las cosas
y de las formas que nos rodean.
Pero no es esto, exactamente,
lo que quiero explicar,
no va solo de esto mi escrito.
Prefiero describir la energía
que nos hace comunes,
las marcas impresas
en nuestra columna,
el valor de los signos en cada nombre,
las huellas de otras vidas y el sino
que guardo en las ocho letras del mío,
hasta que todas desaparezcan.

Quiero sentirme a mí
dentro de mí.
Quiero la luz creadora
que me forma en conciencia reflexiva
quiero saberme, intuirme,
quiero la paz mía,
la paz de estar en casa-cuerpo
sentirme yo misma Universo,
todo y uno.
Saber sin artificio, verme
como corriente apacible.

Quiero el calor de tenerme cerca
y creer que existo.

Fija la mirada en la línea
donde se doblan las paredes de mi cuarto
pregunto, ¿qué es lo que dice en cada boca
el humo con sus formas lentas,
y el color de cada respiración?
¿Será el humo en el aire como el juego
de juntar palabras y cuerpos
de los nombres con miedo
que antes me habitaron?
Sigo después por la línea que une al piso
con el techo de esta casa
donde guardo el deseo
que me hizo llamarte
para pedirte que te quedes a construir
un hogar real para nosotros
y no en mi memoria.
Pero, ¿y si me escuchas, y si llegas?,
¿bailarás conmigo, de la boca al aire,
del humo al cielo?