Selnich Vivas es ante todo escritor, pero su experiencia en la selva junto a los indígenas, el conocimiento de diferentes lenguas, su trabajo como traductor y profesor le convierten en un infatigable conversador, capaz de narrar las experiencias más increíbles y originales. Su voz relajada y su mirada atenta descubren un interés por la vida en general, pero la preocupación por lo que acontece en su país, donde la gente –según sus palabras– debe demostrar a todas horas no solo su valía sino su honestidad, su inocencia, es una constante a destacar en una conversación brillante y cercana por igual.
El canasto destapado
no se deja domeñar; abre camino de montaña.
Es un rostro entre uñas retráctiles:
Escondido en la piedra,
aligera sus mejillas con flautas de carrizo
―que no vemos, ji, que nunca vemos.
Desde el relieve
se escucha la cadencia de busardas:
Al frente, otros ojos, por el sudor, destañidos.
Semejante obra existe, danza.
En sus aguas nos bañamos para celebrar la cosecha,
y la yuca.
O… a un ser sin comienzo le fue dado aliento de guama.
Imperceptible el basalto muesqueador que lo talla.
En nuestra propia chagra,
a un matafrío y a su rugido les fue atado el tiempo,
por el deseo de girar en gotas.
Sobre una roca que ríe y nada
se erigió aquella masa por palabra.
Las areniscas nos pulieron largos brazos comunes,
un enorme insecto lineal conduce la canoa.
De nosotras, las que se cantan desde adentro,
¿quién flauteará estos ojos por el ají humedecidos?
A riesgo propio nos doblamos juntas —al fuego.
Selnich Vivas Hurtado es escritor, viajero y traductor del alemán y del minika. Trabaja como profesor de Literatura de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia, Medellín. Estos dos poemas pertenecen al libro inédito Baiainguai, aquellas palabras indígenas.