Obra del arquitecto Javier Vera Londoño, la Biblioteca Débora Arango toma el nombre de la famosa pintora expresionista y acuarelista colombiana que nació a primeros del siglo XX y falleció el año 2005. La Casa Blanca, la villa amurallada donde vivió la artista, se sitúa en el centro del municipio, a unos escasos metros de la biblioteca donde se organizan lecturas públicas, encuentros con escritores, conciertos de música y talleres de bailes, por mencionar algunas de las actividades que concitan la atención del público, tanto en el interior como en el exterior, en el amplio jardín verde que rodea al edificio. Si Débora Arango viviera hoy, pintaría las acrobacias de los muchachos, las conversaciones entre amigos al aire libre o el cuidado de las mascotas en medio del parque de escasos árboles, mientras desde las salas de la biblioteca la podríamos ver con sus pinceles y el caballete, a través de los grandes ventanales del edificio de cemento que se alza como un navío moderno. La escultura ubicada en la entrada, titulada Las monjas y el cardenal, está basada en la obra pictórica del mismo título de la maestra, pero es obra del escultor Juan Torres. Las monjas de bronce oscuro destacan con la luz del día y dentro de la jaula, el pájaro de color rojo –el cardenal– brilla en la oscuridad de la noche y llama la atención del público que se acerca a la biblioteca. He pasado tardes en su interior, he asistido a charlas y conferencias variadas, he leído y he escrito en sus salas de lectura. Y desde la acera de enfrente, sentado en la Tienda de Lupe, mientras tomaba un café y disfrutaba de las horas de la tarde, he dejado que el tiempo siga su curso, con el sombrero y el cuaderno de notas sobre la mesa, como un ciudadano más en una ciudad que deberá reescribir su historia algún día.