LA POESÍA SI ES QUE EXISTE (kepa murua) |
El poeta dibuja un mundo con palabras y lugares que descubrió en algún momento de su vida. Con recuerdos, con memoria, con derrotas, con fracasos y olvidos que son verdades y mentiras de una biografía sin esperanza. El poeta encontró objetos en los sueños que me persiguen desde hace años como una melodía que desconozco en el origen, pero que con el transcurso del tiempo regresan del pasado, nunca tan lejano como se pretende. Rincones de la juventud, memoria de una infancia irrecuperable. Es un paisaje misterioso donde me hundo como en casa. En sus cielos dibujos que son retazos de esa melodía que suena desde lejos. Soledad y silencio, luz de una habitación que me descubre a hombres y mujeres que reconozco en la distancia como algo cercano. Es un pequeño horizonte perdido en la lejanía del recuerdo al que vuelve mi mirada cuando necesito descanso. Un pueblo que me acerca a un lugar donde se ve el mar y se pierde en los laberintos del tiempo más allá del nombre. Recorro en silencio su muerte, paseo con la humedad del tiempo, con la ternura de la vida por sus empinadas calles. En el cielo despejado las olas del tiempo. El cuerpo entre los rastros de la vida que el tiempo borra en un instante. |
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EL QUINTACOLUMNISTA (luis arturo hernández) |
PÉSAME, PÉSAME MUCHO
(Reseña de Pero existe la música, de Vladimir Holan. Ed. Icaria, Barcelona.) Se publican aquí y en castellano, tal y como se hizo por primera vez en 1961 y bajo el título genérico de Pero existe la música, Sin título y Avanzando, los dos poemarios que desde El triunfo de la muerte desembocarían en el citado Dolor. Y en ambos el deseo de conocimiento da el sentido último a su trabajo poético. En Sin título -y el título es bastante elocuente de la magnitud de la empresa- esa labor se aborda a partir del lenguaje, mediante la torsión de las palabras y la creación de neologismos, en una tendencia de irracionalismo poético subjetivo que arranca del romanticismo - patente en las frecuentes alusiones a la naturaleza como expresión del individuo-, pasa por el modernismo -y el símbolo y la sinestesia hablan por sí mismos- y se abre al fin, merced a la imaginería de las vanguardias históricas -los espejos fatigados por la prisa de las imágenes-, a la visión poética, tanteando en busca de la exactitud de la expresión de la emoción del ser -Teme perder lo que es./ Teme convertirse en dios./ Se protege con su exceso. /Impide a dios ser hombre, reza el poema titulado Sin título-, rehumanizándose en un mundo de resonancias funéreas que desde El triunfo de la muerte hace del hombre un ser mortal -el hombre no es más/ que un error cometido en el censo de los muertos-. Pero es en el segundo de los libros donde Holan sigue Avanzando en su tarea, y del quebradero de cabeza de los titubeos visionarios llega al dolor de corazón -es como si el propio dolor con alguno ajeno/ engendraran un tercer corazón...-, con un sentimiento pensado que cuaja en el acto de una instantánea narrativa o adopta la forma de un desdoblamiento de la voz del poeta mediante el diálogo dramático. El yo poemático, ángel caído, desterrado y reducido a una sombra del paraíso-El ángel perdido del paraíso en ruinas, dice Shelley desde la cita que abre el libro-, yerra entre la eternidad -el sufrimiento,/ esa estrella instantánea que emite y confirma la eternidad...- y la nada -el mudo soliloquio/ (...) / lanzaba el alma de nada a nada- por una tierra en que la vida y la muerte participan de la misma sustancia -Nada regresa del otro mundo. Todo está aquí-, y el cadáver andante es solicitado por los muertos vivientes, convertido en un ser adánico arrastrado hacia la destrucción o el amor -se desliza la monstruosa tristeza de la serpiente del paraíso- al reencuentro con Eva -la mujer/ que está entre dios y los hombres- y, en un panteón de diosecillos demasiado humanos, aspirante a la eternidad-la inmortalidad del arte/ está en el tiempo, en el pecado y en exilio- merced a la Poesía -Pero existe la música, mujer de todo lo masculino...-, y a unos pocos versos -Y en ellos, es verdad,/ no la perfección, aunque fuera el paraíso,/ sino la veracidad, aunque tuviera que ser ella el infierno..., como declara en el poema Avanzando, que cierra el libro, abriéndolo hacia su último Abismo de abismo-. Con la traducción al castellano de la obra de Holan, la también poeta Clara Janés -Premio Nacional a la Traducción1997- parece querer premiar a Vladimir Holan, traductor al checo de la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora, por su afán de difusión en Checoslovaquia de la obra de otro buscador del oro de la Poesía. Pero existe la música marca el comienzo del exilio interior de este poeta -La noche y la lámpara, sus únicas compañeras-, enclaustrado en la isla de Kampa, y que rehuye los cementerios del pésame/ a quien los vivos asustan, entonando su particular canto a la vida -pésame, pésame mucho- mientras en su Praga natal escampa. |
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CARTAS DEL NORTE (jose luis garcía fernández) |
¿Literatura sobre la posguerra o literatura de posguerra?
No es la primera vez, y tampoco será la última, seguro, que la Guerra Civil Española es utilizada como recurso literario y artístico. Se puede decir sin temor a equivocarse, que en general está de moda, y eso es algo que se aprecia a poco que observemos los escaparates de las librerías, que sigamos las novedades editoriales o las carteleras cinematográficas. Es un tema que aún a riesgo de parecer ajado, se mantiene inalterable a menudo que pasan los años, y como el buen vino, cuanto se escribe sobre él mejora a medida que pasan los años. Y como cumpliendo un ciclo ciertamente curioso, hoy en día coinciden varias obras de ficción con dicha contienda como excusa, entre ellas Días y noches de Andrés Trapiello, y Un largo silencio, de Ángeles Caso, flamante ganadora de la Quinta edición del Premio de Novela Fernando Lara. Antes, tuvimos la oportunidad de disfrutar con las maravillosas novelas Bella en las tinieblas y La sangre ajena, de Manuel de Lope, a mi juicio las que mejor y con más sensibilidad propia y ajena han tratado el tema en cuestión, por lo que inevitablemente surge la comparación. Pero no hay que olvidar que estamos ante uno de los argumentos bélicos sobre los que más tinta se ha vertido después de la II Guerra Mundial. Bueno sería que los editores aprovechasen el tirón para rescatar de la memoria cuantas obras se han escrito hasta la fecha. Pero esa es otra historia, y sin duda, como en 1936, una guerra perdida. Un largo silencio cuenta el reencuentro de tres generaciones de mujeres republicanas con sus raíces, encarnadas en esta ocasión en una costera ciudad que todo apunta que se trata de su Gijón natal. Un reencuentro doloroso y trágico, por cuanto no sólo se sienten derrotadas, sino también humilladas A su vuelta, serán recibidas con frialdad y rechazo, lo que provoca que a la pérdida de la guerra se le una el de las escasas pertenencias que aún creían que les quedaban. Días y noches, por su parte, la particular diáspora de un grupo de exiliados republicanos contada a través del supuesto diario de Justo García Valle, tipógrafo socialista, evidentemente culto, quienes a bordo de Sinaia, buque habilitado para trasportar el éxodo de los perdedores, se embarcan desde el pueblecito mediterráneo francés de Sète, una vez que se ha consumado la traición del país vecino, en un viaje a México de incierto y desalentador futuro. En dicho diario de a bordo, que Trapiello en uno de sus conocidos juegos malabares nos pretende hacer pasar por auténtico, se entremezcla la narración de aquellos aspectos de una guerra que consiguió pasar a la historia por ser una de las más trágicas de las vividas por la humanidad, con sucesos como la descripción de campo de concentración de Saint-Cyprien, uno de los eufemísticos "paraísos" en los que fueron recogidos los exiliados republicanos nada más cruzar a Francia. Porque las penalidades no acabaron con la derrota republicana, sino que contra todo pronóstico comenzaron en Los Pirineos. Lástima que Ángeles Caso no haya sabido cerrar con Un largo silencio el ciclo abierto por sus predecesores, algo que sí ha sabido Trapiello. Esto es, porque a pesar de ser una novela correctamente escrita, de que se aprecie en ella más corazón que razón, y de que llegue a los lectores a partir de una historia sencilla que muchos de ellos sin duda revivirán por segunda vez como en un sueño, haciéndoles participar de las dolencias de unas mujeres para quienes la derrota no sólo es total sino continua, no consigue alcanzar el grado de verosimilitud que se le debe de exigir a una historia, máxime cuando con ella se pretende alcanzar la categoría de obra literaria. Y esto es, porque aparte de estar escasamente documentada, algo que la propia autora debería de haberse exigido en la construcción de la obra, da la impresión a pesar de sus 200 páginas, de haber sido hinchada gratuitamente. Y a toda una ganadora del Fernando Lara de novela, finalista del Planeta, se le debe de exigir mucho más. Decía un conocido crítico, que "es bueno que los escritores españoles retomen el tema de la guerra civil, y que lo hagan sin falsas voluntades conciliatorias", porque si algo subyace en toda la obra es la impresión de que el autor no puede evitar el tomar partido por aquellos que, efectivamente perdieron la guerra, pero que también, ilegítimamente fueron desposeídos de cuanto habían conseguido arrancar a menudo con no poco esfuerzo: la legalidad a una forma de entender la sociedad, que implicaba la asunción de un modo de Gobierno que guste o no, era el legalmente establecido. Algo que se aprecia tras la lectura de Dias y noches o Un largo silencio, novelas que ahondan en la tragedia particular y colectiva de un pueblo que aún hoy en día está esperando una respuesta a una sencilla pregunta. ¿Por qué?. |
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BESTIARIO (josé morella miranda) |
Aunque en el bestiario cabrían todos los animales, fantásticos o verdaderos, voraces o mansos, el autor no tiene ganas de describir a los que no lo merecen. No le apetece la crítica negativa. De todas formas, empieza a estar harto de la poesía cobarde de estos tiempos. Como no quiere rendirse al asco y comenzar a utilizar este espacio para quejarse -cuando se lo han cedido tan amablemente- aprovechará lo que le parece malo como pretexto para mostrar lo que le gusta. Que todo en la vida no sólo la poesía- es un acto político es algo que no vamos a discutir. Es de perogrullo. Incluso aquellos actos que se quieren definir a sí mismos como "neutros", como no políticos, lo son; Lo neutro es un posicionamiento, sólo que no querría serlo. Porque para negar la política hay que referirse a ella, aunque sea por ausencia Hay que dejar de mirarla. Y dejar de mirar lo que está es una decisión política. Dejar de mirar la cara fea del mundo es una pasividad muy activa, en fin. Queremos poesía política, que es la única posible. La queja del bestiario aparece cuando se observa que la poesía que está de moda hoy en día, la que más se edita, la que más se lee si es que se lee, es la menos arriesgada, la más conservadora, incluso cuando quiere ser explícitamente política. Nace a la sombra de un tipo de poesía social que tuvo en el grupo poético de los cincuenta y en escuela de Barcelona a sus más admirables representantes; Gil de Biedma, Ferrater, González, Barral, Goytisolo, por nombrar algunos Fueron seducidos por una poética de corte anglosajón (leen a Eliot, a Pound, a Frost, y entran de lleno en las teorías del correlato objetivo) y escribieron movidos por la necesidad (quizá exceptuando al mejor de ellos, Gabriel Ferrater) de expresar las contradicciones en que se sumían políticamente: eran burgueses sin problemas económicos pero conocedores de las revoluciones sociales y con la conciencia hecha un cisco. Ellos comienzan a hablar, en España, de la poesía de la experiencia. Desplegando un dominio excelente de los recursos que tienen en su mano, muestran las contradicciones de su tiempo con una maestría poética absolutamente admirable. Todos nosotros, los poetas y los que intentamos serlo, les hemos leído con fervor. Nos han afectado. Nadie aquí puede negar su calidad ni su influencia. Sin embargo, sus imitadores nos están ensombreciendo el panorama poético con tanta eficacia como ellos lo alumbraron. Porque insisten en imitarles cuando ya no se puede ser social a la manera en que ellos lo eran, básicamente porque la sociedad es otra, y el enemigo se ha transformado de un modo muy veloz en algo monstruoso, invisible de tan grande, infranqueable porque no hay ningún hueco por el que colarse a hurgarle la nariz. Los demonios que aquellos poetas intentaban exorcizar ya han ganado la batalla. Mandan. Al capitalismo atroz le da igual que haya poetas denunciando nada, porque esa denuncia no le afecta. El poder se ha transformado, y la poesía, sin embargo, sigue escribiéndose como hace treinta años. Se ha perdido el contacto con la realidad. En el bestiario bostezamos desesperados ante tanta mediocridad, ante tanta ausencia de riesgo, de novedad. Ante tanto manierismo conservador. Ahora parece que no haya dictadura, ni dictador, ni Iglesia ni militares que nos opriman. Pero sí que la hay: el dictador de hoy no tiene nombre ni apellido, y por ser gay no te expulsan del Partido Comunista como le ocurrió a Gil de Biedma. Ahora, directamente, el Partido Comunista es un club de amigotes cuyas discusiones no afectan a ningún tipo de poder instituido. La globalización se come los productos culturales, los asimila, los digiere, los defeca. Los compra. Si alguien critica a alguna gran multinacional porque, por ejemplo, expropia tierras a tribus indígenas para construir sus plantas generadoras, la multinacional le promociona, le patrocina; y no se trata de comprar el silencio. A la multinacional le da igual que la denuncien o no. Compra incluso la denuncia. Compra el lenguaje. El lenguaje cada vez es más pequeño. Se va reduciendo al de los medios, la tele, la radio, que lo convierten en un mínimo palabrerío sobre las ventas y las compras. Y mientras tanto, los poetas se masturban, despliegan sus poesías entre altas influencias, se aseguran correctos plagios, asumen padrinazgos. Cada vez más ser poeta es algo esotérico. Totalmente fuera de la realidad. Palabrerío, palabrerío. El bestiario anima a que se vuelva a la lava original, a la lava del lenguaje. Porque es mentira que el lenguaje sea una capacidad nuestra. Nosotros somos una capacidad suya, vivimos dentro de él. Sólo experimentando con el lenguaje le podemos devolver a la poesía una radicalidad nueva, una manifestación auténtica. Una buena manera de reivindicarnos ahora es volver a la capacidad generadora del lenguaje. Hacer crecer las palabras, plantar en ellas nuestra semilla, romperlas, inventarnos nuevas, estirarlas, alargarlas, arriesgarnos a la zambullida en el plasma original del pensamiento, es decir, del lenguaje. Sólo cuando nos aseguremos de que vivimos en un milagro, el milagro de nuestro propio lenguaje, estaremos salvados, fuera de la influencia de este mundo de consumidores, de ratas burócratas, de funcionarios que compran y compran, que venden su vida, que achican el diccionario de la existencia. Valga como ejemplo de esta santidad excepcional y feliz un poema del argentino Juan Gelman, uno de esos poemas en los le habla al hijo que le desaparecieron, junto a treinta mil jóvenes más, los milicos de su país allá por 1976; al hijo que luchó (de otra manera) por lo mismo que Gil de Biedma, por lo mismo que tantos lucharon: hablarte o deshablarte/dolor mío/ manera de tenerte/destenerte/ pasión que munda su castigo como hijo que vuela por quietudes/por arrobamientos/voces/sequedades/ levantamientos de la ser/paredes donde tu rostro suave de pavor estalla de furor/adioses/alma que me penás el mientras/la dulcísima recordación donde se aplaca el siendo/ la todo/la trabajo/alma de mí/ hijito que el otoño desprendió de sus pañales de conciencia como dando gritos de vos/hijo o temblor/ como trato con nadie sino estar solo de vos/cieguísimo/vendido a tu soledadera donde nunca me cansaría de desesperarte/ aire hermoso/agüitas de tu mirar/ campos de tu escondida musicanta como desapenando la verdad del acabar temprano/rostro o noche donde brillás astrísimo de vos/ hijo que hijé contra la lloradera/ pedazo que la tierra embraveció/ amigo de mi vez/miedara mucho el no avisado de tu fuerza/amor derramadísimo como mi propio volar de vos a vos/sangre de mí que desataron perros de la contra besar con besos de la boca/o cielo que abrís hijando tu morida de Carta Abierta |
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DIRECCION DE LA DERROTA (iñigo garcía ureta) |
"Quien se acerque a Dirección de la derrota observará que es un poemario regido por la letra D: todos sus títulos (a pesar tanto de su doctrina como de su dedicatoria) comienzan por esa letra. Pero no bromeo al asegurar que la D fue designada a dedo, ni miento al atestiguar que lo que despuntó como la excusa para defender un asomo de interdependencia entre los distintos textos ha acabado, despótico, por ganarme la partida. Me he visto sacudido por la seducción de una letra tan desvergonzada como digna. Ahora, ya sea por deliberación o por destino, creo en las virtudes definitorias de la letra D: D de deleites, desdenes, democracias, dictaduras, desahogos, descalabros, disimulos, diferencias, donaires, desconsuelos. (De daño, dardo, delito, delirio, dispar, disparo, droga, dogma, duda, ducha...)D de palabras dichas y de palabras desdichas, en definitiva." Íñigo García Ureta.
(Extraído del Prólogo "Dichas y desdichas", precediendo a los textos poéticos. Autor contextualizado en Olifante dentro del perfil poetas jóvenes y noveles. Poeta nuevo que todo editor sueña encontrar) |
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