El laberinto : (mintxo) | ||||||
El abismo de la mirada: El negocio del ocio (pradip j.phanse - txema g.crespo) | ||||||
Del interés del arte por otras derrotas: (kepa murua) | ||||||
Net Art: Crossroads (aldel) |
El Laberinto (I y II) (mintxo) |
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El abismo de la mirada: (pradip j.phanse - txema g.crespo) |
El negocio del ocio
Los investigadores médicos, que siempre están a la que salta, acaban de descubrir una nueva enfermedad: el consumismo. El ciudadano contemporáneo (para no entrar en debates sobre su modernidad / postmodernidad / transmodernidad) se ve atacado por una suerte de fiebre que le impulsa a comprar desaforadamente no sólo lo que pudiera necesitar en el próximo lustro, sino también lo que serviría para atender las necesidades de sus familiares y vecinos. Rápidamente, una legión de psicólogos, sociólogos, pedagogos y demás oficios terapéuticos surgidos en el esplendor del capitalismo industrial y como salvadores espirituales de las masas urbanas se ha puesto manos a la obra para resolver esta nueva patología. Es un paso más hacia el control completo de los movimientos de hombres y mujeres cada vez más determinados por las distintas instituciones públicas y privadas que dirigen sus vidas. Porque si antes el siervo de la gleba o el jornalero eran esclavos de su señor en el momento del trabajo (cuya etimología hay que rastrearla en tripalium, tortura), ahora el obrero / trabajador / empleado es esclavo durante toda su vida, salvo cuando duerme, y hasta en esas horas. No hay ocio que no sea negocio. Aquella dicotomía clásica ha desaparecido para fundirse en un todo, en un círculo sin fin, de tal modo que nunca deja uno de participar del gran negocio del capital. Las hay pero son pocas las ocasiones en que se pueda salir del tiempo muerto en que se ha convertido la supervivencia contemporánea, vivir la vida, en fin, como lo hace esa cuadrilla de chicas que disfrutan del pasar de las horas en la playa de Zarautz. Ellas no se han dejado seducir por el flautista de Hamelin que invita a los varones europeos a comprar los encantos de las hijas de Fidel, de la única manera que conocen: pagando. |
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DEL INTERES DEL ARTE POR OTRAS DERROTAS (kepa murua) |
La mayor afrenta para un artista es la derrota, su propia derrota. Camuflado entre las páginas de un itinerario social que se proyecta como una cuestión de democracia pública, los espectadores asisten atónitos al juego que impone la adulación del arte y sus artistas por los funcionarios de la cultura, mientras escuchan desconcertados el aplauso estéril de la crítica y los medios interesados que mantienen los nombres que descubre el mercado artístico.
El arte convive con las instituciones, está en las decisiónes de la política pública como un decorado que ilustra la ignorancia y la osadía de los gobernantes de turno. En el mundo del arte los nombres se anteponen al hecho artístico y los ciudadanos ven cómo con unas pautas desconcertantes que apelan casi siempre al buen gusto de los propios ciudadanos, crece y se decora la ciudad cambiante. El arte lo transforma todo, se recicla tal como los materiales que emplea en el empeño, pero el arte cambiante, con sus múltiples disfraces, traslada su mediocridad constante al público del entorno. El único hecho constatable es que las ciudades se parecen en su decorado artístico a menudo. El arte se plagia hasta límites insospechados y difuminándose en su desarrollo urbanístico, la clonación estética surge con naturalidad ante la mirada irónica de los propios artistas, quienes caen sin pretenderlo en una radical ignorancia que muestra una mentalidad plana y sumisa donde el arte estéticamente concertado se interpone como decorativo, en aras de una supuesta gratificación perversa que pretende abarcar un arte asimilable por los ciudadanos. Es arte ciudadano lo que descubre y entretiene un espacio habitable. Es arte ciudadano un objeto difuminado en una ciudad que lo engulle todo, es arte plano como respuesta a un proceso social que necesita todo arte y por ende, todo artista que apenas pretende superar el fracaso que conlleva la asunción de una obra que se parece a tantas como monumentos modernos se alzan en las ciudades. Una estética dominante de final de siglo demuestra la tiranía de un arte gobernable hasta en los mínimos detalles. Se necesita un artista obediente que decore las ciudades, sobresalen los artistas adocenados que viven amparados en el poder de las decisiones públicas, se pretende al artista cansado en su derrota más miserable. Se acostumbra al ciudadano a un arte integrado y la derrota es la repetición miserable, un preámbulo a una nueva mirada en el arte, un espacio contra el arte ensimismado y los artistas funcionarios, quienes amparándose en un atolondrado acontecer sin apenas nuevos significados, huyen de la creación de riesgo que subvierte el orden de una fórmula aceptada por casi todos. |
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Net art (aldel) |
En esta ocasíón volvemos a uno de los proyectos apadrinados por turbulence.org
Crossroads es una site que transmite sensaciones urbanas a través de sus iconos: luces, publicidad, ... mostrando un particular punto de vista de la ciudad. |