MUSICA Y DEMOCRACIA

(1)

Von

MUSICA Y DEMOCRACIA

“Tanto el artista como el neurótico le pegan un bocado a más de lo que pueden masticar. Pero el artista lo expulsa fuera y lo mastica de manera objetivizada, como un proyecto externo, activo. El neurótico no puede producir esta respuesta creativa encarnada en una obra específica, y por ello se atraganta en sus introversiones... los artistas son neuróticos además de creativos... lo que llamamos talento creativo no es más que una licencia social para estar obsesionado”
Ernest Becker

Estaba ya en la cama, medio dormido, cuando recibí la llamada de mi amigo José Angel, dueño de la sala de conciertos “Elefante Blanco” de Vitoria: “Von, estoy con el legendario Tyla de los Dogs D’Amour, te lo paso para que hables con él”. “Hello Von, I’m Tyla, are you coming to the gig?”. No me iba a negar, cuando el mismo cantante, al que ni siquiera conocía, me estaba invitando a su concierto. He de reconocer que me sentí halagado. Aunque también me sentí ridículo por sentirme halagado por semejante estupidez. Cuando me lo presentaron, estaba rodeado de gente en un estado de excitación -y ebriedad- que me resultaba muy familiar. Como me era también familiar el gesto de resignación -yo diría que de aburrimiento- de Tyla, al verse utilizado como una especie de trofeo por quienes buscaban en su compañía sacudirse su complejo de inferioridad y ordinariez. De hecho, reconocía perfectamente ambas posturas -la de Tyla y la de sus fans- porque yo, como todos, llevo un artista y un fanático dentro.

Llevo meses evitando escribir este artículo. Recuerdo que mi primera reacción cuando me lo propusieron fue sugerir que tratase sobre cualquier tema, menos la música. La verdad es que no sé exactamente porqué me negaba. Quizás me duela retornar, aunque sea “virtualmente”, a un mundo que he dejado atrás y que tanto placer y dolor me ha causado. Quizás sea porque la música significó para mí en su día algo que ya no representa, pues he sido testigo -incluso partícipe- de su lado más oscuro. Quizás sea porque la frivolidad, la hipocresía y la tontería de las que siempre he huido, las he encontrado magnificadas en el mundo discográfico, al que tenía idealizado. O quien sabe... quizás sea porque, en el fondo, soy un músico frustrado.
La música, para el músico con vocación, es como un matrimonio. En ella busca la armonía, la perfección, el refugio que no encuentra en su vida cotidiana. El primer encuentro es siempre mágico e intenso, como lo es el primer amor; y hay veces que este madura con los años, quedando así reflejado en la autenticidad de su creación. A menudo, sin embargo, uno mantiene su relación por inercia o, lo que es peor, por miedo a perderla y perder su identidad. Como ocurre también en tantos matrimonios, cuando se interponen intereses egoístas, el refugio se convierte en “prisión” y uno acaba, literalmente, “esposado” a la música. Aunque no me guste decirlo y ojalá esté equivocado, el prototipo del músico con aspiraciones profesionales es, en mi experiencia, un ser acomplejado y narcisista; alguien dispuesto a “esclavizarse” -por no decir “prostituirse”- por un minuto de gloria.

(sigue)
Siguiente

inicial | arte | libros | musica | opinión | e-mail
Basssarai Ediciones
Ardi Creativos