Comentaba ayer con un amigo la importancia de ser consciente, consecuente y constante para alcanzar el equilibrio mental. El me contestó con una frase de Groucho Marx: “Las grandes preguntas que se hace el ser humano son: ¿quien soy? ¿de donde vengo? ¿qué hay para cenar?". Según mi amigo, la vida es mucho más simple: “Las personas no buscan la armonía; lo que motiva el comportamiento de las personas es, básicamente, y aunque suene muy bestia, follar”. Yo, en su caso, hubiera utilizado el término “joder” y así hubiera cubierto un porcentaje más amplio de nuestras acciones más comunes; sin embargo, aún conservo la fe en el ser humano y pienso que mi amigo está equivocado. Es cierto que estamos un poco perdidos y excitados, pero confío en que esto no es sino un signo natural de la etapa de adolescencia que vive la humanidad. Aún no hemos encontrado nuestra verdadera identidad, pero no tengo ninguna duda de que el nivel de conciencia colectiva no ha cesado de crecer. Con el tiempo, alcanzaremos un estado de madurez que hará que un día nuestro comportamiento actual nos parezca primitivo, inhumano, animal.

¿Qué nos impulsa a comportarnos como bestias cuando en el fondo –cada uno a su manera- aspiramos a ser dioses? Al menos los animales ejercen como tales con naturalidad y autenticidad; sin complejos o falsas pretensiones. Nosotros, por el contrario, adornamos nuestros actos más despreciables con teorías ficticias que se vuelven ciertas de tanto repetirlas. Comentaba Roberto Assagioli que todo comportamiento humano es una distorsión de una cualidad superior y por ello contiene las semillas de nuestro desarrollo. Es decir, que incluso nuestros aspectos más oscuros tienen el potencial de convertirse en algo bello. Quizás Assagioli se dejó llevar excesivamente por su natural optimismo con tal afirmación; sin embargo, yo comparto totalmente con él la creencia en la enorme capacidad de “trans-formación” del ser humano. De hecho, es esta capacidad para ir más allá de nuestra forma o apariencia animal y adquirir niveles superiores de conciencia, la que más nos diferencia del resto de las especies y donde se halla nuestra esperanza de futuro.

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