• LA POESIA SI ES QUE EXISTE (kepa murua)
• LEER A OSCURAS (borja de miguel)
• Velocidad (prieto avedillo)

LA POESÍA SI ES QUE EXISTE (kepa murua)
La ambiguedad es nefasta para la poesía. La ambiguedad es un arma de doble filo en la vida y en el amor. Cuando pretendemos ocuparlo todo, tenerlo todo, alcanzarlo todo, es cuando en verdad nos quedamos con nada. Es como intentar cargar con un peso excesivo y notar de repente las manos vacías, o quizás peor, sentirnos en verdad solos. La ambiguedad en poesía es un primer rodeo, una primera fase cuando todavía las palabras te dominan con su poder y su música. Si de verdad alguien necesita expresarse, la música sigue ahí, pero los acordes los marca cierta incertidumbre que concierne al significado último de las palabras. La metáfora es además el tono, la magia, pero si no es precisa y acertada distorsionará el grito verdadero. Y ahí no hay ninguna lección ni moral, tan sólo una necesidad: quiero decir esto y lo digo, pienso esto y lo afirmo con todas sus consecuencias.

Digamos que la ambiguedad en poesía puede ser calculada y fría, falsa como el brillo fatuo de una mala metáfora. Pero la ambiguedad, por mucha que sea la experiencia que tenga el poeta, no le sirve en el momento en que se ha quedado solo, no le va al poeta que lo ha perdido todo y debe comenzar de nuevo. Y quizás sea ese el momento preciso para reconocerse en la realidad de los otros: comenzar de cero, como un analfabeto que comienza a definir su propio alfabeto, como un hombre solo y derrotado en busca de la felicidad, como un divorciado en busca de un nuevo amor, como un parado en busca de trabajo, como un político desorientado tras el desgaste de las palabras ante los hechos. Volver a la confusión de antaño nos precipitaría al abismo, sería no tenerlo claro y tropezar con la misma piedra.

La ambiguedad es hermosa en el paraíso de los poetas, nadie deberá responder allí por los juegos y confrontaciones dialécticas. Pero en la tierra la ambiguedad adquiere otro eco. Huye con su confusión del compromiso con los demás y a menudo no responde a las expectativas que la vida marca a nuestro paso. Si los poetas necesitan del juego de las palabras allá ellos, si los ciudadanos recurren al silencio inequívoco, la ambiguedad marcará todas sus relaciones. Y en un principio, tranquilos y reposados creeremos encontrarnos bien, mas en el fondo estaremos perdidos. Hay un poema que dice: “Cuando no tienes, debes pedirlo, cuando dices que no tienes y que no te importa, eres demasiado ingenuo para darte cuenta, ya que hay algo en ti que te ha vencido”. Y quizás entonces nada tenga remedio y te aceche un doble peligro: oculto en ti y escondido de todos, porque tampoco eres capaz de abrir los ojos, reniegues de la vida y también de la poesía, que es lo único que tenemos y lo poco que en verdad nos queda.
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LEER A OSCURAS (borja de miguel)
El hueco de tu cuerpo (Paula Izquierdo)

Una novela muy “femenina”. Femenina en cuanto al tema y punto de vista elegidos.

El hueco de tu cuerpo habla del dolor y del vacío que una mujer, Blanca, siente ante la pérdida, ante todas las pérdidas de su pasado. Desde la de su marido o amantes hasta la de una hija que sólo llega a vivir unos días y que es la que ha ido marcando los puntos de inflexión en su vida. Sin olvidar las pérdidas de la madre, el padre las amistades y, sobre todo, la sonrisa tranquila y llena de esperanzas que Blanca encuentra en una fotografía de juventud.

A través de un exhaustivo retrato psicológico, el lector se adentra en su mundo. La intensa profundización que la autora madrileña (Paula Izquierdo) hace en la protagonista es equiparable a la superficialidad con la que trata al resto de personajes de la novela. No interesan. Todo gira entorno a Blanca, a su dificultad para reestructurar los huecos que sus seres queridos han ido sembrando al desaparecer.

Aborda esta falta de seguridad y autoestima con un estilo seco, frío, realista y crudo. Sin revolcarse en dramatismos pero sin tapujos. Y dentro de esta crudeza abre un espacio a la reconstrucción en la que Blanca, aunque nunca se desprenda de su pasado, podrá salir a la vida sin la necesidad de otro hombre que la empuje a renunciar a sí misma.
Como hilo conductor, la fotografía. Sus inicios en esta actividad nos llevan a su niñez, a la relación con su abuelo, y sus avances, éxitos, fracasos y relaciones nos permiten explorar su vida justamente como eso, como instantáneas que, agrupadas, permiten comprender la realidad de una mujer actual. Como las hay.

En esta segunda novela (la primera, La vida sin secreto, 1997) Paula Izquierdo cuida la estructura. Los bien diferenciados comienzos de cada capítulo hablan del ahora, de esa transición que es la noche junto a Alberto hacia una vida consigo misma. Con un lenguaje mucho más poético que el grueso del libro, finalmente abre una puerta a la esperanza. La narración avanza sin dificultad, las escenas del pasado se muestran en un orden no cronológico adecuado para entender el momento presente y mantener el interés del lector. Quizás algunos pasajes excesivamente prolongados; quizás demasiado repetidos algunos de los conceptos que trata la novela. Aciertos y desaciertos en un conjunto aceptable.

Y para concluir, resaltar el título que sugiere con belleza lo que vamos a encontrar en el interior. Ante la duda, es el detalle que empuja a llevarse la novela de la librería.

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Velocidad (prieto avedillo)
Hace unos años se pusieron de moda los cursos de lectura rápida y métodos de ayuda al estudio, que básicamente consistían en un cúmulo de trucos o estrategias para hacer más efectiva la lectura; como, por ejemplo, intentar centrar la atención en la parte superior de las letras al leer por ser más fácilmente reconocibles... También se ejercitaba la lectura rápida de una página para intentar sintetizarla de un vistazo.
No era más que otro anticipo del mundo en que vivimos. Se vive rápido, se escribe rápido, se lee rápido. Se busca la efectividad desde la velocidad: comida rápida, comprensión instantánea, web de carga inmediata, cortometraje, éxito veloz...

Las estrategias comerciales editoriales de hoy se centran más en el lector que en el autor. El lector necesita novelas, pero que no le exijan una concentración extrema, que le permitan aprender, y si puede ser distraer. Deben estar hechas para ser leídas en el autobús, el metro o la sala de espera. Así todos contentos.

A pesar de esto los libros de cuentos no se venden. Y sin embargo lo lógico en estos tiempos sería que, al igual que todo se busca rápido y efectivo, el cuento triunfara sobre la novela.

Pero lo que cuenta es el objeto, no el contenido: si se aparta un cuento largo, se alarga un poquito y se le da algo de aire, ya parece una novelita. El editor saca un nuevo libro, el escritor agrega un nuevo título y el lector se puede apuntar a la velocidad del rayo una muesca más, que es lo que psicológicamente le satisface.

De esta manera la lectura no ayuda tanto. No se disfrutan lo mismo las reflexiones ni las emociones, y después como los abuelos se va diciendo “Sí, lo he leído, pero no me acuerdo de qué trata”. La velocidad no ayuda. O como el otro que terminó la novela jurando que el personaje se llamaba AURELIO Buendía, o aquel que había leído “El gran Gaby” (solo faltaban Fofó, Fofito, Miliki y Milikito).

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