Von

1.- Crimen pasional
2.- Cuando me seque las lágrimas
3.- Justicia Infinita
4.- La ley del talión
5.- Los cuernos del gran Satán
6.- Oportunidad escondida

Crimen pasional

“Sólo el desesperado muere matando,
el que tiene esperanza prefiere vivir luchando”
Carlos Alonso Zalzíbar

El terrorismo es un síndrome de origen pasional (odio hacia quien nos desprecia y niega nuestros deseos) amparado en la razón (religiosa, política, social), que conduce a la irracionalidad. El terrorista, al percibir que quien se opone a su visión de la sociedad es más poderoso, se desespera. Esta desesperación, cuando alcanza niveles obsesivos, le lleva a perder totalmente la perspectiva de la realidad, que adquiere un único sentido: someter, o cuanto menos castigar, al enemigo. El terrorista está convencido de que su supuesto opresor es el causante de todos los males sociales y, consecuentemente, lo juzga, condena y ejecuta. Quizás sea más fácil entender la mentalidad terrorista si pensamos en un crimen pasional más común: el de un marido abandonado que mata a su mujer. El marido está convencido de que su mujer está siendo cruel y nada razonable y encuentra la situación injusta e insoportable. Cuanto mayor es el rechazo, más crece su resentimiento y desesperación. En el momento en que se da por vencido y concluye que su objetivo de recuperarla es inalcanzable, la mata. Y lo hace además sin importarle el castigo, pues para él la vida, sin la satisfacción de su deseo, carece de todo sentido.

Cuando me seque las lágrimas

“Quien siembra vientos, recoge tempestades”
dicho popular

Lloro a las miles de víctimas de Washington y Nueva York. Lloro a las miles de víctimas de Hiroshima y Nagasaki. Lloro a las miles de víctimas de Israel y Palestina. Lloro a las miles de víctimas de Irak y Afganistán. Lloro a las miles de víctimas del hambre y la enfermedad. Lloro a las miles de víctimas de la guerra y el terror… y cuando me seque las lágrimas, lucharé para que Estados Unidos jamás vuelva a ser atacado. Lucharé para que las armas nucleares no se vuelvan a utilizar. Lucharé para que palestinos e israelíes puedan vivir en sus tierras con dignidad. Lucharé para que dejemos de alimentar las guerras con nuestras armas y comercio ilícito. Lucharé para que los especuladores dejen de saquear a los pobres del mundo. Lucharé para que los enfermos sin recursos económicos no sean condenados a una muerte cierta. Lucharé para que Occidente no pueda castigar a las gentes oprimidas por el pecado de sus opresores. Lucharé para que no exista ni un sólo ser humano tan poderoso como para financiar a los Pinochet, los Somoza, los Marcos, los Batista, los Sadam Husein y los Osama Bin Laden del planeta. Ni siquiera el presidente de los Estados Unidos de América.

Justicia Infinita

“Nadie podrá vivir realmente seguro en un mundo en el que la codicia no tiene fronteras pero la justicia las encuentra a cada paso”
Fernando Savater

Para ser odiados no hace falta que seamos odiosos, pero es aconsejable no facilitar la labor. Estados Unidos es percibido como arrogante, egoísta e hipócrita y para cambiar esta percepción sólo hay un camino: dejar de serlo. Criticar a un país amigo que está sufriendo es duro, pero necesario. Son muchos los que se preguntan por qué Estados Unidos no utiliza su posición de liderazgo para impulsar la construcción de un mundo más justo. Y se responden que ese es un objetivo que no le conviene en absoluto, pues supondría convertir al mundo en una democracia donde la voluntad de una minoría - la suya - dejaría de imponerse a la del resto del planeta. Esta es la razón, supongo, por la que Estados Unidos se empeña en restringir el poder de Naciones Unidas y entorpece su desarrollo. Entre tanto, la humanidad continúa huérfana y dispersa mientras observa, recelosa, cómo el hermano mayor les habla de libertad y justicia mientras acapara para sí las riquezas de la familia. Estados Unidos tiene ahora la oportunidad de demostrar que además de una nación poderosa es una gran nación. Para ello ha de luchar en un sólo frente: el de la justicia universal, sin fronteras, sin límites… infinita.

La ley del talión

“Ojo por ojo y el mundo acabará ciego”
Gandhi

El fanatismo es una enfermedad contagiosa. Pretender erradicarla eliminando al enfermo es inútil mientras no se alteren las condiciones ambientales que favorecen su transmisión. Existen miles de personas presuntamente dispuestas a ocupar el puesto de un terrorista. Este es el efecto que tienen en los pueblos oprimidos la miseria, la humillación y la frustración permanentes; generan en ellos la necesidad de soñar con héroes, aunque sean falsos, que les sirvan de válvula de escape al resentimiento acumulado. La utilización de la fuerza contra el terrorismo es un instrumento social legítimo y necesario, pero insuficiente. Al desequilibrio psicológico no se le combate con armas convencionales. La concienciación social –demasiado a menudo en manos torpes e interesadas- y un mayor equilibrio mundial, son las vacunas más eficaces contra el fanatismo. La sensibilización, sin embargo, ha de ser mutua –entre los diferentes pueblos- a fin de generar la empatía necesaria para alcanzar la paz. Quien siente la amenaza de un peligro se convierte en un peligro. De ahí la urgencia de establecer mecanismos internacionales –económicos, políticos, judiciales- que garanticen la seguridad, y una vida digna, a todo ser humano, sin etiquetas de denominación de origen que lo discriminen. Este, y no la venganza, es nuestro mejor homenaje a las víctimas del terrorismo.

Los cuernos del gran Satán

“La realidad es una guionista excesivamente cruel”
Alex de la Iglesia

El paraíso, 72 mujeres vírgenes y un puesto junto a Alá no es el único premio por el que compiten quienes utilizan en nombre falso el Islam para justificar la violencia. Ellos persiguen, además de la recompensa divina, la admiración humana. Con ella pretenden satisfacer sus necesidades de poder, de pertenencia y, en última instancia, de autoestima. Su orgullo (exceso de estimación propia) les lleva a despreciar a otros pueblos y culturas. El terrorista encuentra el sentido de la vida en la notoriedad del héroe con causa -y efecto-, particularmente entre sus más allegados. En el momento en que se siente inútil, ridículo o culpable en su papel, deja de interpretarlo. Si bien la realidad es siempre interpretativa y la distorsión que de ella haga el terrorista es tan válida como la de cualquiera, aquél se empeña en imponer la suya por la fuerza, con consecuencias espantosas. Para sus perpetradores, el ataque al pentágono –el centro militar más poderoso del planeta- y a las torres gemelas –el centro comercial más grande del mundo- debió de suponer, desde su visión alucinógena, un auténtico éxtasis. No sólo golpearon en plena cara al Gran Satán, sino que además, para mayor humillación y a modo de trofeo, le cortaron los cuernos ante la mirada atónita del mundo.

Oportunidad escondida

“Es imposible dar la mano con un puño cerrado”
Indira Gandhi

La solidaridad es la adhesión circunstancial a la causa de otros; pero sólo cuando sentimos dicha causa como propia, la adhesión es fuerte y fructífera. La solidaridad sin compasión –sin padecer con quien sufre- induce a la falta de compromiso y comprensión. Se requiere, sin embargo, de un gran valor para extender nuestro círculo de atención “desinteresada”. Implica emprender una lucha sin cuartel en la que el enemigo es uno mismo y el campo de batalla, nuestro propio corazón. En él es donde se encuentra atrincherado el egoísmo humano, alimentado por el miedo y el odio y responsable último de todo conflicto. Combatir nuestro egoísmo no es tarea fácil. Es un adversario muy bien entrenado en ambientes de competitividad e individualismo desmedidos, fomentados por nuestras sociedades. Como un general implacable, el ego nos impulsa a la conquista de espacios de poder desde donde, unos a otros, nos hacemos la paz imposible. La consecuencia es un deterioro generalizado de las relaciones personales que, a su vez, dificulta el entendimiento entre los pueblos. Cada crisis, sin embargo, nos brinda la oportunidad de la reflexión (crisis, en chino, significa “peligro” y “oportunidad escondida”). Hoy más que nunca, la historia nos pide a gritos –de dolor- que cambiemos su rumbo. Si continuamos empeñados en no escucharle, acabará por perder la voz.

Fotografía: CNN