Luis Arturo Hernández

LAS TORRES HERIDAS POR EL RAYO

La imagen presenta una torre semiderruida por un rayo que cae sobre ella en la parte superior (cabeza). Esta torre es la columna del poder. Los ladrillos son de color de carne para ratificar que se trata de una construcción viviente, imagen del ser humano. El naipe expresa el peligro al que conduce todo exceso de seguridad en sí mismo, y su consecuencia: el orgullo. Megalomanía, persecución de quimeras y estrecho dogmatismo son los contextos del símbolo.
Fernando Arrabal, La torre herida por el rayo

El perro de presa -¿asesino, de pelea o simple hijo de de perra?- adiestrado por el pastor protestante contra el comunismo ateo se volvió contra el amo mordiéndole las rodillas al Loco, ”lo que representa la fatalidad implacable que nos hace expiar nuestras faltas”, obligándolo así a prosternarse mediante una violenta genuflexión. La alada cólera de Alá abrió fuego -aviones como balas sobre Broadway- contra las poderosas piernas del nuevo Coloso -”en llamas”- de Rodas, haciéndolo rodar con los pies metidos en cemento de un repentino cementerio, King-Kong herido al borde de un ataque de niebla en la mañana de los cuchillos curvos y cristales rotos.

Suicidas voluntarios provocan el suicidio forzoso -”un hombre que caía de cabeza desde una torre en el arcano XVI del Tarot, el vínculo oriental de lo indoeuropeo-.

Carcomidas las Torres -la “Casa de Dios”- de la Bolsa y la Vida -los rascacielos que desafían al Cielo-, mutadas en pirámides que entierran a las víctimas civiles o mastabas -escombreras de la especulación del suelo, vertederos de la ciudadanía- que sepultan un espectro social multirracial tragado por la tierra, el rey de blancas proclama su plan “maquiabélico” y lanza la caballería, el alfilato y la peonada -los sabuesos de la CIA y FBI, o los reservoirs dogs, marines y demás jauría- contra el perro afgano metido bajo tierra -y no de vergüenza, precisamente- como una mina antipersona, ben Laden buscado sin otra prueba que la de expiar la inoperancia del espionaje y que ha hecho de su búnker en las montañas -palingenesia del Viejo de la Montaña:si la montaña no va a Mahoma, Mahoma subirá a la montaña- su santa sede-, junto a la turbadora turba de turbantes de los monjes guerreros de la Yihad -veteranos quintos, dueños de una misma quinta- y ese mulá Omar de armas tomar.

Destruido el nido de águilas -o buitres- de Manhattan, la Casa Blanca tiene carta blanca para asaltar el santuario de los halcones cetreros -quebrantahuesos altivos- de un Falconetti talibán. Para llevar a cabo una sarracina contra la sinrazón de una multinacional del terrorismo organizado en nombre de la terrorífica razón social de las multinacionales del Dólar -había entre las víctimas de la masacre más razas que en las Naciones Unidas-. El Gran Hermano convoca ahora a la Santa Alianza Atlántica -”estamounidenses” todos, embarcados en idéntico airBush-, la germanía que pretende responder con la Ley del Más Fuerte -más muerte- a la razzia de la Ley del Talión -del talibán- y propagar hacia el “infinito” -y el concepto, en lo que tiene de número irracional, es teológico- el Terror pánico en el arrabal de la Aldea Global imponiendo La Ley del Silencio -pura antítesis de la Ley del Deseo-.

Encrucijada de caminos -ruta de las amapolas y el opio del pueblo, amén de un subsuelo de valor geo/gráfico/lógico- entre las potencias díscolas de la profunda Asia, nada nos autorizaría, sin embargo, a anticiparnos a denunciar la pre/potencia militar y la venganza del ángelUS -Abaddón el exterminador-, interpretando esas explosiones en el Pentágono de los Estados Unidos de Nortenumérica como una carga de espoleta retardada de la explotación internacional -el hundimiento de las “torres vigías” como la punta del iceberg del macroexpolio de recursos mundiales perpetrado por los tiburones de Wall Street-, si antes no se condena explícitamente la barbarie terrorista, sin los eufemismos del lamento con lágrimas de cocodrilo de los cómplices del Terror que profesan el fundamentalismo integrista etnocéntrico y que ansían que la represalia yanqui desequilibre con creces la balanza justiciera.

¿Muerto el perro se acabó la rabia? Aunque sermón en desierto, sermón perdido. A fin de cuentas torres más altas han caído.Mientras, paciencia y seguir barajando.

Pero el día que el marine libere del burka a la afgana para consumar su violación habrá llegado el dies irae -oficio de tinieblas de tantas “humilladas y ofendidas”-.