Andy Deck

GUERRA SIN VENCEDORES

“Acabamos de presenciar el inicio de la primera guerra del siglo XXI. Ahora que se nos ha declarado la guerra, conduciremos al mundo a la victoria, a la victoria”
-- G.W. Bush (September 13, 2001, Message to New York Governor and Mayor of New York City)

"América ha sido el objetivo del ataque porque somos el más brillante exponente del significado de las palabras libertad y oportunidad en el mundo, y nadie impedirá que esa luz siga brillando"
-- G.W. Bush (September 11, 2001, Text of Presidential Address)

" No sucumbiremos a los deseos de estos terroristas"
-- New York City Mayor, Rudolph Giuliani (September 12, 2001, Press conference)

¿Cual era la verdadera intención de los terroristas que destruyeron el World Trade Center y parte del Pentágono? ¿Qué fines perseguían? A simple vista, sus acciones fueron un simple “ataque a América”, y si uno ha de tomar las palabras del presidente al pie de la letra, un ataque a la patria de la libertad y las oportunidades. Estas grandilocuentes declaraciones apenas nos ayudan a dilucidar los verdaderos motivos del ataque o a concretar las expectativas de victoria en esta nueva guerra.

"Tal y como ocurre con la llamada "war on drugs" (guerra a las drogas) la celeridad con la que se ha realizado un despliegue militar dirigido a derrotar al enmascarado enemigo terrorista no parece apuntar, sin embargo, a las causas generadoras de dicho ataque. Aunque desarticulásemos el cártel de la droga, no podríamos evitar que pese a todo continuáse su demanda. De igual modo, la miseria y la indignación que han propulsado el ataque terrorista no serán sofocados mediante una costosa campaña de vigilancia y represión de alta tecnología. Seguramente conseguiremos el efecto contrario, y es probable que la errónea política de la administración Bush sólo nos conduzca a una creciente escalada de violencia"

La pronta respuesta oficial argumenta la necesidad de contextualizar los hechos en el habitual marco de la guerra. Sin embargo, hay razones para dudar de que esto sea lo adecuado. Según Francis Boyle, experto en derecho internacional,

“los acontecimientos acaecidos no son propiamente un acto de guerra. El presidente Bush ha elevado su tragedia nacional - el quebrantamiento de las libertades civiles dentro de su país- a la categoría de algo que realmente no es tal y como se nos presenta, a fin de justificar un masivo ataque militar en el exterior. Ello nos trae reminiscencias de la Resolución del golfo de Tonkin, argucias gracias a las cuales la administración Johnson proporcionó una dudosa cobertura legal a la Guerra de Vietnam”.1

Este primer objetivo, conseguido gracias al sensacionalismo de todos los medios de comunicación, concienció al ciudadano americano de la necesidad de aceptar la “metáfora” de la guerra. A partir de ese momento, y tal como ha ocurrido en las últimas intervenciones militares americanas, la cuestión del “por qué” se ha dejado de lado, priorizando la necesidad de una victoria. A los americanos se nos ha asegurado, una y otra vez, que el ataque terrorista del día 11 de septiembre fue altamente sofisticado - ¿cómo explicar, sino, los treinta billones de dólares anuales destinados a la lucha antiterrorista? ¿cómo explicar su fracaso?- y se nos ha dado una muy razonada exposición de los motivos que nos han llevado a la declaración formal de guerra. Un razonamiento que nos conduzca a la palabra “guerra” es en este caso doblemente necesario, ya que el enemigo no está claramente identificado. Finalizada la guerra fría, la Administración busca, como apoyo a su resolución de venganza y tal y como hicieron los productores cinematográficos de los 90, un convincente enemigo con el que medir sus fuerzas. Desgraciadamente, no hay un formidable ejército Iraquí, bien provisto de arsenal bélico y armas de destrucción masivas, al que combatir.

Aparte de los auténticos culpables, que en número vienen a ser muy pocos, el enemigo no es otro que el ya de por sí agonizante pueblo de Afganistán, asediado y víctima de la pobreza y sus propias revueltas internas.

La miseria prolongada, la sequía, las carencias de toda índole, han impulsado a un millón de afganos (un 5% de la población) a huir del hambre. Según las Naciones Unidas, más de un millón de personas están a punto de morir de inanición.2

Las cosas no pueden ponerse mucho peor para los afganos. En principio, una intervención militar contra el pueblo afgano recibiría plena aprobación diplomática, aprobación debida en buena parte a la intimidación y al miedo. Sin embargo, la simpatía y la tolerancia hacia un ataque estadounidense a un país del tercer mundo no va a durar demasiado, especialmente fuera de Europa, y la Administración Bush no tardará demasiado en recibir, a título de advertencia, violentas señales de repulsa de otros grupos extremistas contrarios a la previsible e inminente dureza revanchista.

Embarcados en una nueva guerra contra el terrorismo, convendría sin embargo reconocer que un ataque indiscriminado contra el pueblo afgano poco o nada puede ayudar a la erradicación del terrorismo mundial. Tal vez sea, no obstante, momento de cuestionarse por qué fue EEUU el primer objetivo terrorista. De hacer un esfuerzo por ver más allá de la retórica lacrimógena con las que los americanos fuimos bombardeados los días y semanas posteriores a la tragedia, pronto descubriríamos un cuadro sociopolítico mucho menos abstracto, incomprensible e impensable de lo que los medios de comunicación intentan hacernos creer.

Si miramos hacia Oriente Medio, la administración Bush ha heredado abrasivas alianzas que se ha esforzado por mantener. Nuevos problemas han sido generados, así como nuevos personajes capaces de alimentar el ya arraigado sentimiento antiamericano; por nuestra parte sería muy ingenuo intentar negar su relación directa con la “guerra contra el terrorismo”.

Pero antes de pensar en una respuesta contundente (militar) , convendría dejar muy claro quiénes son estos personajes y cuales son sus motivaciones, no sólo ideológicas. Para los americanos, muy dados a la dicotomía del “Buenos y malos”, al “héroe” y al “villano”, el resultado de este esfuerzo de clarificación de posturas puede llegar a ser muy molesto, ya que la política exterior de los Estados Unidos, a lo largo de todo el siglo pasado, se ha creado demasiados enemigos en Oriente Medio. Cualquier respuesta que no contemple esta realidad corre el riesgo de aumentar la espiral de violencia así como de extender el conflicto.3

Los americanos deben comprender que demasiados árabes y musulmanes están hartos de ver con qué impunidad se asesina a los Palestinos, se les humilla y se les aniquila mientras el gobierno de los Estados Unidos apoya la violenta agenda de Ariel Sharon. EEUU veta las resoluciones de las Naciones Unidas que condenan las matanzas Israelíes. Desde cierta óptica, esto podría sugerir que los israelíes siguen siendo inocentes cuando asesinan, mientras que los palestinos, hagan lo que hagan, siempre serán terroristas. Aparte del Reino Unido, la coalición que apoyó la Guerra del Golfo no apoya ni apoyaría un continuo bombardeo de Iraq, ni siquiera, en última instancia, un embargo económico que ya ha elevado los índices de mortalidad infantil a la altura del genocidio.

Esta es la lista de la política exterior propuesta por la administración Bush:

• Negativa a participar en la conferencia sobre Racismo de Durban.
• Negativa a criticar el terrorismo israelí ( al tiempo que se les provee de armas y apoyo logístico)
• Embargo continuado y bombardeo de Iraq
• Defensa de la necesidad de mantener el escudo de defensa misíles/ antimisiles. Similares medidas en cuanto a la militarización del espacio.
• Agresivo abandono de los tratados sobre antiproliferación nuclear.
• Respuesta represiva a las manifestaciones contra el F.M.I. y la política de Banco Mundial (fortificación del downtown de Washington D.C.)
• Negativa a apoyar el esfuerzo internacional para evitar un calentamiento de la situación o evitar un enfrentamiento bélico.

Paradójicamente, en lugar de utilizar lo ocurrido el día 11 de septiembre como motivo para la evaluación del grado de aislamiento de algunos pueblos y la falta de popularidad de la política exterior americana, la administración Bush está utilizando este ataque como una coartada para disparar el gasto en armamento, mantenimiento y seguridad, en definitiva, para propulsar la carrera armamentística. A esta particular versión de la ley de Talión se están destinando billones de dólares. En última instancia, ello nos asegura una continuación del conflicto y de la escalada de violencia. La postura no ha de sorprendernos, pues Bush viene proponiendo un aumento del gasto militar y de la partida destinada a defensa desde el mismo momento de su toma de gobierno. Resumiendo la situación, Noam Chomsky, escribió:

“Los hechos nos revelan, dramáticamente, la ingenuidad del sistema antimisiles. Como ha quedado bien patente, y se nos ha señalado hasta la saciedad por todos los analistas de estrategia, si alguien quiere causar un daño inmenso a los Estados Unidos, incluyendo armas de destrucción masiva, difícilmente lo intentará con una lluvia de misiles, los cuales serían inmediatamente detectados y destruidos. Existen innumerables maneras de hacerlo, mucho más sencillas y básicamente imparables. Pero los acontecimientos de hoy, sin embargo, servirán para incrementar la presión para desarrollar estos sistemas y ubicarlos en el lugar adecuado. El concepto de defensa es una pálida cobertura a los planes de militarización del espacio, y con un buen PR, incluso los argumentos más rebuscados cobrarán peso ante un público aterrorizado. Dentro de nada, este crimen será un regalo para la derechona jingoista, para quienes creen en el uso de la fuerza como medida de control sobre sus dominios. Probablemente, una actitud que provocará más ataques como éste, quizás peores. Nuestras perspectivas de futuro son aun más siniestras lo de lo que ya lo eran antes de las recientes atrocidades”4

Quizás, antes de destinar billones de dólares al militarismo global, sea momento de replantearse la posibilidad de cambiar las cosas, de reducir la venta de armas, de poner punto final a cínicas estrategias políticas inspiradas en la visión de una globalización corporativa y el control natural de los recursos. Mejor sería, en lugar de darnos el previsible baño de sangre de la venganza, combatir la militarización de sociedad civil que viene a proponernos la extrema derecha, tratar de diluir el odio que ha alimentado estos actos terroristas.

Ignorando las manifestaciones de Seattle, de Génova, siendo el principal exportador de armas mundial, el país más contaminante de la Tierra y el país pionero en establecer y desarrollar armas espaciales, Estados Unidos continúa su avance en una dirección que no sólo no erradicará el terrorismo, sino que aún lo exacerbará más. Me gustaría poder creer que los hechos del día 11 harán recapacitar a nuestros lideres – sobre todo al Vicepresidente y sus asesores- acerca de su arrogante y aislacionista política exterior, aunque sospecho que las fantasías militares seguirán guiando sus actos. Y lo que es más: intuyo que la tensión terrorista no incomoda demasiado a nuestros dirigentes. La atmósfera para la disidencia pacífica se ha enrarecido. La política del “ mano dura” se disfraza ahora de medida de seguridad preventiva. El Banco Mundial y el grupo del G8 se mostrarán aún más intolerantes. Bajo esta perspectiva, la guerra contra el terrorismo será la piedra angular que explotará el miedo de los americanos financiando un permanente estado de emergencia. Aunque la idea de un conflicto permanente dañe colateralmente al concepto de paz y justicia. La venganza es un catalizador peligroso, y el costo de las jingoistas alternativas de la administración Bush será altísimo. Una guerra, permanente y generalizada, es una guerra sin ganadores.

 


Notes
1. Francis Boyle. University of Illinois College of Law. Newscenter. Sept. 13, 2001.
2. Barry Bearak. "Taliban Plead for Mercy to the Miserable in a Land of Nothing", Reuters. Sept. 13, 2001.
3. Steve Niva. "Addressing the Sources of Middle Eastern Violence Against the United States". Newscenter, Sept. 13, 2001.
4. Noam Chomsky. Email interview with Robby Russell. Sept. 13, 2001. See also.
Deck © 2001
Texto, cuyo original puedes encontrar en: http://artcontext.org/crit/essays/www/

Traducción Inés Matute