Noviembre 2001

Desde dentro

mari carmen imedio
Insubordinados

A Inda lo despidieron entre otras razones por insubordinación. Él solicitó ausentarse del trabajo por cuestiones personales y, al serle requerido el motivo concreto de su petición, sólo aseguró que en próximos días recuperaría el tiempo que iba a estar fuera. El castigo que recibió fue la rescisión de su contrato a las dos menos cuarto de la tarde de un viernes, quince minutos antes de concluir la jornada laboral. La compañía contratante de la empresa de trabajo temporal que, a su vez, lo había contratado alegó disminución de la productividad durante los últimos meses, disminución de la motivación, incumplimiento del horario de trabajo, falta de integración en el equipo, e insubordinación.

Leo en la prensa que Javier Rodríguez, un joven de veintitrés años, tiene pendiente una condena de dos años y cuatro meses al pesar sobre él una orden de busca y captura desde que un consejo de guerra lo declarara, en abril de 2000, culpable de deserción en España, donde el próximo 31 de diciembre desaparecerá el servicio militar obligatorio. Y conozco a David, que también es insumiso.

Al llegar de Barcelona, en el aeropuerto de Madrid, veo un cartel publicitario donde un hombre vestido con traje sostiene en su mano derecha una pancarta en la que se lee "Colaborar o desaparecer".

Las cuatro primeras causas del despido de Inda me parecen susceptibles de error al haber sido expuestas por una sola persona, la responsable del equipo de trabajo en cuestión; un ser humano que, como todos, no está en posesión del único punto de vista ni de la única verdad. Me pregunto a qué se refiere una empresa cuando habla de insubordinación, es decir, de falta de subordinación, de falta de sujeción a la orden, mando o dominio de uno. Quizá podríamos entender el término insubordinado como sinónimo de rebelde, esto es, de quien se subleva faltando a la obediencia debida. A mis ojos, la realidad del mundo nos susurra al oído que si somos insubordinados ciertas empresas terminarán despidiéndonos, aunque quiero pensar que la sociedad puede no ser fiel reflejo del ámbito laboral y éste puede no serlo tampoco de nuestra sociedad.

Ni David ni Javier han querido acatar una forma de vida en la que no creen. Han sido denominados insumisos porque no se han subordinado a otras personas en un aspecto de sus vidas. A cambio, la ideología antimilitarista que mueve a ser insumiso a David (seguramente también a Javier) le permite desear algo más que sobrevivir y acumular bienes tangibles.

Ahora sé que entre colaborar y desaparecer hay mucho trecho. Quien no colabora con una causa determinada no tiene por qué ser eliminado del mapa. Puede seguir siendo, sin más, o particularizar su presencia en acciones contrarias a esa causa. La ausencia de colaboración puede implicar una crítica enriquecedora si lo criticado así lo admite. El fanatismo es eso: "O colaboras o desapareces". Puedo colaborar y no desaparecer, y puedo no querer colaborar en nada, o colaborar con algo y en algo que no es aquello en lo que tú colaboras. Mil y una variables para una realidad que pretendemos encerrar en sólo dos posibilidades, sin darnos cuenta de que esa pobreza nos impide modificar pareceres y crecer en diversidad humana.

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