A veces,
intentas respirar un poco de lluvia
que emana de ríos de lágrimas.
A veces,
intentas construir un árbol sin cemento
que te haga recordar la negrura del cielo.
A veces,
mantienes un grito dentro de un revólver
que a veces te dispara, y siempre te ciega.
Pero rara vez,
te atreves a cruzar una calle sin mirar a los lados;
eso es morir demasiado rápido.
Cierro los ojos
y veo decenas, cientos de rostros,
caras que pasan deprisa, las más,
otras que se quedan mirándome,
las menos,
pero yo sé que fui algo en sus vidas,
fui, al menos, una visión,
una expresión de bondad, de maldad,
casi nunca indiferencia,
y también fui, y soy,
un rostro más.
Simplemente vacíos
los cuencos de la esperanza.
Simplemente llenos
de aire, algas, de nada.
Simplemente dibujados
los perfiles del rumor del campo.
Simplemente aguardando
a que lleguen a coger mi mano.
Tan sólo se atisba el sol
entre nubes y claros
mientras las luces caen
como espejos, como rayos.
Tan sólo se escucha el azul
de los pájaros verde claros,
y del interior de la mente,
simplemente, caen los años.