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CINE
Sueños en la caverna
alex oviedo
"Woody Allen: el genio cómico"
En un cine americano cada vez más acartadonado, con una carencia absoluta de ideas, en el que los fuegos de artificio cobran importancia inusitada convirtiendo cada película en una sucesión de explosiones y variaciones digitales sobre un mismo patrón, el proyecto que cada año nos ofrece Woody Allen se transforma en el bálsamo que precisan nuestros sentidos para seguir amando el séptimo arte.
Pero admitámoslo: no estamos ante un cine para el disfrute de cualquier paladar. Si hay una cualidad innata en este director neoyorquino es su capacidad de no dejar indiferente a nadie. Hay personas que odian cada muestra de su ingenio, que se escudan en la razonable excusa de que Allen siempre refleja en la pantallas las mismas frustraciones, temas y personajes. Otras, por el contrario, nos dejamos seducir precisamente por esas inquietudes, asombrados por el hecho de que los temas, aun repitiéndose, adquieran en cada estreno puntos de diferencia con los anteriores. Sus pasiones y perversiones son mostradas al público con la elegancia de un creador capaz de sacar en cada entrega lo mejor de sí mismo.
En "La maldición del escorpión de jade" no importa que un Woody Allen sexagenario se lleve de calle a todas las mujeres de la historia, que tenga devaneos sexuales con la mismísma Charlize Theron (su imagen de sofisticación y glamour al estilo de la época es impecable) o con una Elizabeth Berkley alejada de papeles pornoeróticos. Cada frase soltada por los personajes es una dosis de inteligencia, de sentido del humor, de habilidad creativa y literaria, que convierte la película en una joya en la que los actores (y sobre todo las actrices) brillan, te llevan por los vericuetos de un argumento clásico planteado con perfección. Helen Hunt (actriz que da lo mejor de sí misma en cada trabajo) te seduce con su desparpajo y sirve de contrapunto a un Woody Allen rejuvenecido que es capaz de autoparodiarse y brindarnos grandes dosis de humor. Una película en la que las mujeres vuelven a convertirse en protagonistas indiscutibles, y de las que el director sabe extraer el mejor partido.
Hay seguramente en el mundo de Woody Allen dos autores que juegan con su personalidad, surgiendo o desapareciendo según los casos. En unos, la faceta más existencial da lugar a obras de corte intimista, cercanas a Bergman o Rohmer, y más próximas a lo que podríamos definir como cine europeo. En otros, las películas adquieren un tono ligero, de comedia desenfada y fresca, repletas de diálogos mordaces y frases con doble sentido que has de desmenuzar con calma para acceder a todo su ingenio.
La mayor parte de las películas surgidas desde su separación de Mia Farrow pertencen al segundo bloque. "Misterioso asesinato en Manhattan", "Balas sobre Broadway", "Poderosa Afrodita", "Todos dicen I love you", "Desmontando a Harry", "Celebrity", "Acordes y desacuerdos", "Granujas de medio pelo" y esta última "La maldición del escorpión de jade", películas en las que se atreve con el género negro, con el musical (incluso con actores que no habían cantado una nota en su vida), con el documental sobre un falso guitarrista o con la más pura crónica de sociedad. Y sí, hay puntos en común, que pasan desde su preferencia por la comedia hasta la revisión de los estamentos sociales americanos vistos desde una óptica mordaz y crítica. También temas a los que recurre con insistencia: las relaciones de pareja, el sexo, el psicoanálisis... Pero sobre todo hay una evidente muestra de buen cine.
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