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Emergentesinés matuteSexo, Arte, Sexo Los galeristas preparan su travesura. La propuesta está en el aire, saben que su iniciativa será secundada por esos veinte artistas que tan cuidadosamente escogieron. Sexo. ¿A quién no le interesa? Se convoca una reunión, se fija una fecha, se acotan formatos. Foll-arte. ¿Qué vendrá después? ¿Sodomiz-arte? ¿Masturb-arte? ¿Am-arte? La propuesta más lúdica consiste en pedir fotos anónimas a través de Internet. Detrás de la petición late una oferta: alguien convertirá tu sexo en una obra de arte, te elevará hasta lo imperecedero, del cero al infinito a través de un ojo de pez. Al otro lado de la pantalla la gente es pastoreada por alguien que dice ser galerista, grabador, mago. Lluvia de fotos, lluvia de sexos en blanco y negro, virados, quemados, manipulados. Los discos comienzan a calentarse. Discos duros. Sexo anatómico, cromosómico, gonádico. Sexo sextante, instrumento de reflexión en el que el limbo graduado abarca los 60 grados. Instrumentos de reflexión. Tal vez.
Los galeristas abren los paquetes con ilusión de niño en día de reyes. Alguien juega con la niña Alicia, con el gato y con el propio Lewis, obsesionado por su prometedora inocencia. Alguien poetiza con tiernos versos de virgen vestal, hambrienta. Nadie le explicó que esta vez no se trata de amor, que en realidad son estados antagónicos: el amor crea tensiones, el sexo las libera. El poema muere sepultado entre tintas y papel burbuja. Llegan las primeras erecciones de metacrilato, obeliscos impíos, torres de sangre. También pequeñas flores carnívoras, pétalos devoradores de hombres. Alguna que otra boca en la que las palabras se ahogan en un mar blanco. Ángeles sin alas. Candor y sabiduría en los gestos al uso. Eva. Su tobogán. El abrelatas de Alí Babá.
Se vende todo. ¿Era eso lo que pretendíamos? No. Tan sólo queríamos jugar, sepultar el olor de la guerra, festejar la vida a la manera del Neanderthal. Esta vez lo conseguimos. |
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