Marzo 2001

virginia elena cubillán
Poetas sin música del siglo XXI

“Las cuerdas de la guitarra se paralizan y en éxodo emigran a las cuevas mismas del silencio, y allí donde es conocida la ausencia de los silbidos del viento y donde las voces se vuelven oídos; donde la atmósfera es rancia y asfixiante, allí mismo recobran sus ecos las melodías gastadas de guitarras cansadas de tanto ruido emitir, sin producir notas, sin producir música.”

Entendamos que el oficio de poeta es un don. Aunque muchos se preocupen por buscar el gen exacto o en llevar a cabo pruebas infructíferas para llegar al punto de origen de la inspiración de un escritor, nada hay que se aproxime al borde frágil de la musa extasiante de Baudelaire y Apollinaire, de Lawrence y Yeats, de Borges y Neruda, o que revele la esencia secreta que llevaban consigo cada uno de sus escritos. Los poetas no son clones fabricados con la aberrada intención de convertir la poesía en canto unísono que transcienda épocas, cual villancico o sinfonía; están hechos para que junto con el hombre común evolucionen y se modernicen.

Las condiciones para la poesía son dadas por la vida y la experiencia misma, con regla sencilla a conocer: cuanto más sellada y marcada hayan dejado el alma del poeta, mayor el sentimiento y la sumisión de los sentidos involucrados en las señales emitidas por el lector. Se pueden poseer todas las características sin necesidad de ser erudito para desentrañar una idea en un papel de manera tal que el que escribe ve su propia imagen, y para el que le escucha con los ojos (incluyendo los de su propia alma) se revelen ensueños ocultos y desconocidos hasta ese momento en que tomó el papel y vio reflejada no sólo la imagen del poeta, sino la suya también.

Tal vez no se necesite rimar tanto como se piensa para gustar o excitar sentidos dormidos por el vacilante ritmo de la música de otros siglos. Tal vez, y corríjanme si me equivoco, no se necesite conocer términos rebuscados en diccionarios y enciclopedias, o aquellos que entumecidos en aulas universitarias se les obliga a tomar riendas de ideas animales que se desbocan sin intención de humanizarse en pro del progreso literario. Dos tipos de poetas a nuestro conocer: aquellos famosos y muy sonados, por todos conocidos aunque ni siquiera un libro se les haya leído porque después de todo, la cultura también es etiqueta y se puede presumir desde el exterior

sólo con afanes muy artificiales y sin ahondar mucho hasta el fondo. Y los hay ocultos en esquinas y estanterías o guardados en carpetas agrietadas por el paso de las décadas y que al llegarles un poco de aire se ennegrecen. A este último grupo pertenece la mayoría de los aventurados en la caza literaria.

El poeta contemporáneo ha de ser tan libre como las ideas que logra expresar, y tan a gusto consigo mismo debe sentirse que los símiles y las metáforas han de reírse con él; ha de tomarle de la mano la métrica, llevarle al bar más cercano y emborracharle hasta hacerle perder la conciencia; y al final de una noche, ha de prostituirse con todas y cada una de las figuras que se revelen en su inconsciencia literaria. Éste es el poeta contemporáneo.

¿Qué hay entonces de estos poetas que llevan la poesía en sus venas e incapaces son de rimar o de embellecer frases del quehacer cotidiano? ¿Y de ese que rima tristeza con cerveza, o desamor con devaluación? ¿Y del que simplemente utiliza su limitada sapiencia para ofrecer fragmentos intencionales de una mal llamada literatura? Son nombres que riman sólo con desconocido, extraño, fulano, entre otros. Nombres de músicos que coinciden en el simple anhelo de hacer su música escuchar. A esos artistas ignotos que se apean a notas musicales como quien se aferra a un diario marchito, a esos tal vez les toque entonar su música de guitarra y colocar al resto de la humanidad sobre el estrado en su papel de audiencia.

home | e-mail | literatura | arte | música | arquitectura | opinión | creación | enlaces | libro por capítulos | suscríbete | consejo de redacción | números anteriores
© LUKE: www.espacioluke.com