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CINE
kepa sojo
El verdugo de Berlanga. Una lección de cine
Hace unas semanas me llamaron para presentar la película El verdugo (1963), de Luis García Berlanga y para moderar el posterior coloquio en un estupendo ciclo que se celebra desde el pasado año en Vitoria-Gasteiz y que lleva por título: "Amar el cine". Los títulos escogidos por los organizadores son algunas de las mejores películas de la historia del séptimo arte. El año pasado me correspondió el honor de hablar sobre el clásico de los clásicos Casablanca de Michael Curtiz. No obstante, este año estoy contento porque he presentado una película que conozco mejor, ya que pertenece al maestro Luis García Berlanga, quien me ha inspirado en muchas ocasiones y sobre cuya obra versan muchos de mis trabajos como historiador del cine. Pienso que El verdugo es la mejor película del cine español de todos los tiempos. El aliciente que presentaba la proyección del mítico filme berlanguiano era verlo en pantalla grande. Los estudiosos del cine estamos acostumbrados a examinar las películas por medio del práctico video, y ya en algunos casos con el moderno DVD, pero, aunque parezca una obviedad insinuarlo, el cine está concebido para ser visto en la pantalla grande, en salas oscuras y sin distracciones que nos saquen de la película. Yo había visto El verdugo mil veces: en casa, en la Universidad ..., la había analizado en varias ocasiones, había preguntado cosas a Berlanga sobre el filme, e incluso había escudriñado todo lo que se ha escrito sobre ella. Pero no la había visto en cine. Fue una experiencia inolvidable. A pesar de la oposición del play-off de la Euroliga (TAU-Kinder, cuarto partido, victoria para los nuestros), la gente acudió a la proyección. Tras hacer una pequeña introducción, vimos el filme, y después llevamos a cabo un interesante debate que casi llegó a la hora. Me sentía feliz. La película había gustado mucho. Los temas susceptibles de análisis que aborda el filme salieron a la palestra: la pena de muerte, el desarrollismo, las vacaciones en Mallorca y la falsa imagen de España hacia el exterior, el humor negro, el esperpento, la misoginia, el hombre atrapado por su destino, los planos-secuencia de Berlanga, el B/N, los actores del filme, el arco berlanguiano, los pisos de protección oficial, la burocracia y sus trabas, los lejanos ecos del neorrealismo, la impronta de Rafael Azcona en el guión ... Son tantos los temas de análisis que se pueden abordar a partir de El verdugo que en un pequeño coloquio de una hora sólo pudimos apuntar algunas ideas al respecto. El impacto que producen las dos secuencias más recordadas de la película, resulta vigente casi cuarenta años después del rodaje del filme. La película no ha envejecido con el tiempo. Al contrario, como los buenos vinos, algunos filmes de esta época experimentan, desde la distancia, una mayor amplitud de análisis. De todos modos, aunque se hayan realizado algunos estudios interesantes sobre el filme, como la edición de la revista francesa "Co-textes", se echa de menos una obra completa sobre el realizador valenciano. Existen algunos libros de entrevistas que recogen interesantes declaraciones de Berlanga, pero se echan de menos estudios serios y concienzudos sobre su obra. Hay mucha morralla y mucho librillo que no aporta nada sobre la figura del realizador valenciano. No se si es mejor que se escriba poco y bien sobre algo, o que se haga mucho y mal, como es el caso.
Pero no nos desviemos del tema. Estábamos hablando de las dos secuencias más impactantes de la película. La primera es la que grabó en su retina Berlanga, tras leer una noticia que hablaba del desmayo de un verdugo para matar a su víctima por su bisoñez. Según ha comentado el realizador valenciano, esta lectura le hizo pensar en una gran nave carcelaria blanca, sin ningún ornamento, por la que caminaban dos cortejos. En el primero iba el reo que iba a ser ajusticiado, acompañado por el sacerdote y las autoridades pertinentes. El pobre hombre, en sus últimos instantes, se desmayaba, ante lo que le esperaba. En el segundo cortejo, iba el verdugo novato, casi más acojonado que el reo, por su falta de valor para acometer su ingrata labor, pero que, llegado el día, tampoco podís superar la presión y tras intentar evitar por todos los medios el tener que ejecutar al reo, finalmente debería hacerlo, tras varios desmayos. El impacto visual que produce esta secuencia es brutal. Tras habernos llevado por una senda de socarronería, esperpento y gags humorísticos, Berlanga nos estremece con esta desesperanzadora situación. Un hombre va a morir físicamente, y otro hombre ha firmado su sentencia de muerte moral. La sociedad ha conseguido atraparlo. En un plano anterior a la secuencia citada, un funcionario pone una corbata al verdugo para que vaya más elegante. La situación es asfixiante, la corbata es una simbólica soga sobre el cuello del verdugo-víctima que, finalmente, atrapado por el sistema, realiza su ingrato trabajo. Y todo ello por acceder a un piso de protección oficial, dentro de la próspera España del desarrollismo y del Real Madrid campeón de Europa.
No debemos olvidar la otra secuencia impactante del filme. El verdugo novato es llamado de la Prisión de Palma de Mallorca, para ajusticiar a un reo. Su familia le acompaña. Mientras él se encuentra angustiado, su mujer considera el viaje, ante su estrecha situación económica, como unas vacaciones. Allí hay de todo: sol, gente guapa, extranjeros etc. Pero esa España falsa y de postal esconde la verdadera tragedia humana de la vida y la muerte en el seno de una dictadura. El escenario de la secuencia en cuestión son las famosas Cuevas del Drach. Allí acude el verdugo y su esposa a ver un espectáculo de variedades. Lo sorprendente sucede con la llegada de dos guardias civiles en una barca buscando al verdugo para que acuda a la prisión. El escenario comienza onírico para tornarse a grotesco. La fantasmagórica llegada de los guardias recuerdan al mito de la barca de Caronte. El surrealismo se apodera de la situación. Por un lado los turistas disfrutando de las cuevas y del espectáculo, por otro el verdugo y su drama particular, que es un drama universal de la humanidad.
Podríamos seguir páginas y páginas disertando sobre esta magnífica película y no acabaríamos nunca. Queden por tanto inmortales las magníficas interpretaciones de Nino Manfredi, Emma Penella y Pepe Isbert, para criticar un tema tan peliagudo como es la pena de muerte, que es un asunto tratado por muchos filmes de diferentes épocas. Recordemos, para finalizar lo que fue una apacible tarde-noche de cine de jueves de mayo la mítica frases de la película cuando el nuevo verdugo ha realizado su trabajo:
- No lo haré más, ¿entiende? No lo haré más.
A lo que responde el verdugo veterano y suegro del anterior:
- Eso mismo dije yo la primera vez.
Kepa Sojo
Director de Cine
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