La poesía si es que existekepa muruaEl poeta tiene miedo de la poesía. Cuando la poesía se convierte en una idea dominante el poeta debe huir de la poesía. Puede parecer pretencioso, pero el poeta no es libre para sopesar el rumbo que adquiere su poesía, pues a menudo el poeta se deja emboscar por la poesía, deja que ésta le domine en casi todos su actos, y no hace nada por rebelarse. El poeta piensa en poesía, duerme con ella, se levanta porque ha escuchado su voz, escribe viviendo en ella, no tiene ojos ni oídos más que para la poesía. El ensimismamiento radical es peligroso, la locura transitoria con el sinsentido de la mirada y la falta de reflejos con las palabras que se confunden con nuestros actos para interpretar lo que nos acontece a diario no es culpa de la poesía. Pero es peligroso. Entonces el poeta debe abandonarse para abandonar por momentos a la poesía sin temor a que ésta le abandone para siempre. Es como la identidad de uno. Al principio necesitamos reconocer nuestro nombre para caminar erguidos, luego, estamos obligados a distanciarnos de él para conocer el ritmo lento de nuestros pasos y reconocer con otros ojos lo que creíamos un rasgo inequívoco de nuestra identidad. La poesía también tiene su personalidad definida junto a rasgos contradictorios. Es palabra y a la vez silencio, es abismo y es látigo, es susurro y es sueño, es vida y es milagro. Pero cuando sentimos su inmenso poder y su eterno dominio, debemos reflexionar sobre lo que nos da y nos concede, y lo que estamos dispuestos a perder. La poesía no es un modo de vida ni una constante fija para entender el mundo, la revelación de la poesía comienza con la rebelión del propio poeta. Se puede perder la razón o alcanzar cierta lucidez con ella, pero cuando la poesía se convierte en el único acicate de nuestra existencia para entender y abarcar el mundo es preferible detenerse en la reflexión y dejar que cada uno vuelva a sentir su propio camino, pues puede resultar pretencioso que el mundo de uno sea lo que nos rodea como mundo cuando la poesía nos ha inoculado su veneno. |