Del interés del arte por la nadakepa muruaEl artista mira al pasado y se ve joven y con ganas, se detiene en el presente y con las manos sucias, se siente joven y fuerte, maduro, pero las cosas ya no le sorprenden como antes. ¿Y el futuro? En un momento determinado de su vida el artista debe interrogarse acerca de si su arte, lo que sustenta su vida, es útil en tanto que lo creado hasta entonces alcanza un sentido en la medida de plantearse la continuidad de un trabajo más o menos mecánico que, aun alejándose de la frescura, de la inocencia de aquella primera etapa, por contra se reconoce en la experiencia de un proceso creativo que inevitablemente le conducirá al fracaso más estrepitoso o al éxito más inesperado. Sea lo que sea deberá levantarse todas las mañanas y pensar en una doble intención que le conducirá a una renovación de su arte y de su vida. ¿A qué aspira el artista, a sentir la sorpresa por lo inesperado, o por contra a la seguridad que da lo conocido y lo fácilmente asumido por el púbico como arte? El arte impone sus reglas, mantiene en la repetición miserable a los mejores que sucumben ante el magisterio del poder y la fama. Es la ley del mercado. El artista honrado no existe, el mercado impone por lo demás, antes que el propio arte, sus propias reglas. Todos están obligados a mirar hacia adelante, pero que nadie olvide el pasado, y aun menos, el presente. Algunos confunden el éxito con el arte y el fracaso con la nada. Lo que el artista quiso que fuera algo, tantas veces como se convierte en nada. Ilustración: A. Lz. de Luzuriaga |