Enero 2001

Del interés del arte por el retrato

kepa murua

El artista no sabe cómo sair del atolladero, el retrato de la amada ante sus ojos, pero la confusión le embarga. Tiene la imagen, le ronda el tacto, pero no encuentra las palabras exactas que expresen ese sentimiento que lentamente le sugiere lo que su mano siente hace tiempo. La música suena al fondo de la habitación, los cuadros se agolpan sobre el suelo junto a los pinceles, barnices, pinturas, bocetos y recortes de prensa. El artista se aleja del cuadro, lo mira una vez más, el dibujo está en su cabeza, el color se revuelve en sus ojos, la imagen juega bailando ante la memoria, aparece si vence el recuerdo, desaparece si piensa en otra cosa. El cuadro es lo único que no se mueve, permanece tal como lo dejó tras golpear con un último manotazo de rabia la tela del caballete. Se diría que el artista pudiera abondanorlo todo para volver a empezar como si el momento apenas tuviera su importancia. Pero sabe que no debe hacerlo, que si hoy no termina, el cuadro obtendrá con el polvo su agonía. Es como la vida en un poema, viene y se va, si no lo escribes se pierde, si no lo arrastras con la memoria al mundo de la palabra se diluye en el olvido. El artista recuerda entonces un poema que comienza con Todos te desean pero ninguno te ama.. Y sonríe acercándose al cuadro porque sabe de lo que se habla. La música en el fondo del estudio y el artista que ahora no busca un manotazo, sino un golpe seguro que acabe el retrato a su antojo. Alégrate. En esa profesión del deseo/ nadie como tú para simular inocencia/ y para hechizar con tus ojos inmensos., así termina el poema. Y con esas palabras el retrato cierra los ojos y esta vez es el artista quien sonríe.

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